¿Dejamos de comer carne? Es más urgente para el planeta solucionar el calor industrial

El problema de las emisiones de CO2 derivadas del calor industrial constituye uno de los grandes desafíos tecnológicos para combatir el cambio climático, porque el metano animal pese a la presión que recibe el sector ganadero resulta mucho menos nocivo que el de los combustibles fósiles
8 de marzo de 2021 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
¿Dejamos de comer carne? Es más urgente para el planeta solucionar el calor industrial

Aunque suene a posibilidad remota, ya existen análisis detallados acerca de lo que supondría para el cambio climático y la nutrición de las personas eliminar la carne de los animales de la cadena de suministro alimentaria y sustituirla por productos basados en plantas. Son muchos los focos que se han puesto desde diversos sectores de la sociedad en el ámbito ganadero por su impacto en el calentamiento global, muchas las industrias interesadas en presentarse como alternativa, poderosos los conglomerados que buscan desviar la atención de sus propias carencias y, en última instancia, no faltan argumentos a favor de abrir ese debate en el ámbito político. Los modelos sobre que trabajan los científicos estiman que una medida tan drástica redundaría en un incremento de la producción de alimentos del 23%, lo cual puede parecer un buen aliciente, y una reducción de los gases agrícolas de efecto invernadero del 28% del sector agrícola (aunque los procedentes del mundo animal no bajan totalmente, sino un 49%).

No obstante, habría que matizar el impacto de esa transformación. Ese recorte sólo contribuiría a rebajar en un 2,6% el total de sus emisiones de gases de efecto invernadero del país, lo cual no parece un rédito suficiente como para poner en riesgo una industria que en España representa el 20% del sector primario. Y desde el punto de vista nutricional, los alimentos de origen animal proporcionan el 24% de la energía, el 48% de las proteínas, el 23% al 100% de los ácidos grasos esenciales y el 34% al 67% de los aminoácidos esenciales disponibles para el consumo humano en el país. Más del 50% del calcio derivado de los alimentos; vitaminas A, B12 y D; colina; y la riboflavina proceden de productos animales.

¿Por qué un descenso del 28% de las emisiones de gases invernadero del mundo animal se traduce en apenas una reducción 2,6% del conjunto del sistema? La explicación se encuentra en que el metano del ganado calienta el clima de manera diferente al CO2 de los combustibles fósiles. Es un potente gas de efecto invernadero con un potencial de calentamiento 28 veces superior al del dióxido de carbono, pero cuando se trata de ganado y cambio climático, hay muchas otras características que lo diferencian de éste. Tiene una vida relativamente corta de 12 años en comparación con los cientos o incluso miles de años que tiene el CO2. Después de ese tiempo, del 80% al 89% del metano se elimina por oxidación con radicales hidroxilo tropicales, un proceso denominado oxidación hidroxilo. Como resultado de su carácter efímero, el metano solo calienta significativamente nuestra atmósfera durante esos 12 años, por lo que se considera un contaminante climático de corta duración, lo que significa que a medida que se emite metano, también se destruye en la atmósfera, lo que lo convierte en un gas de flujo.

Desde el punto de vista del impacto en el cambio climático puede resultar, por eso, más interesante para el planeta buscar soluciones para el calor industrial, un problema mucho mayor y más difícil de abordar que el de los vehículos impulsados con combustibles fósiles y que el futuro del ganado. Las emisiones de CO2 derivadas del calor industrial representan el 10% del total, un porcentaje superior a la suma de las procedentes de los coches (6%) y el tráfico aéreo (2%). Sin embargo, las opciones para reducirlas nos enfrentan a un espinoso y complejo cambio de modelo productivo, porque todavía no hay alternativas energéticas limpias que representen una alternativa real a gran escala en términos de costes.

Calor industrial atlas
Fuente: Center on Global Energy Policy

La industria pesada, que incluye cemento, acero, petroquímicos, vidrio y cerámica y refino produce aproximadamente el 22% de las emisiones globales de CO, de las que aproximadamente el 40% es la consecuencia directa de la combustión para producir calor de alta calidad, casi en su totalidad a partir de la combustión de combustibles fósiles. Las alternativas energéticas que se presentan son la biomasa y el biocombustible; el hidrógeno, tanto el producido a partir de gas natural con un 89% de captura de carbono (hidrógeno azul) como el producido a partir de la electrólisis del agua utilizando energía renovable (hidrógeno verde); la calefacción eléctrica (incluida la calefacción por resistencia eléctrica y la calefacción radiativa; la producción de calor nuclear; y la captura, uso y almacenamiento de carbono poscombustión (CCUS).

Todas ellas generan todavía dudas en cuanto a coste, disponibilidad, viabilidad de la sustitución y huella del ciclo de vida. Pero antes que pensar en dejar de comer carne, convendría cargarse de energía para afrontar el problema del calor industrial como uno de los grandes asuntos silenciosos de los que depende, de forma real, la lucha contra el calentamiento global.

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