Oppenheimer, Valencia, Málaga y el Perte Chip

El mismo papel determinante que el control de la tecnología atómica tuvo en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, hoy lo desempeña la industria microelectrónica, según el autor, que insta a implantar en España una gobernanza territorial capaz de articular la colaboración en todos los niveles y direcciones de los ecosistemas regionales
Carlos G. Triviño
3 de octubre de 2023 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
Oppenheimer, Valencia, Málaga y el Perte Chip
Universal Pictures

La exitosa película de Christopher Nolan sobre Oppenheimer recrea el proceso de innovación concentrada implementado por Estados Unidos entre 1943 y 1945 en medio del desierto de Los Álamos, con la finalidad de diseñar una bomba atómica capaz de dirimir el desenlace de la Segunda Guerra Mundial. El éxito tecnológico de dicha misión explica en buena medida las hegemonías geoestratégicas que dan forma al mundo global contemporáneo, e ilustra como ningún otro relato la supremacía fáctica que deriva del control de la tecnología, el papel decisivo de la innovación en los procesos competitivos y lo determinante de los tempos en la efectividad de las innovaciones. Sin embargo, la principal lección de este episodio de la historia excede la mera perspectiva de la ciencia, situando los auténticos dilemas de dicha coyuntura histórica en el potencial destructivo del uso indebido de la misma o la existencia de un lado oscuro en los poderes de la tecnología.

El mismo papel determinante que el control de la tecnología atómica tuvo en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, hoy lo desempeña la industria de los semiconductores, los microchips y los circuitos integrados. Y los mismos dilemas se repiten. La microelectrónica y la fotónica integradas son como el uranio o el plutonio enriquecido de la supercomputación, la movilidad, la industria digital, las telecomunicaciones, la carrera espacial, la defensa, la ciberseguridad, la inteligencia artificial o las tecnologías cuánticas. El avance de todas estas tecnologías será inviable sin su fundamento. Y por esta razón controlar el proceso integral de diseño, fabricación y distribución de microchips será determinante en la definición de los nuevos equilibrios que articulen la geometría inestable del emergente orden mundial. Es mucho lo que se encuentra en juego, porque no podemos tolerar que estas tecnologías se encuentren bajo el predominio de sistemas ideológicos negacionistas del derecho internacional, el cambio climático, las libertades democráticas o los derechos humanos.

Pero, más allá de ello, ¿cualés deberían ser las principales conclusiones para un europeo de hoy respecto al Proyecto Manhattan? Obviamente, la primera y más importante es que la tecnología puede derivar hacia causar estragos a la humanidad, y que debemos velar por una gobernanza mundial que garantice que la tecnología solo podrá utilizarse como una herramienta al servicio de los intereses de nuestra especie y de la integridad ambiental de nuestro planeta y de las demás formas de vida que habitan en ella.

Pero además del corolario ético, existe también una lección de orden pragmático que nos demuestra que un país puede desencadenar procesos de innovación a gran escala si logra conformar las estructuras de colaboración capaces de sumar las altas energías de la investigación, la experimentación y la fabricación. También que los planes públicos de estímulo a la innovación estratégica solo tienen sentido cuando son enérgicos e imaginativos. Visionarios, misionarios y expedicionarios. Porque sin un enfoque así están llamados a una granilocuente esterilidad de dispendios y de ausencia de resultados.

La European Chips Act y el PERTE Chip son herramientas con un potencial sin precedentes en la historia de nuestra innovación tecnológica. Como el modelo estándar de Niels Bohr, el PERTE Chip es -en el plano de la teoría- una apuesta programática audaz y necesaria. Gracias a su aprobación hemos descubierto las propiedades básicas de nuestro sistema científico e industrial de microelectrónica y hemos atisbado un potencial de colaboración entre universidades, industrias, instituciones y territorios que ni siquiera fuimos capaces de imaginar antes de disponer de dicho modelo teórico. Nos queda ahora el aprendizaje de la lección pragmática: la necesidad de colaboración como factor de relevancia, a todo o nada, el carácter hiper-crítico de los tiempos, la predisposición del país a sentirse implicado en el sentido de una misión, y el diseńo de una gobernanza estratégica capaz de accionar los mecanismos de la innovación en cadena.

Algunos ejemplos como Valencia Silicon Cluster o la Fundación Innova Ricardo Valle llaman al optimismo de la posibilidad de que España acabe transformándose en una potencia en semiconductores. El ecosistema valenciano ha logrado aglutinar el 50 por ciento del talento nacional en diseño microelectrónico y plantea un modelo de confluencia de sus tres nuevas cátedras de la Universitat Politècnica y la Universitat de València (de diseño microelectrónico, chips fotónicos y materiales avanzados semiconductores) hacia la formación de un Campus Internacional de Semiconductores. La ciudad de Málaga apuesta igualmente por el talento y proyecta una admirable vitalidad, así como una sólida capacidad de convocatoria entre múltiples sectores e instituciones tecnológicas como polo de gravitación.

Pero será la implantación de una gobernanza territorial capaz de articular la colaboración en todos los niveles y direcciones de los ecosistemas regionales lo que marcará la diferencia entre un plan de éxito o un experimento fallido y disfuncional. Precisamente dos de los ecosistemas mejor desarrollados de semiconductores de España, Valencia y Málaga, compartieron sobre la mesa del último Collaborate de Atlas Tecnológico la necesidad de una agenda de trabajo en colaboración, que imprimirá una nueva etapa en la implementación del Perte Chip basada en la reunión de fuerzas y la complemetariedad táctica entre territorios. Y aquí es donde sería bueno recordar que la fusión nuclear desencadena un potencial de energía cien veces superior al de cualquier mecanismo de fisión.

*Carlos G. Triviño es CEO de Gobernanza Industrial SL y Secretario de Valencia Silicon Cluster

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