Periodismo rural, la España despoblada y el discurso de los 10.000 millones
La España vaciada abre un enorme abanico de oportunidades para las empresas que sepan utilizar las herramientas de la digitalización, explica la autora, que relata su experiencia poniendo en marcha una iniciativa de periodismo rural que se nutre de la información disponible en redes sociales como Facebook y en los grupos de WhatsApp
Amador Loureiro / Unsplash
El 1 de abril de 2019 puse en marcha dos proyectos: un apartamento turístico y un periódico rural. Culminaba así un lento proceso que me fue llevando inexorablemente a mis orígenes, al pueblo. Cuando vuelves al terruño te das cuenta de lo que es realmente la España vaciada, ese macromundo que abarca el 70% del territorio nacional pero que solo acoge al 10% de la población.
Nuestro primer pensamiento vuela hacia la incoherencia del ser humano. Es del todo absurdo que el 90% de la población se concentre en el 30% del territorio, pero es la lógica consecuencia del desarrollismo que tuvo lugar a mediados del siglo pasado y que supuso el abandono del campo. La mecanización de la agricultura, la industrialización y la construcción provocaron intensos movimientos migratorios del campo a las grandes ciudades.
Pero estamos en el siglo XXI y la historia cambia de curso. Los pueblos tienen su mesías particular que se llama tecnología. El despliegue de fibra y las nuevas redes 5G son dos de las apuestas más importantes del plan del Gobierno para luchar contra la despoblación y revitalizar los pueblos, un plan acompañado de muchos miles de millones de euros. El mundo rural se convierte en una gran oportunidad para las empresas del ecosistema de Atlas. Todo está por construir: la eficiencia energética, la movilidad eléctrica y conectada, la agricultura y ganadería de precisión, el emprendimiento tecnológico en el ámbito agroalimentario, la sostenibilidad, el turismo inteligente y un largo etcétera de posibilidades.
Además del factor tecnológico, la pandemia ha venido a prestigiar lo que antes se ignoraba; la COVID-19 ha conseguido que los pueblos sean el nuevo “objeto de deseo”.
El discurso de los 10.000 millones
El discurso de la España despoblada ya no es un tema marginal, es un argumento de más de 10.000 millones de euros. Esa es la cifra que ha puesto el Gobierno en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que ha enviado a Bruselas.
Un Reto Demográfico que incluye un total de 130 actuaciones para una recuperación verde, digital, inclusiva y de género de los pequeños municipios. Se describen medidas generalistas relacionadas con el fomento de la bioeconomía y la conservación de la biodiversidad, la generación de energías renovables, el despliegue de la banda ancha ultrarrápida y el 5G así como la capacitación digital de la población. También se apuesta por generar territorios inteligentes, sostenibles o igualitarios en derechos y oportunidades. También incluye una apuesta decidida por deslocalización de la administración pública.
A nivel de proyectos concretos, a día de hoy conocemos al menos dos; uno es el llamado Erasmus Rural para que los jóvenes desarrollen su primer empleo en un pueblo, una vez finalizados los estudios universitarios o de FP. Otra iniciativa en estudio es la de ofrecer un complemento de destino para las plazas de función pública localizadas en la España vaciada.
Pero ¿dónde se ubica la España despoblada? A ojo de satélite sería todo el centro de la península (exceptuando grandes ciudades). Un total de 23 provincias de Castilla y León, Aragón, Castilla-La Mancha, Extremadura, Galicia, Andalucía y La Rioja. Comunidades que han perdido alrededor de la mitad de su población en los últimos 70 años.
Así se recoge en el informe «La despoblación de la España interior«, publicado por Funcas en abril de 2021.
En 1950 esas provincias albergaban el 34,1 % de la población, generaban el 26,7 % del Valor Añadido Bruto (VAB) y el 33,5 % del empleo total. Ahora acogen el 18,1 % de la población, producen el 16,1 % del VAB y aportan el 17 % del empleo.
Pero incluso para la despoblación hay grados, el informe clasifica esas 23 provincias en tres grupos. El primero lo forman los territorios con menos densidad de habitantes por km2: Ávila, Cuenca, León, Zamora, Salamanca, Lugo, Ourense, Segovia, Palencia, Soria y Teruel. El segundo grupo aún conserva una buena base de población joven y son Albacete, Ciudad Real, Badajoz, Cáceres, Córdoba y Jaén. Por último, el tercer grupo estaría compuesto por provincias que, aún con escasa densidad de población, tienen un PIB per cápita por encima de la media y son Guadalajara, Burgos, Huesca, La Rioja, Valladolid y Zaragoza.
Periodismo rural
Ahora, volvamos al punto inicial de este artículo. A ese 1 de abril de 2019 cuando puse en marcha mis dos nuevos proyectos, uno turístico en un pueblo de menos de 3.000 habitantes y otro periodístico dirigido a dos comarcas. Ambos en la España vaciada.
El apartamento turístico respondía a la necesidad de optimizar recursos, pero el periódico fue la respuesta natural a mi pasión por el periodismo. Quería seguir haciendo lo que me gusta hacer, contar historias. Mi segunda cabecera se llama A la Vera de Gredos y cubre las comarcas de La Vera y Jerte en Extremadura y Valle del Tietar en Ávila.
Parece sencillo hacer periodismo rural, o incluso relajado, pero nada más lejos de esa percepción. Hemos cubierto incendios, inundaciones, protestas de agricultores, huelgas de pimenteros o concentraciones en defensa de los ganaderos. También había concursos de vinos de pitarra, recreaciones históricas, carnavales de interés turístico, fiestas locales, toros o festivales folclóricos. Incluso en pandemia no nos faltaron temas. Nuestras portadas se han nutrido de gallinas autóctonas, de mulos casi extinguidos, de orquídeas silvestres o de loberas ancestrales.
La información institucional, que debería ser lo más sencillo, es precisamente lo más complicado. Hay ayuntamientos que publican en Facebook, otros publican en la plataforma de bandos, otros no publican nada y en muchos casos son los propios alcaldes los que se adueñan de la información y publican ellos mismos en sus perfiles personales de Facebook, Instagram o Twitter. En nuestro caso, tan solo 1 de 19 ayuntamientos publica puntualmente información en su página web. Los consistorios tienen página web y portal de transparencia pero no se utilizan, son inútiles. Si desaparece Facebook, desaparece la información.
En este periodismo de proximidad, tratar la política o las rencillas requiere un ejercicio previo de “compensación”: me compensa enemistarme con media comarca, me compensa el malestar que eso me genera, me compensa arriesgarme a una posible denuncia o represalia, me compensa publicar a pesar de no cobrar por mi trabajo. No, muchas veces no compensa. Eliminas el conflicto y te centras en otras muchas cosas interesantes. No podéis ni imaginar el montón de gente famosa, curiosa, sugerente e ilustrada que se ha venido a vivir a los pueblo. Por tanto, la entrevista se convierte en el género más agradecido del periodismo rural y el dispositivo móvil es la herramienta estrella. El 80 % de nuestros lectores llegan desde un dispositivo móvil.
WhatsApp lo es todo y la inteligencia colectiva se llama “grupo de WhastApp”. Es impresionante el poder y la capacidad de penetración de estas micro redes sociales, para lo bueno y para lo malo. Personalmente, he vivido por WhatsApp el robo de un coche y la posterior detención de los delincuentes cinco horas después. Todo en directo y amenizado con grabaciones de audio o vídeo de persecuciones, incluso en streaming. En este caso se trata de un grupo ciudadano que, como muchos por toda la geografía, alerta de la presencia de la Guardia Civil. Lo paradójico es que en esta ocasión sirvió justo para resolver un delito. Hay grupos de todo, de agricultores, de ganaderos, de autónomos, de quintas y quintos… Grupos que conforman la más original de las fuentes de información ya que proveen de fotos y videos cuando cae el granizo o de tractoradas cuando hay protestas en las carreteras. Creo, sinceramente, que el periodismo rural es una gran oportunidad para reinventar la profesión de informar y hacer que nuestro trabajo vuelva a tener valor, credibilidad y utilidad real. Hay que ir al pueblo, a la raíz de todo, y escribir sobre las historias más cercanas al ciudadano. Creo, por puro análisis de la realidad, que el próximo destino de los trabajadores y sus familias será el pueblo y por tanto hay que estar allí para satisfacer las nuevas necesidades informativas. Debemos propiciar la próxima sociedad rural, avanzada y digital. Creo, por pura lógica, que el periodismo rural es un vehículo fundamental para la vertebración de los territorios, la forma de empoderar el talento local o de promover el emprendimiento digital. Creo, por simple convicción, que los periodistas debemos ser protagonistas de la lucha contra la España despoblada.
Soraya Paniagua es experta en comunicación digital de Atlas