Nacho Armesto (UVigo): «Las empresas que generan una relación de confianza sacan más partido a la investigación universitaria»

El profesor del Departamento de Ingeniería de Sistemas y Automática en la Escuela de Ingeniería Industrial de la Universidad de Vigo, organizador de las Jornadas de Automatización Industrial (JAI), conversa sobre la colaboración entre el mundo de la ciencia y el de la economía con el analista de innovación Eugenio Mallol
5 de marzo de 2022 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
Nacho Armesto (UVigo): «Las empresas que generan una relación de confianza sacan más partido a la investigación universitaria»

Eugenio Mallol.-La automatización inteligente es una de las grandes tendencias tecnológicas del momento. Todos somos conscientes de que las empresas tienen que superar muchos pasos todavía para llegar ahí. Hay atajos, pero lo primero que hay que hacer es diseñar una estrategia para gestionar los datos.

José Ignacio Armesto.-La universidad tiene ese componente de búsqueda de las futuras soluciones tecnológicas, pero nuestros egresados y nuestras empresas necesitan también a gente que sepa utilizar las tecnologías que ya existen. En mi etapa de tesis doctoral sobre ingeniería de sistemas industriales, mi director era más partidario de colaborar con las empresas del entorno, que muchas veces no nos piden que investiguemos en 5.0, pese a que eso siempre es necesario, sino que seamos sensibles al hecho de que una buena parte de ellas está todavía en el nivel 0,9. En nuestro caso, iniciamos un proyecto con una empresa local en el ámbito de la intralogística. Su solución tenía un carácter diferencial, pero requería una automatización compleja porque se trataba de desarrollar sistemas de almacenamiento caótico.

Eugenio Mallol.-Siempre es interesante saber cómo es posible que una solución de un proveedor de tamaño pequeño es capaz de imponerse a la de grandes compañías.

José Ignacio Armesto.-En este caso, en el primer proyecto en el que participé lo hizo porque era la única propuesta viable. Los otros fabricantes ofrecían en aquel momento soluciones de “barras fijas” (una única referencia por línea de acumulación), lo que implicaba que el aprovechamiento del espacio de almacenamiento fuera inferior. Además, si -como es habitual en el automóvil- cambia la distribución de producción, estas soluciones ofrecen poca flexibilidad para ello. Proponían utilizar muchas barras de acumulación y nosotros planteamos una solución con bastantes menos, gracias a una arquitectura mecánica adecuada para implementar almacenes caóticos que, complementados con un sofisticado sistema de control basado en PC, ofrecía una solución altamente innovadora. Durante éste y otros proyectos que desarrollamos durante esos años, aprendí lo que es ser ingeniero en la práctica. Además, fruto de estos trabajos desarrollé mi tesis, con la que finalmente obtuve un premio extraordinario de doctorado. La empresa con la que colaboramos acabó creando un departamento de automatización en el que todavía hoy trabajan muchos de nuestros exalumnos/as de aquella época. Se dio una simbiosis estupenda y aprendimos las bondades que pueden surgir de estas colaboraciones. Con el tiempo acabamos poniendo en marcha las JAI (Jornadas sobre Tecnologías y Soluciones para la Automatización Industrial), un congreso multimarca convocado por la Universidad de Vigo, de profesionales para alumnos y para profesionales. Las grandes firmas suelen hacer grandes jornadas técnicas y roadshows, pero suelen ser eventos monomarca. Nuestro planteamiento fue abrir el congreso a muchas firmas y, como era convocado por la universidad, dotarlo de un perfil neutro. Poco a poco hemos ido reorientando el discurso colaborativo, haciéndole ver a las firmas participantes que por las escuelas de ingeniería pasan miles de ingenieros/as que tienen ocasión de conocer sus productos, lo que hará mucho más probable que los utilicen o prescriban durante su carrera profesional. A lo largo de estos años he tratado de poner el foco en estudiar e innovar a la hora de vincular el mundo de la universidad y el de la empresa.

Eugenio Mallol.-En otros países esto se hace de una forma natural.

José Ignacio Armesto.-En otros países, en efecto, me parece que es más habitual esa simbiosis entre universidades y empresas. Las empresas tecnológicas están en contacto continuo con las escuelas de ingeniería y, de hecho, en muchas carreras se incluye un semestre de prácticas obligatorias y se suelen organizar muchos seminarios y visitas. Incluso en algunos centros los profesores tienen que haber pasado un tiempo en el mundo empresarial para acceder al puesto, con lo cual muchos de ellos tienen vínculos con el mundo profesional. Y se reciclan: en las escuelas técnicas, periódicamente, el profesorado se toma un semestre para integrarse en una empresa y aprender nuevas tecnologías. En Alemania, por ejemplo, tienen un tejido industrial muy desarrollado y su virtud es que son capaces de convertir una empresa que fabrica tecnología en una empresa que crea un producto y lo vende. Grandes fabricantes de sectores como el de la automoción acaban rodeándose de proveedores que con el tiempo se convierten en generadores de tecnología que exportan a otros. En ocasiones se ubican centros de FP y universidades cerca de ellos. Otra característica muy importante es que los empresarios allí se juegan su prestigio personal en la empresa, es decir, le suelen poner su apellido y se preocupan mucho de que la segunda, tercera y cuarta generación sean responsables de la empresa, aunque la profesionalicen.

Eugenio Mallol.-Crear sagas y no burbujas.

José Ignacio Armesto.-Aquí hay muy buenos empresarios que saben educar a sus hijos en no vivir de rentas, sino en el esfuerzo, en el sacrificio, en conocer la empresa desde abajo y en ir a la universidad a prepararse para continuar el proyecto que lleva su apellido. Es importante contraponer su ejemplo a la cultura del pelotazo, donde las empresas no suelen persistir en el tiempo. Debemos evitar convertirnos en un espacio donde se generan setas que, en muchas ocasiones, tristemente, desaparecen.

Eugenio Mallol.-Hazme un diagnóstico del estado de la automatización en las empresas y dime qué puede hacer la universidad ahí.

José Ignacio Armesto.-Qué puede hacer la sociedad, porque esta es otra cosa que nos pasa: siempre buscamos un culpable. Los grandes responsables somos tú y yo, las familias, casi todo proviene de lo que enseñamos en las casas. En nuestro territorio, hay muchas fábricas y empresas tractoras de la economía cuyos centros de investigación y desarrollo, tanto de producto como de proceso, no se encuentran en España, el know-how está fuera. Como fabricantes e ingenieros somos buenos, y somos capaces de articular plantas productivas y eficientes, esa es una de nuestras grandes fortalezas como país. Pero también sucede que muchas empresas proveedoras de primer nivel, que nacen en torno a estas empresas tractoras, iniciadas por gente emprendedora española, han acabado en manos de multinacionales que las han comprado. Tenemos que potenciar, además, a las ingenierías que se sitúan alrededor de estos tractores de 4.0, para que compitan por los grandes desarrollos. En cuanto a las pymes, hay volcar las ayudas en tantas de ellas que apenas tienen un informático en plantilla que debe hacer de todo, desde configurar la Tablet del CEO hasta los firewalls de la empresa. Las estructuras de CIO, CISO y demás están pensadas para empresas medianas y grandes. Una pyme con 10 empleados poco tiene que hacer, casi debería subcontratar este tipo de servicios. El que no crezca no va a pervivir.

Eugenio Mallol.- No busquemos culpables, reflexionemos acerca de qué puede hacer la universidad para mejorar esto.

José Ignacio Armesto.-La universidad tiene que formar a profesionales capacitados. Ese es nuestro perfil desde el punto de vista docente. Las carreras de ingeniería en España forman muy bien, aunque con la reforma de Bolonia creo que nos hemos ido suavizando un poco, nos hemos adaptado a un modelo que considero menos exigente que en el pasado. Pero podemos competir. A nivel de investigación, considero que en muchas ocasiones debería ser pilotada no sólo por lo que nos digan los que más publican a nivel mundial, sino también por una transferencia vinculada a las empresas del entorno. Estoy seguro de que muchos de los proyectos de investigación que se desarrollan en otros países se inician porque una empresa tractora colabora y financia a grupos e institutos universitarios de investigación y transferencia para resolver o innovar en aquellas cuestiones que consideran estratégicas. El tejido productivo y empresarial debería ser parte del sistema y ayudar a orientar, proponer y financiar las líneas de investigación universitaria. En España, hemos tenido que hacer el esfuerzo de subirnos al carro de Europa de la mano de empresas tractoras de proyectos de transferencia que muchas veces son pequeñas, locales, y eso representa una dificultad añadida. Yo creo que es clave que las empresas, los centros tecnológicos y las universidades integren el espíritu de colaboración en su ADN.

Eugenio Mallol.-Las empresas suelen decir que cuando van a la universidad y le piden que investigue, la respuesta que reciben es que no es su función.

José Ignacio Armesto.-El número de investigadores es acotado y es lógico que se busquen acuerdos negociados. Uno de los objetivos de la investigación universitaria es publicar y, como sucede en otros ámbitos profesionales, hay unas temáticas que funcionan mejor para aparecer en determinadas revistas, lo que acaba siendo un condicionante natural de su actividad. Las empresas que sacan más partido de la investigación universitaria son las que son capaces de generar confianza y ofrecer una motivación externa para lanzar esos proyectos, ya que la hay interna discurre por un plano, igual de legítimo, pero diferente. Es importante propiciar un acuerdo económico que ayude a financiar a los investigadores y a los alumnos. Si preguntas a la empresa que te comentaba al principio, con la que llevamos colaborando 30 años, creo que te dirán que están contentos. Ese es el camino.

Eugenio Mallol.-El tema de la baja solicitud de patentes es una de las derivadas.

José Ignacio Armesto.-La clave es poner todo el esfuerzo en incrementar las patentes en explotación, adquirir esa visión de la transferencia de tecnología y que se considere incluso un asunto popular la capacidad de los investigadores para establecer relaciones con empresas que generen réditos económicos. A veces incurrimos en una obsesión por las métricas vinculadas con el currículum. En mi caso, soy partidario de hacer proyectos de fin de carrera con empresas, para qué me voy a inventar uno para un alumno cuando hay empresas que tienen problemas y retos. El éxito no puede ser exclusivamente hacerse funcionario o dar un pelotazo, hay que mirar a largo plazo y cuando aparece un brote verde regarlo y hacerlo crecer hasta rodearse de bosques de empresas.

Eugenio Mallol.-Volvamos al tema inicial de la automatización, a las claves a las que habrá que estar atentos en el medio plazo.

José Ignacio Armesto.- Es un círculo virtuoso: para crecer, las empresas tienen que ser competitivas y para eso deben usar tecnología. Si los grandes fabricantes usan las tecnologías 4.0 no es para perder dinero, sino porque les dan un retorno, están consiguiendo mejoras. Pero tampoco hay que hacerlo como pollos sin cabeza. El 4.0 o el 5.0 al final es una maleta de tecnologías que puedes usar y a veces lo difícil es decidir por cuál empezar. Eso requiere conocimiento, que haya gente que vea lo que hay y lo que se puede aplicar. Y a veces conviene ir a los grandes fabricantes de tecnología que sabes que estarán ahí durante décadas y centrarte en tu negocio. En eventos como JAI, ferias en las que tengas la oportunidad de ver lo que se está haciendo, casos de éxito, conviene tener a alguien que dedique tiempo a eso y apostar por las empresas que tienen la tecnología y que a medio plazo nos estarán acompañando.

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