La comida del futuro despierta en el presente

El desplome de inversión de 2023 y el hundimiento de fenómenos como Beyond Meat abren un debate sobre cómo incorporar al consumidor a una industria obligada a cambiar
Eugenio Mallol
6 de agosto de 2024 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
La comida del futuro despierta en el presente

Artículo incluido en ATLASTECH REVIEW Nº 28

El paradigma de la alimentación del futuro quedó noqueado después de un 2023 terrorífico en términos de inversión. La consultora AgFunder, autora de las estadísticas de referencia a nivel global, inventarió un desplome del 79% en nuevos sistemas agrícolas, del 75% en cloud retail, del 60% en egrocery, del 58% en software de gestión de granjas, sensórica e IoT, y del 51% en alimentación innovadora. Las startups agroalimentarias recaudaron 15.600 millones de dólares a nivel mundial en 2023, un 49,2% menos que los 30.500 millones de dólares en 2022. Sólo se salvaron dos categorías: bioenergía y biomateriales y robótica agrícola, mecanización y equipamiento agrícola; y, a nivel geográfico, una Europa que sólo cayó el 14%, frente al retroceso del 30% en Estados Unidos.

Los principales foros dedicados a pronosticar qué comeremos mañana, se vieron obligados a ofrecer una explicación creíble y, en muchos casos, a reformular sus previsiones. “Este reinicio que estamos viviendo es, en cierto modo, algo bueno porque creará un mejor ciclo a partir de hoy, en el que las empresas serán más razonables en cuanto a las tasas de valoración y la cantidad adecuada de capital”, dijo Sebastien Pascual, de Temasek en la Future Food-Tech Alternative Proteins Conference de Chicago.

Tiene razón Ryan Shadrick Wilson, de Boardwalk Collective, al señalar que las tendencias macroeconómicas que impulsaron la aparición de muchas startups de alimentación, como la preocupación climática y el crecimiento de las enfermedades crónicas relacionadas con la dieta, no han cambiado. Pero en 2024 se esperan valoraciones de empresas más próximas a 5x que 10x.

Los inversores quieren ver ingresos sólidos y potencial para comercializar productos antes de lo que solía ser habitual hace un par de años. Eso ha llevado el debate a la difícil cuestión de establecer, de forma lo más objetiva posible, qué es lo que quiere realmente el consumidor. Kate Toews, socia asociada de McKinsey, señaló en la conferencia que el mercado puede haber malinterpretado la respuesta de los consumidores a los productos de proteínas alternativas durante la pandemia del Covid.

“Tal vez ese período de adopción, que percibimos como realmente el comienzo de la senda ascendente de la curva S, no fue una adopción. Tal vez fue realmente una prueba. Tal vez fue curiosidad, interés, experimentación. Y ahora escuchamos constantemente una decepción continua sobre el sabor y la textura de los productos cárnicos alternativos”, afirma.

Consumidores

Desde la perspectiva del consumidor, Suzannah Gerber, investigadora de la Universidad de Tufts, advierte de que “la toma de decisiones racional no suele ser la forma principal en que se toman las decisiones”. Los consumidores se preocupan más por el sabor y la textura del producto que por la ciencia que hay detrás de las tecnologías de cultivo celular, sustitutos sintéticos de grasas o fermentación de precisión.

Adoptando el punto de vista empresarial, Justin Shimek, de Mattson, explica que la pandemia aceleró muchos de los problemas existentes en la cadena de suministro, y muchas empresas decidieron racionalizar las unidades de mantenimiento de existencias (SKU, stock keeping unit): si solían tener 25 sabores de mezcla para pasteles y solo podían disponer de 10, debido a los problemas de suministro, su reacción natural fue preguntarse si realmente necesitaban los 25 sabores.

Ese análisis de costes se agrava más si cabe cuando irrumpe el problema de la inflación, y las empresas tienen que impulsar los ingresos únicamente a través de acciones de fijación de precios. La forma de pensar sobre el desarrollo futuro de los alimentos ha cambiado.

Ha llegado, por eso, el momento de que la industria alimentaria se prepare para el “aburrimiento”, según Thomas Bailey, analista de alimentos de consumo de Abobank y autor del informe “Disruptive’ Food Products Prove to be More Hype Than Bite: Is the Age of Food Disruption Over?” Su visión es que, como si de un movimiento pendular se tratara, las empresas están dejando de lado la innovación disruptiva y adoptan estrategias más incrementales para sus productos principales.

No hemos visto nada que haya cambiado realmente el equilibrio de poder o que haya creado un mercado totalmente nuevo para los alimentos, pero derrumbe del capital riesgo aparte, sí hay movimientos que confirman que no se trata de aventuras mediáticas sin más. Danone y Michelin, la startup estadounidense DMC Biotechnologies y Crédit Agricole Centre France, han acordado crear la Biotech Open Platform para impulsar el desarrollo de procesos de fermentación de precisión, a mayor escala. Invertirán más de 16 millones de euros en una primera fase que se ubicará en Clermont-Ferrand, en el Centro de Materiales Sostenibles Parc Cataroux, un acelerador de innovación apoyado por Michelin.

Por su parte, Believer Meats, líder en la industria de la carne cultivada, acaba de anunciar su asociación con el Centro Bezos para Proteínas Sostenibles de la Universidad Estatal de Carolina del Norte (NC State), con una subvención de 30 millones de dólares por parte del Bezos Earth Fund. Promoverán proteínas alternativas para abordar la brecha de suministro proyectada para las próximas décadas.

Inversión informada

En 2021, Boston Consulting Group preveía que el consumo de proteínas alternativas aumentaría hasta alcanzar los 97 millones de toneladas en 2035. En noviembre de 2022, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) autorizó por primera vez la “carne cultivada” para el consumo humano. Y el año pasado JP Morgan daba por buena la estimación de Research and Markets de que en 2040 el 60% de la carne se creará a partir de células cultivadas dentro de biorreactores.

Para Bailey, lo que estamos viendo es que “las empresas más grandes están volviendo a lo que mejor saben hacer y trabajando en ajustes y mejoras precisas de los productos existentes que están en línea con su proveedor, inventario y base de consumidores”. Las startups y las empresas pequeñas tienen que asumir que, sin un concepto verdaderamente innovador, va a resultar casi imposible conseguir el capital necesario. “No creo que la era de la disrupción haya terminado. Creo que la era de la ‘inversión desinformada’ en disrupción ha terminado”, afirma Jamie Valenti-Jordan, de Catapult Commercialization Services.

Las empresas de alimentación destinan tan solo el 0,4% de sus ingresos a I+D, frente al 18% de las empresas de software y del 12% de las farmacéuticas. En cifras absolutas, las diez principales empresas de alimentación e ingredientes alimentarios dedican tan solo entre 4.000 y 5.000 millones de dólares al año a I+D, frente a los 22.000 millones de dólares que invierten de media al año en fusiones y adquisiciones.

Cuando hablamos de ampliar la escala de la tecnología alimentaria, la gran barrera que hay que superar es el elevado gasto de capital. Para ello, a menudo es necesario aumentar los volúmenes de producción de ingredientes y tecnologías habilitadora.

Las proteínas a granel y sin origen animal suelen exigir cientos de millones de dólares en gastos de capital, pero hay excepciones. Como los productos lácteos alternativos, que equieren una inversión de capital considerablemente menor y representan alrededor del 16% del mercado, en comparación con apenas el 0,5% de las carnes alternativas. Uno de los mayores problemas del sistema alimentario es que cada año se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos. Las soluciones tecnológicas que integran IA y visión artificial permiten también escalar sin una gran inversión en gastos de capital, propiedad intelectual y regulación.

Jeff Grogg, de JPG Resources, dice que comprender el comportamiento de los consumidores sigue siendo un desafío. Lo que dicen y lo que están dispuestos a pagar en el supermercado suelen ser cosas bastante diferentes. Según el informe Mondelēz International “State of Snacking”, el 74% de las personas afirman que suelen reciclar los envases en los que vienen sus snacks. “Esa es una falsedad escandalosa”, proclama Grogg.

Los científicos de alimentos tienen ante sí, en definitiva, el desafío de reformular los ingredientes no solo para atraer al consumidor, sino también para encontrar opciones más sostenibles, costes más bajos y, por lo tanto, menor exposición en la cadena de suministro. Sin olvidar el nuevo protagonismo para determinados nichos de mercado que abren dinámicas como la demográfica: los baby boomers de hoy no quieren comer comida para ancianosmenos, sino con buen sabor.

Artículo incluido en ATLASTECH REVIEW Nº 28

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