Un país de sol, playa, tapas y electrones ‘verdes’

El presidente Emmanuel Macron acaba de asignar a España el rol de abastecer de electrones 'verdes' a otros países de Europa para que éstos generen productos de más valor añadido, una declaración despectiva que descabalga a nuestro país de la carrera por la industria química de alto valor añadido y que no ha recibido respuesta ni del Gobierno ni del sector empresarial
Eugenio Mallol
11 de septiembre de 2022 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
Un país de sol, playa, tapas y electrones ‘verdes’
El canciller alemán Olaf Scholz y el presidente español Pedro Sánchez. / moncloa.gob

El presidente galo Emmanuel Macron acaba de decir que sería “aberrante” transportar hidrógeno desde España a Francia o a Alemania. Lo que en realidad debe promover Europa, en su opinión, es el suministro de «electricidad baja en carbono procedente de España para hacer la electrólisis en los lugares de producción que necesitan el hidrógeno”. Sol, playa, tapas y, ahora, electrones verdes low cost.

Es una de las declaraciones más explícitamente despectivas dichas por un mandatario internacional, en manifiesto desprecio de nuestro país, que se han podido escuchar en el ámbito científico/tecnológico/empresarial en mucho tiempo. Alguno de nuestros principales cerebros no daba crédito. Pero no ha merecido respuesta por parte de nuestro Gobierno. Nada que decir, parece.

“Para plagiar a uno de mis predecesores”, añadía Macron en referencia al general De Gaulle, “no entiendo por qué saltaríamos como cabritos pirenaicos sobre este asunto [el proyecto Midcat] para explicar que resolvería el problema gasístico”. Lo que faltaba.

La visión que destilan estas palabras del jefe del Elíseo es la de una España proveedora de electrones verdes gracias a sus buenas condiciones naturales, especialmente para el desarrollo de la energía solar y eólica, que deberán ser adecuadamente transportados al continente para que allí se conviertan en productos de alto valor añadido. Nosotros enviamos electrones, ellos los transforman en moléculas. Debemos ser la mina de energía verde de Europa, dado que somos incapaces de encontrar un uso más avanzado para ella en ninguna cadena de valor.

Ahora bien, si dejamos plantado a Macron y a sus cabritos pirenaicos, ¿qué podríamos hacer con esos electrones? El hidrógeno sería una posibilidad estupenda, en efecto. Repasemos: los grandes planes de expansión de su producción en España se han diseñado con tecnología extranjera, una buena parte de ella francesa. Sólo ahora aparece algún proyecto para diseñar un electrolizador en nuestro suelo, que llegará y probablemente será mejor. Lo impulsa Repsol con 10 compañías que serán las que se queden con la propiedad intelectual, así hacemos las cosas.

Hay otras opciones. La Europa avanzada puede utilizar también los electrones verdes que suministremos desde la España fotovoltaica y trufada de aerogeneradores para mantener su liderazgo en la batalla de la química de valor añadido. Un informe del United Nations Environment Programme estima que el sector químico mundial duplicará su facturación entre 2020 y 2030, hasta los 6,6 billones de dólares (el PIB de Francia, precisamente), eso sin tener en cuenta al sector farmacéutico.

Nuestro país ha sido una potencia química histórica, condición asociada al hecho de que durante varios siglos pudimos acceder a materias primas en América sin competencia. Visto el margen de crecimiento previsto en este ámbito, el sector empresarial, los inversores y la Administración deberían movilizarse para recuperar la iniciativa perdida fomentando la I+D con visión estratégica, promoviendo la innovación química. No dejemos que Macron defina nuestro rol.

El presidente Pedro Sánchez, partero de Pertes errantes, ha apostado este verano por asociar su imagen y la estrategia de país a la del canciller federal de Alemania Olaf Scholz, con el que se ha aliado para promover el proyecto Midcat. Era una jugada no exenta de riesgo desde el punto de vista político: España aspira a volver a ocupar una posición de referencia en el núcleo duro de Europa; si Alemania consigue el respaldo de sus socios habrá maniobrado en la dirección correcta, pero si persiste la actitud de Macron y la Comisión Europea no deja de ponerse de perfil, el patinazo será monumental.

Por si fuera poco, durante el segundo semestre de 2023 asumirá la Presidencia de la Unión Europea. Estaremos inmersos plena campaña electoral, con Sánchez ideando medidas que le permitan seguir arañando votantes de la izquierda y sin tiempo para que el shock económico hacia el que nos encaminamos haya escampado, lo cual vaticina más gasto público. De momento, el Tribunal de Cuentas de la Unión Europea acaba de calificar a España de ser el peor ejecutor de ayudas y avisa del riesgo de que eso siga siendo así con los fondos de recuperación. Por algo será. Con esas prisas, habrá más electrones verdes y menos moléculas. Enchanté!

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