«Industrializar la digitalización»: de la falta de una estrategia española en deep tech a la necesidad de clústeres público-privados
Repasamos las principales aportaciones del estudio elaborado por el profesor Andrés Ortega para el Instituto Elcano en el que analiza el impacto de la deslocalización avanzada de la industria digital, el auge de la tecnología profunda y el valor estratégico de los IPCEI promovidos por Europa, y en la que recomienda cultivar la "paciencia del resultado"
España está enfrascada en un proceso de digitalización de la economía, incluida la industria y muy especialmente las pymes, que van más atrasadas a este respecto, que se recoge en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR). Pero el verdadero reto es hablar de “Industrializar la digitalización”. Esta idea es el tema principal en torno al cual gira un reciente policy paper publicado por el Real Instituto Elcano, y elaborado por el investigador Andrés Ortega.
“No solo se trata de impulsar el producto y el desarrollo de servicios, sino de construir el ecosistema adecuado y una gestión sistemática para una producción y prestación de servicios digitales por parte de empresas y centros que escalen y que cubran tanto la ciencia básica, la aplicada, la I+D+i, la tecnología y productos hard/tangibles como infraestructuras, plataformas y aplicaciones, servicios (software, intangibles…) así como su adopción sistemática por distintos sectores”, sostiene el autor.
En los últimos años se ha producido una deslocalización avanzada de la industria digital, cuando en algunos sectores, como los semiconductores o la fabricación de teléfonos móviles, Europa hace tres décadas era potencia. “Ericsson y Nokia, que dominan la tecnología 5G, han perdido el papel que tenían en su fabricación, en beneficio de empresas de EEUU, Corea del Sur, Taiwán y China”, lamenta Ortega.
Dentro del cambio digital, se está produciendo un auge de la tecnología profunda, o también llamada deep tech, que el autor describe como “mucho más física”. Las vacunas contra el COVID-19 con la tecnología ARN, los cohetes y los satélites de Space X, o la incidencia de Tesla en la revolución de los coches eléctricos son algunos de los ejemplos que señala como nuevas tendencias.
“Las empresas o emprendimientos de tecnología profunda están orientados a problemas que requieren soluciones, no empiezan por la tecnología o la solución. No son posibles en un garaje, sino que involucran a centenares de personas en decenas de universidades y laboratorios de investigación y, por tanto, más capital. Las empresas de deep tech combinan tecnologías existentes o emergentes y requieren una I+D significativa para desarrollar negocios prácticos o aplicaciones para el consumidor o usuario final”, declara Ortega.
Aunque también señala que el problema de la deep tech es su financiación: “el Proyecto de Ley de Fomento del Ecosistema de las Empresas Emergentes, aprobado por el Gobierno en diciembre de 2021 se adentra en este territorio al hacer referencia al proyecto de fondo Next Tech para innovaciones disruptivas. Pero debería elaborarse una estrategia española específica en este terreno, una Estrategia Española de Tecnología Profunda y dotarla de medios financieros”.
El autor apunta que parte de las transformaciones que estamos viendo en China van dirigidas a invertir más en deep tech puesto que “el régimen se ha dado cuenta que demasiadas tecnológicas chinas se dedican al consumo y a generar beneficios a corto, descuidando la deep tech”.
Colaboración público-privada
Respecto a los PERTE, el autor los define como una nueva figura de colaboración público-privada nacional, inspirada en los Proyectos Importantes de Interés Común Europeo (IPCEI). Sobre estos segundos describe que se trata de “un instrumento estratégico clave para la aplicación de la Estrategia Industrial de la Unión Europea y, sí, son una herramienta para saltarse las limitaciones sobre ayudas de Estado en la UE, por lo que son útiles si hay dinero público para invertir en ellos”.
Un IPCEI reúne conocimientos, experiencia, recursos financieros y agentes económicos en toda la UE, con el fin de superar importantes fallos del mercado o del sistema, incluidos retos sociales, que no podrían abordarse de otro modo y permite a los países participantes apoyar proyectos de cooperación transnacional con importantes sinergias. España está presente en el IPCEI de Next Generation Cloud Infraestructures and Services (IPCEII-CIS), junto a Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Hungría, Letonia, Luxemburgo, Países Bajos, Polonia y Eslovenia.
“Hay una necesidad de clústeres, público-privados y de relación en red entre estos clústeres que a menudo responden a ciudades con potencial o a Comunidades Autónomas. E incluso aprovechando la oportunidad de los IPCEI y las alianzas europeas, informar mejor a las empresas de lo que son y cómo pueden integrarse en ellos, ante la escasa información por parte de las Comunidades Autónomas o las Diputaciones.”
“Aunque es difícil saber dónde regar con dinero público y siempre es arriesgado para laa inversiones privadas entrar en nuevos campos (pero quedarse donde se está no es una alternativa ante la velocidad y alcance del cambio), la estrategia general de lo que llamamos industrialización de la digitalización está bien encaminada, pero faltan elementos que consideramos esenciales”, sostiene Ortega.
En el estudio señala que es necesario definir mejor las áreas más relevantes basadas en las fortalezas españolas, como las telecomunicaciones, la nube y el uso de datos, los cables submarinos, la Inteligencia Artificial y la ciberseguridad, entre otras.
Por último, el autor destaca la importancia de cultivar en España una “paciencia del resultado”, que está “bastante ausente”. “Los inversores españoles suelen buscar ganancias a muy corto plazo porque ven difícil mantenerse de forma sostenida en la visión del largo plazo, que es imprescindible estratégicamente, pero para cuya materialización hace falta un músculo financiero del que de forma sistémica, el entorno español carece”.