
La redefinición de los corredores comerciales mundiales plantea un nuevo desafío estratégico para la seguridad

La sonata de fricción geopolítica que retumba desde 2017 ha alcanzado un nuevo crescendo. El informe de McKinsey «Un nuevo paradigma comercial: cómo los cambios en los corredores comerciales podrían afectar a los negocios« constata que el sistema de intercambio mundial se mueve a velocidad tectónica, sacudido por aranceles, política industrial y tensiones entre potencias. Para las industrias estratégicas, y en especial para el complejo de defensa y seguridad, esta revolución comercial no es una nota a pie de página, sino el pentagrama sobre el que se escribirá su competitividad, su capacidad de abastecimiento y, en último término, la autonomía estratégica de los estados.
En su escenario de referencia, McKinsey proyecta que el comercio mundial de bienes, servicios y recursos se expandirá en 12 billones de dólares reales hasta alcanzar los 45 billones en 2035, lo que supone un incremento del 35 % respecto a los 33 billones de 2024. Sin embargo, el optimismo tiene letra pequeña, puesto que en un entorno de diversificación, donde las empresas dispersan proveedores para ganar resiliencia, desaparecería alrededor de un billón de ese crecimiento. Y si cristaliza una fragmentación profunda, con aranceles de hasta el 60 % en bienes críticos entre economías avanzadas y China o Rusia, se esfumarían tres billones. Para las cadenas de suministro occidentales, esa brecha representa una presión adicional que puede alterar calendarios de modernización y encarecer programas de armamento.
Además, el impacto no se reparte de forma homogénea. Más del 30 % del comercio proyectado para 2035 podría migrar de un corredor a otro, y la exposición es especialmente intensa en sectores críticos para la seguridad, como la electrónica, la maquinaria de precisión y la cadena de valor textil (para uniformes y equipamiento ligero). Estas actividades enlazan economías geopolíticamente distantes, de modo que una escalada arancelaria las convierte en el primer frente de vulnerabilidad.
Hasta cierto punto, los corredores Sur‑Sur despuntan como refugio. De los 50 mayores corredores actuales, 16 crecerían con vigor incluso bajo fragmentación, mientras que nueve que vinculan a economías avanzadas con China y Rusia se encogerían drásticamente. Para los fabricantes de sistemas de defensa esto significa replantear la cartografía de suministro: acercar nodos de fabricación a socios geopolíticamente afines, sin perder de vista el dinamismo de los mercados emergentes que podrían convertirse en nuevos hubs de componentes, materiales estratégicos y talento.
No obstante, el informe advierte que los patrones comerciales, tradicionalmente lentos en mutar, ya se están reconfigurando. El reloj corre y para no quedar atrapadas en corredores que se encogen, las empresas deben anticipar escenarios, formular tesis de creación de valor y ejecutar ajustes estratégicos. Entre otras cosas, se señala el rediseño de su huella industrial, el refuerzo de la trazabilidad de proveedores, el blindaje de contratos de abastecimiento crítico y aceleración de la implantación de tecnologías digitales que aporten visibilidad en tiempo real a la cadena de suministro. En suma, la seguridad nacional se juega también en los pasillos del comercio global. Por tanto, quien domine la logística de semiconductores, metales raros o turbinas de precisión tendrá ventaja en el próximo umbral tecnológico de la defensa.