La transición energética global zozobra en 2025 por rivalidades, seguridad y tecnologías emergentes, según la CERAWeek

Tensiones geopolíticas, avances tecnológicos y nuevos riesgos climáticos marcan la transición energética, en la que la seguridad vuelve al centro del debate, la inteligencia artificial redefine la demanda y cada región ajusta su estrategia entre rivalidades y oportunidades,. según las conclusiones de la conferencia reunidas por S&P Global
María José Martínez
4 de junio de 2025 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
La transición energética global zozobra en 2025 por rivalidades, seguridad y tecnologías emergentes, según la CERAWeek

Ejecutivos y responsables políticos de los sectores de la energía, la tecnología, las finanzas y los gobiernos se reunieron este año en la conferencia CERAWeek, organizada por S&P Global, en un momento único de disrupción global. El orden comercial, económico y geopolítico internacional se está transformando, con profundas consecuencias para el desarrollo de la transición energética en los próximos años. Empresas e inversores se están preparando para una era que se definirá por un renovado enfoque en la seguridad energética, la proliferación de la inteligencia artificial (IA) en la economía, la intensificación de la competencia geopolítica y el continuo riesgo climático. El informe ‘The energy transition’s disrupted path forward’ recoge las claves desarrolladas durante la conferencia.

En el caso de Estados Unidos, con la llegada de la administración Trump, la política energética ha dado un giro radical. La agenda ahora gira en torno a la “abundancia energética”, con énfasis en el gas natural como combustible estratégico para alimentar el crecimiento de la inteligencia artificial (IA) y sostener la seguridad nacional. Además, se promueve una “renacimiento nuclear”, con impulso a los pequeños reactores modulares (SMR) y tecnologías como la geotermia avanzada y el almacenamiento de carbono.

Seguridad y rivalidad

La noción de “seguridad energética” ha vuelto con fuerza. En un mundo donde las cadenas de suministro están tensionadas y los conflictos proliferan, los gobiernos están priorizando los recursos domésticos. Para Europa, sin abundantes recursos fósiles, esto significa acelerar el despliegue de energía solar, eólica y nuclear. En cambio, los países en desarrollo se inclinan por tecnologías limpias de bajo costo (principalmente de origen chino) mientras que potencias fósiles como EEUU, Rusia y Arabia Saudita consolidan estrategias basadas en petróleo y gas.

La competencia entre EEUU y China se traslada también al terreno energético. Washington busca la supremacía en petróleo y gas, mientras que Pekín se posiciona como líder global en tecnologías limpias, controlando la producción y exportación de paneles solares, baterías y minerales críticos. Esta divergencia alimenta tensiones comerciales, al tiempo que acelera la transición energética en mercados emergentes.

Europa, por su parte, ha reorientado su estrategia energética hacia la competitividad económica, manteniendo su apuesta por la energía limpia, pero flexibilizando regulaciones para agilizar proyectos. Canadá enfrenta un dilema tras los choques comerciales con EE.UU. La respuesta pasa por la diversificación de mercados, el impulso a infraestructuras clave como oleoductos y las nuevas alianzas comerciales para reducir su dependencia del vecino del sur.

IA y tendencias

El auge de la IA está transformando la demanda eléctrica global. Los centros de datos requieren energía fiable, limpia y rápida de implementar. Esto ha disparado la demanda de renovables con almacenamiento, pero también de gas natural. A largo plazo, empresas tecnológicas apuestan por nuevas fuentes de energía sin emisiones como los SMR, la fusión nuclear y la geotermia avanzada. Al mismo tiempo, las empresas energéticas están adoptando IA para optimizar operaciones, reducir costos y acelerar el desarrollo de tecnologías emergentes. Pero la incógnita persiste: ¿cuánta electricidad adicional necesitará realmente la IA en la próxima década?

Lejos de perder protagonismo, el gas natural vive un nuevo auge. Europa lo ha incluido como parte de su camino hacia la neutralidad climática, y grandes inversores como BlackRock reconocen su papel estructural. El gas natural licuado (GNL) estadounidense, pese a tensiones políticas, se consolida como suministro estratégico para Europa y Asia. Sin embargo, el sector enfrenta desafíos regulatorios y presión para reducir emisiones de metano, cada vez más vigiladas por tecnologías satelitales y drones.

Las tecnologías con mayor impulso incluyen la solar fotovoltaica, la eólica y, de forma emergente, la geotermia avanzada, que ha mostrado avances operativos significativos. Por su parte, el sector nuclear vive un momento de renovado interés, aunque enfrenta obstáculos en talento, regulaciones y aceptación social. El hidrógeno, tras el entusiasmo inicial, ha adoptado un enfoque más pragmático, centrado en nichos como el amoniaco.

En cuanto a minerales estratégicos, China lleva décadas de ventaja en cadenas de valor. Occidente se enfrenta al reto de reducir esa brecha con políticas coordinadas, inversión estatal y cambios en la percepción del riesgo minero. La administración Trump ha puesto énfasis en acelerar permisos y estimular la producción local, pero los beneficios no se verán hasta la próxima década.

El riesgo climático permanece, y el sector asegurador se convierte en una señal clara de los costos crecientes. La falta de un sistema estandarizado de contabilidad de emisiones obstaculiza la asignación eficiente de capital hacia productos bajos en carbono. La solución pasa por crear marcos de reporte y verificación a nivel de producto, apoyados por registros confiables y gobernanza internacional.

En definitiva, las fuerzas en juego (geopolítica, IA, seguridad energética, presión climática y competencia tecnológica) han fragmentado el mapa energético global. La transición sigue adelante, pero su trayectoria dependerá cada vez más de quién controle los recursos, el conocimiento y el capital.

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