Emma Fernández: «Sin una visión común, sin una ilusión compartida de país, será difícil crear una industria fuerte»
A lo largo de su trayectoria profesional, Emma Fernández ha logrado hitos en la difícil tarea de escalar empresas, una asignatura pendiente para nuestro tejido productivo. En la conversación con el analista y colaborador de Atlas Eugenio Mallol aparecen desde la forma de innovar del Ibex35 hasta el desafío de combinar un crecimiento del consumo con el respeto al planeta
Eugenio Mallol.-En el reciente Encuentro de Ametic se percibía, de algún modo, la sensación de que las empresas españolas están queriendo volver a ser dueñas de su destino. Estas dos últimas décadas, desde el punto de vista tecnológico, de inversión y hasta regulatorio, todo nos ha venido un poco dado, hemos tenido escaso margen de acción y tampoco hemos mostrado demasiado interés en hacer algo más que sobrevivir y reconstruirnos. Pero ahora parece que, entre la crisis de los microchips, la urgencia de la descarbonización, los Fondos de Recuperación, esta es la oportunidad de mirar hacia adentro y relanzarnos como ecosistema.
Emma Fernández.- No creo que las empresas y los empresarios hayan dejado nunca de buscar ser dueños de su propio destino. Si hay algo que caracteriza a la función emprendedora es su capacidad de poner en marcha nuevos contextos. Pero lo cierto es que tanto la agenda del congreso de Ametic como las conversaciones han girado en torno a aquellos temas que están afectando más al destino de nuestro sector, como la innovación, la estructura de empresas pequeñas de nuestro país -que hace que la intensidad innovadora no sea tan alta como debería -, la sostenibilidad y la insuficiente industrialización. En esto último, incluyo lo que está pasando en la crisis de los semiconductores, porque recordemos que en este país ha habido varias iniciativas para que el diseño de circuitos integrados se incorporara de manera más intensa a nuestra actividad económica y empresarial, pero esas iniciativas del pasado no escalaron. Teniendo en cuenta la situación global, la industria tecnológica necesita efectivamente una mayor reflexión a nivel español y europeo.
Eugenio Mallol.-Habrá que encontrar, entonces, otra forma de describir el momento actual. Quizás habría que decir que estamos en un punto de inflexión, habrá un antes y un después de estos dos o tres años que tenemos por delante.
Emma Fernández.- Si pienso en lo que venimos viviendo en las últimas dos décadas, todos los años son, de una manera u otra, un punto de inflexión. La pandemia ya estaba contemplada desde hace tiempo en los mapas de riesgo globales, aunque con probabilidad media y, debido a la COVID-19, ahora estamos dando mayor probabilidad a otras amenazas anunciadas y el sentido de urgencia para determinados asuntos está más generalizado. Además, estamos inmersos en un cambio geopolítico con una fuerte polarización entre China y EEUU que hace que Europa y los europeos, de alguna manera, tengamos que espabilar. Pero eso siempre es así, aquel que no sigue avanzando para mejorar, adaptarse y situarse, al final se queda atrás. Y en un contexto en el que están emergiendo potencias económicas muy diferentes de las que lideraban los últimos años, a Occidente le sobra un poco de soberbia y de complacencia y le falta audacia y ganas de hacer.
Eugenio Mallol.-El discurso de la reindustrialización entusiasma y es necesario. Me interesa la reacción que provoca en personas como tú, que conoces tan bien tantos sectores y tienes una perspectiva tan amplia.
Emma Fernández.-Uno de los problemas que ha tenido y tiene Europa y España es el abandono de una política industrial definida y de largo plazo. Es un tema de hace décadas. Hay evidencias suficientes de que la industria es un tractor de la innovación, de la tecnología, de los empleos de calidad y efectivamente nada me gustaría más que en nuestro país aumentaran los empleos y las empresas relacionadas con este sector porque eso mejora las oportunidades de un trabajo de mayor calidad para muchas más personas. Lo que más me preocupa es si esto es un objetivo compartido por la sociedad. El principal problema que tenemos es que en etapas anteriores teníamos un objetivo y una ilusión común mucho más clara. Por la democracia, por la modernización del país, por cosas que vivimos durante la Transición que nos hicieron pensar en la oportunidad de crecer. Hoy en día toda esa ilusión no está tan clara, nuestra sociedad vive más en torno a las carencias que a lo que queremos ser. Sin esa visión común es mucho más difícil que se den los factores necesarios para crear una industria fuerte. Para ello hay que tener capital, tecnología, personas y, por supuesto, empresarios que quieran arriesgar con estrategia a medio y largo plazo. Porque los sectores industriales no se crean de hoy para mañana.
Eugenio Mallol.-Conoces por dentro tantas empresas del Ibex35, las grandes compañías de nuestro país… ¿por qué hay dentro de ellas tantos bloqueos a la innovación?
Emma Fernández.-En el Ibex hay más innovación de la que parece.
Eugenio Mallol.-Pero propia no. Comprada.
Emma Fernández.- Este es un dilema también tradicional. ¿Tú en qué eres bueno? Hay empresas que son muy buenas en innovar y no en escalar, y hay empresas que son buenas en gestionar sectores en decadencia, sacarles lo mejor. Como empresa, tienes que saber en qué eres bueno y utilizar las ventajas de la innovación abierta, de los ecosistemas y de las plataformas de innovación. Empeñarse en que una empresa tiene que hacer de todo, incluso la innovación, hoy en día me parece un error. Estamos en un mundo en el que la innovación es global y hay que tener una apertura de mente, ir a por la innovación allí donde esté e incorporarla. Las compañías que son verdaderamente innovadoras no deben perder esa seña de identidad, pero los que sean muy buenos operando en sectores complejos que sigan incorporando innovación, aunque la tengan que comprar. Se trata, por tanto, de formar parte de un ecosistema donde empresas pequeñas y medianas en el entorno cercano que puedan innovar.
Eugenio Mallol.-Un directivo de Mastercard me dijo hace unos años que ellos eran líderes globales en patentes vinculadas al blockchain en su sector. No porque fuera una tecnología que fueran a utilizar, porque es menos competitiva en tiempo de operación, sino ante la posibilidad de que se convirtiera en una amenaza para ellos. Esa actitud no la veo en nuestras grandes compañías.
Emma Fernández.-En España, el tema de la propiedad intelectual, con excepciones, no está bien trabajado. De hecho, el número de patentes, comparado con el de países con una intensidad tecnológica similar, no es tan alto. Diría que hay un déficit de conocimiento en esta materia en las empresas, aunque también un número creciente de organizaciones están preocupándose cada vez más de la propiedad intelectual y, sobre todo, de la propiedad intelectual compartida para poder realizar innovación conjunta. Es posible que no haya ninguna compañía española que se haya convertido en un abanderado de una tecnología global “de moda”, aunque tenemos algunas con patentes relevantes en otros ámbitos. Estoy pensando, por ejemplo, en un Cosentino, que sin ninguna duda es un gran innovador. El problema de las tecnologías globales como el blockchain, el cloud o el 5G es la dimensión de las inversiones que son necesarias para continuar avanzando y liderando estas materias. Incluso el tamaño de nuestras empresas grandes sigue siendo insuficiente para abordar la dimensión acumulada. Cuando ves el ranking de inversiones en estos campos a nivel global, observas que estamos muy lejos en España y en Europa.
Eugenio Mallol.-Intel anunciaba una inversión de 60.000 millones de dólares para hacer semiconductores en Europa. Esos niveles son inalcanzables cuando la tecnología está madura. La clave está en aprovechar y tener visión cuando están en el punto germinal. Fundaste Kleinrock Advisors y trabajas de forma discreta en un mundo tan lleno de ruido. Escalar empresas es una de las asignaturas pendientes de nuestro ecosistema inversor.
Emma Fernández.-En otros países hay mejor acceso a capital para impulsar proyectos más grandes. Pero a veces no es sólo capital, es disponer de un equipo directivo con conocimientos y habilidades para escalar. He vivido en primera persona en Indra el reto de escalar una organización. Entré en la empresa como responsable de estrategia cuando vendía 300 millones de euros y cuando dejé esa función vendía 3.000. Multiplicar una compañía por 10 no es una tarea fácil, porque tienes que cambiar la organización y los procesos varias veces. Hay varios escalones: no es lo mismo una compañía de 200, de 500, de 1.000 o 2.000. Requieren liderazgos y perfiles totalmente distintos. También exigen una formación continuada y la rotación del directivo por distintas experiencias para poder integrar más fácilmente en ese proceso de escalado. Es probablemente una diferencia entre España y el mundo anglosajón. En España, los directivos, en general, tienen carreras más verticales y la formación continuada no es una prioridad en todas las empresas. Aunque eso está cambiando, todavía hay pocos directivos que acumulen esa experiencia transversal e internacional tan necesaria para escalar.
Eugenio Mallol.-Citas un tema fundamental: la multidisciplinariedad, reunir gente de diferentes roles, edades, formación, para innovar. Ahora no se discute que esa es la clave para encontrar buenas ideas.
Emma Fernández.-Pero fíjate: el problema que tiene este país no son las ideas, es la ejecución. En muchas ocasiones, la estrategia, la innovación, los conceptos más abstractos están sobrevalorados. Y que te lo diga alguien que se ha dedicado a ello puede sonar raro. Es importante tener una estrategia acerca de dónde quieres ir y si no innovas e incorporas tecnología es imposible que te mantengas en posiciones de liderazgo. Pero aquí, la clave está en conseguir hacerlo con los resultados esperados. Eso es lo más difícil. Dentro del problema que supondrá para el país que se acaben los estímulos a la economía y nos encontremos con una deuda que hay que devolver y con algunas empresas que todavía no ha aflorado que no están bien de salud, hay una oportunidad enorme con los fondos. Cómo los vamos a ejecutar, tanto desde las empresas como desde el Gobierno, es lo único que me preocupa. No estoy tan segura de que estemos verdaderamente preparados. Yo he vivido la ejecución de muchas maneras y ejecutar bien es difícil. Requiere detalle y perseverancia.
Eugenio Mallol.-Entre los muchos sectores que tocas están los relacionados con la sostenibilidad, las energías renovables, el agua… lo abordas todo. Hay un tema muy interesante para la empresa que es conseguir que convivan el Pacto Verde Europeo con la economía. Repsol acaba de decir que es la compra de derechos de CO2 lo que encarece la electricidad y es una de las cuestiones clave. El gran desafío es ser rentable con todas las exigencias y cambios regulatorios del Pacto Verde Europeo.
Emma Fernández.-El Pacto Verde Europeo es un reto y tiene que ver con cómo visualizamos en el planeta, en la región y en el país cuáles son los desafíos del futuro. En Europa se ha hecho, y en Estados Unidos se está haciendo también, un pacto relevante pensando que en los próximos años nos jugamos el futuro del planeta en la estabilización del cambio climático y en conseguir que el calentamiento global se revierta. Me temo que eso puede estar reñido con una economía exclusivamente basada en el consumo y en el crecimiento perpetuo. De esto no se habla suficiente. ¿Qué pasa con la economía circular y con la economía del decrecimiento que algunos defienden? ¿Cómo podremos mantener nuestros niveles de bienestar en una economía que consuma menos recursos? El problema es muy complejo, ojalá fuera como el de la capa de ozono, donde una vez estuvo claro que el causante eran ciertos aerosoles, se dejaron de fabricar y el plazo en el que se ha recuperado es sorprendente. Pero el problema del cambio climático y la desigualdad afecta a muchísimos ejes, entre ellos el de los combustibles fósiles. Cómo reducir su uso y la emisión de CO2 es un asunto sobre el que hay mucho debate. De hecho, según algunas voces, los derechos de emisión de CO2 están extraordinariamente baratos. La UE está estudiando la posibilidad de aumentar los derechos de carbono no sólo a los sectores que están afectados en este momento, sino también a otros. Si como sociedad estamos de acuerdo en que el cambio climático es el principal reto, tenemos que ponernos de acuerdo en cómo se realiza la transición, porque en estos movimientos siempre hay ganadores y perdedores y es una cuestión política muy relevante.
Eugenio Mallol.-El problema es que se vuelva a deslocalizar producción. Si en su día fue por el coste de la mano de obra ahora por las exigencias medioambientales.
Emma Fernández.-Puede ser, pero también hay expertos que anticipan un mundo menos global en el que se penalice el transporte de larga distancia y también los productos que se fabriquen en esas zonas con menos respeto al medio ambiente. Esto depende de hasta dónde queramos llegar como sociedad y cuán ‘integristas’ queramos ser en todo esto.
Eugenio Mallol.-En el mercado la electrificación de la economía, que incluye todos los ámbitos, de hecho a las compañías eléctricas lo que más les preocupa no es el coche eléctrico, sino las bombas de calor en las casas, con el 5G. Asistimos a la simultaneidad de dos enormes desafíos.
Emma Fernández.-Estamos ante dos infraestructuras claves: la de telecomunicaciones nos va a permitir aumentar la automatización y el despliegue eléctrico que facilitará un uso diferente de las energías tanto en empresas como en medios de transporte y hogares. En España tenemos muchas empresas especializadas en desplegar, operar y en innovar en infraestructuras y eso es algo que deberíamos aprovechar con mayor intensidad. En todas las épocas de la historia hay ganadores y perdedores de los cambios tecnológicos y esta etapa no va a ser diferente. Tenemos que anticipar nuestra posición ante este punto de inflexión y aprovechar las oportunidades con decisión y con vocación de liderazgo. Como decías al principio de la entrevista, buscando ser dueños de nuestro propio destino.
Eugenio Mallol.-Tienes la experiencia de estar vinculada a empresas como ASTI Mobile Robotics, que tiene un discurso de democratización de la robótica en el ámbito industrial y los vehículos autónomos, por ejemplo. Juega a favor de la reindustrialización que cada vez la tecnología va a ser más accesible.
Emma Fernández.-La tecnología está siendo cada vez más accesible en todos los ámbitos y la robótica es uno de ellos. No sólo porque se han desarrollado tecnologías nuevas, sino porque las formas de diseñar nuevos usos de la tecnología se han ido simplificando. Alguien que no sepa nada de la física del estado sólido puede ahora hacer uso de los dispositivos a través de las funciones que proporciona el circuito, con guías y bibliotecas previas. Todo esto sucede igual en el mundo del software con el código abierto y en la robótica, donde cada vez más habrá componentes abiertos que se puedan reutilizar.
Eugenio Mallol.-El salto clave es que esos que lo tienen “chupado” para diseñar circuitos integrados entiendan el mundo de la empresa, que sean capaces de generar oportunidades.
Emma Fernández.-La empresa que tiene una visión de qué problema quiere solucionar y a qué clientes quiere atender tiene que ser capaz de incorporar más rápidamente las nuevas tecnologías. Y a la vez, el que sabe de nuevas tecnologías tiene que preocuparse más por entender cuáles son las nuevas necesidades de los empresarios y hablar un lenguaje menos técnico y mucho más cercano al usuario final. Ese ha sido siempre el gran dilema de la tecnología: la dificultad del diálogo entre el experto y el usuario. Y en eso se ha avanzado mucho en los últimos 50 años. No tiene color. Estamos muchísimo más cerca los tecnólogos y los que aplican la tecnología. Pero todavía queda camino.