España y sus cadáveres exquisitos de innovadores que no supieron hacer relaciones

No son las ideas las que mueven el mundo, qué más quisiéramos, sino las relaciones, hay que instaurar mecanismos que protejan a la meritocracia en los primeros estadios del desarrollo de una idea y permitan superar la maleza de políticos sin interés por disciplinas STEM o universidades que se niegan a pagar los vuelos a sus alumnos para que se formen en la sede de una gran corporación global
Eugenio Mallol
15 de septiembre de 2024 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
España y sus cadáveres exquisitos de innovadores que no supieron hacer relaciones
Isaac Peral, saludando desde un balcón del hotel de Embajadores, dibujo de Juan Comba en La Ilustración Española y Americana, 1890.

Una historia absolutamente real, que está sucediendo ahora mismo: una corporación global, líder en una de las tecnologías de frontera, ofrece a una universidad española la posibilidad de establecer una línea permanente de formación, de la que pueden beneficiarse medio centenar de alumnos cada curso. Se impartirá nada menos que en su mismísima sede central, ubicada en el sudeste asiático.

Una posibilidad magnífica para ir cebando el futuro de un sector estratégico para la economía, una oportunidad para que España fortalezca su materia gris con vistas a aquello en lo que que quiera que vaya a convertirse el sistema productivo y de prestación de servicios cuando se desplome sobre nosotros el monumental tsunami de la inteligencia artificial generativa y las tecnologías cuánticas que viene.

La gran corporación cubre todos los gastos de los alumnos durante su estancia en sus instalaciones, pero la universidad debería hacerse cargo de los traslados, es una de las condiciones que le plantea para el acuerdo. Y aquí surge el problema. Que no, que no está contemplado esto de que le paguemos el viaje a nadie, esto no lo solemos hacer, no tengo presupuesto en mi departamento, deja que consulte, no nos dejan, esto no lo podríamos justificar de ninguna manera, a ver cómo y cuándo y con qué propósito, nada, imposible.

España está llena de cadáveres exquisitos de innovadores. Hace unos días Diego Quevedo nos relató la serie de desgracias que jalonaron la vida de un genio como Isaac Peral. Un alto mando del Ejército de Estados Unidos reconoció públicamente que habrían perdido la guerra de Cuba si España hubiera dispuesto de submarinos. El prototipo construido por Peral llevaba un año pudriéndose en una base militar.

El problema del inventor de Cartagena fallecido en Berlín, cuyo cadáver fue transportado en tren en el vagón de las vacas, fue seguramente que no supo tejer la red de relaciones adecuada. Le faltó diplomacia. Ni siquiera el apoyo de la Reina María Cristina le valió para superar la maleza de obstáculos, en el seno de un Gobierno y un sistema político sin interés por posicionar a España en las principales disciplinas STEM y en las Fuerzas Armadas, que acabaron con sus huesos en la cárcel días después de recibir el aplauso de la ingeniería mundial en París.

Las relaciones lo son todo, tienen más fuerza y más resistencia que las ideas. No son éstas las que mueven el mundo, como suele decir el adagio, no, qué más quisiéramos. Son las relaciones. Por eso no siempre se opta por la solución más óptima, lo vemos cada día.

Cuenta Iñaki Berenguer que fue invitado a una barbacoa en San Francisco, organizada por el chaval que acababa de fundar Facebook, un tal Mark Zuckerberg y sus colegas. Ahí estaban con sus pantalones cortos y sus camisetas de colores. Pero lo que le llamó la atención fue un grupo de personas que ocupaban un rincón de la fiesta.

Iban mejor vestidos y hablaban más serios. Eran los directivos sénior que los inversores les habían colocado para llevar adelante sus innovaciones. Tenían las relaciones o la habilidad para construirlas, no eran comerciales, sino expertos en hacer realidad las ideas.

Ojo, España entera ensalzó a Isaac Peral cuando botó el submarino en septiembre de 1888, su cara apareció en portadas de periódicos, sellos, golosinas y productos de todo tipo. No es la fama lo que catapulta a las ideas. Cánovas del Castillo denostó su proyecto porque le parecía una frivolidad quijotesca surgida de la lectura de Julio Verne.

La española iPronics, que anunció a principios el primer chip fotónico programable, ha recurrido a un exdirectivo de Texas Instruments para que ocupe el puesto de CEO, Christian Dupont. La excelencia en la gestión se presupone cuando se trata de candidatos para un puesto así, la clave diferencial son las relaciones. Especialmente si tenemos la voluntad de escalar y convertirnos en un actor global.

¿Y cómo se consigue esto de conocer y llevarte bien con las personas adecuadas para que te deban favores? Bueno, esas cosas no se estudian en las universidades ni en las escuelas de negocio. El principal sospechoso de haber filtrado los planos de Isaac Peral a Reino Unido y de haber conspirado para hundir su proyecto, un tal Basil Zaharoff, se hizo un lugar en la alta sociedad madrileña liándose con una marquesa.

Será así en España, mientras no instauremos mecanismos de meritocracia en los primeros estadios de las ideas, poblados hoy por el marketing y por supuestos impulsores de startup, que viven de ello y que enfilarán dentro de nada, sin que nos hayamos dado cuenta, la jubilación. Y será así mientras no sepamos discernir la importancia que puede tener para nuestro país algo tan simple como pagar vuelos transcontinentales a medio centenar de alumnos para que se empapen de tecnología… y de relaciones.

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