Los robots siempre llaman 10, 12 veces

Nos encontramos ante tiempos de cambio perpetuados sobre todo por la implantación de la inteligencia artificial y la robótica, según Francisco J. Jariego, en este ensayo, la combinación de ambos conceptos consolida uno de los motores de la transformación de la industria
Francisco J. Jariego
8 de noviembre de 2022 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
Los robots siempre llaman 10, 12 veces

Vivimos tiempos de cambio acelerado, innovación exponencial dicen. La inteligencia artificial ha despertado. Algunos creen que literalmente (¿Es ya consciente?) . Las capacidades de los modelos de aprendizaje automático masivos como BERT, GPT-3, o DALL-E se consolidan como negocio emergente en áreas de aplicación creciente, cada vez más “generalistas”. Este verano han hecho su entrada con un intenso redoble de tambor en la escena del diseño gráfico y la creación artística, haciendo temblar a los diseñadores. (¿Nuestros trabajos también se los llevan?). Para un escritor resulta cuando menos gracioso pensar que los “prompts” creativos en Midjourney o Stability AI vayan a convertirse en los nuevos pinceles, que desbanquen a los Van Gogh y Picasso del momento. Stability AI entra en octubre en el reino de los unicornios, y las preguntas se amontonan.

En el terreno de la robótica propiamente dicha los anuncios también abundan. Robótica más inteligencia artificial es, de hecho, la combinación de líneas de investigación y desarrollo identificada por la academia y el capital riesgo como uno de los motores de la transformación de la industria, sí la industria 4.0, pero con un enorme potencial en áreas que se ramifican mucho más allá de la fabricación y la producción propiamente dicha, desde la cirugía o el cuidado de pacientes y personas mayores, hasta los drones que por desgracia adquieren protagonismo en uno de nuestros más pesados lastres, la guerra, pasando por la entrega de paquetería, etc. etc. etc.

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Los Atlas (ironía intencionada) de Boston Dynamics y compañía continúan haciendo las delicias de los responsables de marketing y comunicaciones, y los periodistas ávidos de novedades en ferias y congresos de tecnología, pero siguen siendo demasiado torpes (y arriesgados) para la mayor parte de los usos más sensibles, productivos y, porque no decirlo, mucho menos imaginativos.

El vehículo autónomo ha liderado y concentra esfuerzos capitales en el desarrollo de IA y Robótica. Como nota curiosa, Hyundai adquirió Boston Dynamics (que va de mano en mano) el año pasado y este verano anunció un nuevo instituto de investigación. Pero los vehículos autónomos no avanzan a la velocidad que se esperaba (o anunciaba), y cuando la marea de los presupuestos publicitarios baja la narrativa de los charlatanes queda expuesta. Los humanos somos muy torpes conduciendo y los robots venían a salvarnos. Por desgracia, de la conducción no nos va a librar el vehículo autónomo, sino la dura realidad del cambio climático, la crisis energética y la limitación de recursos. 8.000 millones de personas no pueden tener un caballo de 1.000 Kg en propiedad aparcado el 95% del tiempo, así que serán los gobiernos los que nos FRANCISCO J. JARIEGO obligarán a compartir vehículos públicos que por el momento (y no entiendo por qué) siguen siendo bastante tontos.

Aunque será (con muy alta probabilidad) solo transitorio, las inversiones de riesgo han detenido su aceleración exponencial este año. Los inversores recalan en boxes para reevaluar estrategias y proyectos aprovechado el impasse a que nos vemos forzados por las prioridades geopolíticas, energéticas y macroeconómicas del momento.

Mientras todo esto ocurre, la voz de investigadores de prestigio, algunos tan poco dudosos como Yann LeCun (jefe de IA en Meta), Gary Marcus, o pioneros como Rodney Brooks, nos explican que la fuerza bruta de las redes neuronales profundas no es suficiente para cruzar la barrera de la inteligencia artificial general. Hace falta algo más en la marmita de la poción mágica.

Para los menos impacientes, los que no se ven en la necesidad de vender hoy lo que solo estará disponible nadie sabe con seguridad cuándo, la buena noticia es que la gran cantidad de personas y organizaciones con enorme talento, públicas y privadas, que miran hoy al futuro es cada vez mayor, más cualificada y más ansiosa por cuantificar oportunidades, expectativas y riesgos. Este mismo mes, The Future Fund, el brazo armado 30 de octubre 2022 | 5 del capital riesgo “altruista” de Sam Bankman-Fried (el nombre no es broma), convoca un concurso con premios muy suculentos para refinar estimaciones sobre la cuestión más “espinosa” de la inteligencia artificial.

La cuestión no es trivial, como la gran mayoría estará de acuerdo, pero tampoco especialmente novedosa. Tanto el concepto de robot, como todos nuestros deseos, temores y anticipaciones de índole muy diversa nos acompañan desde hace mucho, mucho tiempo. La raza que está por llegar de George Eliot, que Samuel Butler prohibió en 1872, para que Frank Herbert rescatara como la Jihad Butleriana en Dune (1965), que Alfred Marshall quiso entender en su juventud (1867), Karel Čapek presentó en su obra de teatro R.U.R. en 1921 y Fritz Lang llevó al cine en 1927, que Asimov sometió a sus 3 leyes en 1942, esos robots de los que ahora habla todo el mundo como si fueran la última novedad, llegan llamando a la puerta de nuestra imaginación mucho tiempo. No son como el cartero, que solo llama dos veces. Son mucho más insistentes. ¿Ha llegado ahora por fin su momento?

Osaré compartir dos predicciones. La primera es que investigación e inversión continuarán y los resultados seguirán acumulándose, casi con seguridad no de manera exponencial (todavía no ha llegado ese momento a la esperada singularidad). No. Lenta pero inexorablemente.

La segunda es que la “Killer Aplication” (más ironía intencionada) no será el robot humanoide con brazos piernas y sonrisas amables o dientes agresivos. Ese robot no es más que la legítima aspiración de comprendernos a nosotros mismos, pero no tiene ninguna razón de ser en una sociedad que lo que busca con ansia es la productividad. No. Habrá muchas aplicaciones, infinidad de ellas, y serán mucho más especializadas de lo que a los amantes de los monigotes antropomórficos les gustaría aceptar.

Y para concluir una especulación. A la raza que estamos por construir le ocurre un poco como a los alienígenas que estamos por encontrar. Podrían llegar en cualquier momento, porque nuestro principal problema es que no sabemos muy bien (en ambos casos, vida e inteligencia, nos ocurre lo mismo) qué es lo que en realidad estamos buscando. De hecho, biología (sintética) e inteligencia (artificial) ofrecen un amplio espacio para la convergencia. Mi expectativa personal es que en los próximos 25 -30 años, de aquí a mediados de siglo se producirá algún un avance puntual notable que abrirá nuevas vías de pensamiento y desarrollo. Permanezcamos sintonizados.

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