
La industria europea sólo genera el 4% del calor con electrificación, la inversión en soluciones ‘verdes’ debe triplicarse

La electrificación industrial se perfila como una de las grandes palancas para garantizar la competitividad y la sostenibilidad energética de Europa. Así lo destaca el informe ‘The new industrial age: Tailored electrification pathways for Europe’s industrial competitiveness’, elaborado por Eurelectric y Accenture, que advierte tanto del enorme potencial como de los desafíos que enfrenta el continente en su transición hacia una industria más limpia y resiliente.
Actualmente, solo el 4% del calor necesario para procesos industriales en Europa se genera con electricidad. Sin embargo, tecnologías ya maduras como bombas de calor, calderas eléctricas y hornos de arco eléctrico podrían cubrir hasta el 60% de la demanda anual de 1.861 TWh, según el estudio. Pero electrificar sectores con necesidades de altas temperaturas, como el químico o el siderúrgico, sigue siendo una tarea pendiente debido a los elevados costes iniciales y a la inmadurez de algunas tecnologías.
Los retos de Europa no son aislados. El informe Fostering Effective Energy Transition 2025 del World Economic Forum (WEF) ofrece un contexto poco alentador: aunque las inversiones en energías limpias alcanzaron un récord de dos billones de dólares en 2024, esta cifra aún está muy por debajo de los 5,6 billones anuales necesarios hasta 2030 para cumplir los objetivos climáticos.
Además, la demanda energética global creció un 2,2% en 2024, el ritmo más rápido en una década, impulsada en gran medida por la electrificación y por el auge de centros de datos alimentados por inteligencia artificial. Mientras tanto, las emisiones de CO₂ alcanzaron un nuevo máximo histórico de 37.800 millones de toneladas.
En este contexto, la electrificación industrial se convierte en una cuestión de soberanía energética. Según Eurelectric, la dependencia europea de las importaciones fósiles supuso un gasto de más de 350.000 millones de euros en 2023 y 2024, dejando a la industria expuesta a volatilidades geopolíticas.
El informe destaca que la electricidad en Europa está 1,4 veces más gravada que el gas, lo que pone en desventaja a las tecnologías eléctricas frente a las fósiles. Esta carga fiscal, combinada con unos sistemas eléctricos aún poco flexibles, limita la capacidad de la industria para adaptarse a una mayor penetración de energías renovables.
El WEF, por su parte, advierte de vulnerabilidades en las cadenas de suministro y de un freno en el ritmo de inversión global. Mientras que el 80% del crecimiento de la demanda energética procede de economías emergentes, más del 90% de la inversión en energías limpias desde 2021 se concentra en economías avanzadas y China.
Adaptación y colaboración
Ambos informes coinciden en que superar estos obstáculos exige estrategias adaptativas y colaborativas, especialmente cinco: reducir los costes tecnológicos, especialmente en procesos de alta temperatura; corregir la fiscalidad para hacer la electricidad más competitiva frente al gas; modernizar las infraestructuras eléctricas, incluyendo redes, almacenamiento y sistemas inteligentes; fomentar contratos de largo plazo (PPA) para atraer inversión y estabilizar precios, y aumentar las capacidades técnicas y de innovación, con formación y desarrollo de talento especializado.
En palabras de Eurelectric, “la electrificación industrial es el catalizador para una industria resiliente, competitiva y neutra en carbono”. El WEF refuerza esta idea señalando que la transición energética es una oportunidad estratégica para redefinir la competitividad industrial y la seguridad energética a nivel global. Países como Suecia, Finlandia y Dinamarca lideran el ranking ETI gracias a sistemas energéticos diversificados, infraestructura robusta y políticas estables. Sin embargo, incluso estas economías enfrentan retos crecientes como la congestión de redes y cuellos de botella regulatorios.
Ambos informes coinciden en que la transición energética está ocurriendo a distintas velocidades. Mientras el 65% de los países mejoraron su puntuación en el Energy Transition Index (ETI) en 2025, solo el 28% avanzó simultáneamente en seguridad, equidad y sostenibilidad. La brecha entre regiones es evidente: más del 80% del crecimiento en la demanda energética se da en economías emergentes, pero más del 90% de la inversión en energías limpias desde 2021 ha ido a economías avanzadas y China.
La estrategia pasa por alinear la ambición con la capacidad de ejecución. “En un mundo cada vez más volátil, la resiliencia y la adaptabilidad serán las claves del éxito”, concluye el WEF. Europa deberá actuar con rapidez y coordinación, en un mundo donde la seguridad energética ya no depende solo del suministro, sino también de la capacidad de adaptación frente a un entorno cambiante y cada vez más fragmentado.