¿Hacia la ‘Fab City’? Renacimiento de la Ciudad Industrial

En el punto de confluencia de lo industrial y lo urbano se sitúa uno de los expertos que abordan la evolución hacia las Fab Cities, Carlos G. Triviño, CEO de Gobernanza Industrial, hace un repaso a los beneficios económicos, medioambientales y sociales de devolver la fabricación a los centros urbanos
Carlos G. Triviño
7 de marzo de 2023 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
¿Hacia la ‘Fab City’?  Renacimiento de la Ciudad Industrial
Planta de fabricación, museo y sede social de BMW en Múnich

Existen al menos tres razones que permiten predecir que la reindustrialización urbana se convertirá en uno de los temas estructurales de la agenda de las ciudades españolas durante la siguiente década. La primera razón es que, a diferencia de las grandes naciones industriales de su entorno, en España la agenda de la reindustrialización urbana continua teniendo una implantación prácticamente testimonial. Como históricamente ha sucedido en tantos otros aspectos del progreso social, España constituye en este asunto específico una reserva ideológica separada de la modernidad de los modelos promovidos en ciudades como Berlín, París, Rotterdam, Dresde, Munich, Nueva York o San Francisco.

Dado que en esta materia se encuentra todo por hacer, es previsible que el salto a la modernidad urbana de nuestro país genere un movimiento de amplio calado transformador, unido a la visibilización social de los numerosos beneficios medioambientales y económicos inherentes al hecho de devolver a las ciudades sus extinguidas capacidades de fabricación. La segunda razón que permite vaticinar un renacimiento del desarrollo urbano en España es el espectacular impacto que las factorías urbanas basadas en la que hemos denominado teoría de los cuatro ceros (cero emisiones, cero vertidos, cero decibelios, cero vibraciones) son capaces de inducir en la mayor parte de los indicadores que auditan el progreso de la Agenda 2030.

La tercera razón es que, contrariamente a lo que se podría sospechar, la necesidad de reindustrialización no obedece a intereses de ningún estamento, clase, partido, ni grupo de interés, sino que construye su lógica a partir de elementos ideológicos que provienen de un conjunto extraordinariamente diverso de sensibilidades y narrativas sobre el papel de la ciudad y la ciudadanía. Es así por más que algunos de los proyectos más emblemáticos y de mayor trascendencia internacional de factorías urbanas, estén vinculados a firmas multinacionales, a arquitecturas de vanguardia o al entorno empresarial de la alta tecnología.

La visión más puramente economicista parte del diagnóstico innegable de que las ciudades con capacidad de proyección concentran una demanda cada vez mayor de usos y actividades económicas que hacen avecinarse un escenario de colapso, en medio del contexto de sobrexplotación, pérdida de identidad y unas dinámicas inflacionarias que transforman la ciudad en un escenario prohibitivo para sus propios habitantes. De acuerdo a esta visión, la ciudad necesitaría redensificar el impacto de sus estrategias económicas, aumentando la productividad exigible a sus iniciativas más emblemáticas de desarrollo. Es preciso tener en cuenta que la capacidad de generación de ocupación y renta de un distrito industrial en la ciudad puede multiplicar hasta en siete veces los retornos de la actividad terciaria. Por lo que esa redensificación solo resultaría posible mediante la receta de introducción de las escalas de la economía industrial en medio de la escena urbana. Es lo que denominamos el crecimiento vertical de la ciudad, no en el sentido de un crecimiento en altura espacial, sino en el rendimiento eficiente de sus espacios más deseados.

El complemento a esta visión económica viene del lado de motivaciones netamente medioambientalistas, basadas en movimientos como los de producción Kilómetro Cero, o los modelos de ciudad en radio de 15 minutos. Según estos paradigmas, de inspiración climática, los centros de fabricación, por un imperativo de concepto, deben situarse de la forma más próxima posible al consumidor final, por lo que las ciudades, que son el foco de consumo por antonomasia, deben ser los polos de gravedad en la ubicación de las fábricas y demás centros de producción de bienes.

Estas visiones, como la plasmada en The City Fab Manifesto, son muy conscientes de que los riesgos ambientales de la fabricación. Ya no derivan, como en los tiempos de la fabricación tóxica, de situar la producción cerca de la gente, sino de situarla lejos. Consumada la transición tecnológica entre revoluciones industriales, el CO2 ya no emanaría tanto de las fábricas, sino de un obsoleto sistema de desplazamientos que obliga a recorrer grandes distancias entre ellas.

Además de estas dos grandes visiones enfocadas respectivamente hacia lo económico y lo climático, existe una amplia gama de movimientos y sensibilidades que postulan un reenfoque de las estrategias de desarrollo urbano asimilando las potencialidades industriales existentes en las diversas escalas del territorio de la ciudad.

Corrientes vinculadas a la defensa histórica, identitaria y etnográfica de las ciudades y sus barrios, perciben en la reindustrialización una vía de regreso a las formas tradicionales de vida representativas de la tradición familiar y la recuperación de hábitos generacionales cuya desaparición consideran una pérdida cultural. Otros colectivos ponen el énfasis en promover nuevos talleres y centros de fabricación como respuestas de choque en distritos castigados por la delicuencia o el desempleo.

Es muy interesante la propuesta impulsada en California por parte del colectivo SFMade. Según ciertos sectores de opinión relacionados con la planificación y gestión urbanísticas, la implantación urbana de nuevos espacios de fabricación podría representar (frente a propuestas residenciales o terciarias), una solución ideal ante una amplia casuística de problemas vecinales largamente enquistados. Los nuevos centros de fabricación constituyen interesantes alternativas capaces de aportar una resolución higienista, reinyectando actividad productiva en antiguos enclaves industriales, solares y otros espacios caídos en degradación, haciendo surgir una geografía alternativa basada en soluciones limpias, arquitecturas amables, convivencia ciudadana y empleo de proximidad.

La reindustrializacion como herramienta de embellecimiento estético de la ciudad es sin duda una de las potencialidades más minusvaloradas e inexploradas en España, pues supone conectar masivamente las espectaculares capacidades de aplicación del diseño industrial a una vision estratégica de generación de espacios, entornos, edificaciones, señaléticas, mobiliarios y objetos funcionales de toda clase, siguiendo los postulados de una de las escuelas más influyentes que hayan existido jamás: la Bauhaus.

Existe, por fin, otra derivada que no debe ser ignorada, esta vez desde la perspectiva de la reindustrialización en tanto objetivo-país. Pues si la industria no es capaz de visibilizarse positivamente como factor de desarrollo económico, ambiental, estético y social en el enorme escenario de la opinión que representa la ciudad como síntesis de lo que es y de lo que quiere ser cualquier nación, muy difícilmente contaremos con los componentes necesarios para ser considerados una auténtica potencia industrial.

Carlos G. Triviño es CEO de Gobernanza Industrial

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