El Efecto Bruselas de la UE hace aguas en la regulación de la IA

A la decisión de Google de obviar a los países europeos en el despliegue de Bard se suma el aplazamiento de la llegada de Thread de Meta, el entusiasmo del Parlamento Europeo al aprobar el borrador de la Ley de IA contrasta con la sensación cada vez más evidente de que en temas digitales el Efecto Bruselas sólo será efectivo si consigue seguir el ritmo de la tecnología
Equipo Atlas
20 de julio de 2023 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
El Efecto Bruselas de la UE hace aguas en la regulación de la IA
LEONHARD NIEDERWIMMER / UNSPLASH

Desde hace unos días ya puedes probar Bard, el asistente de IA generativa de Google, que ha tenido que introducir algunas modificaciones en materia de privacidad para cumplir con la normativa europea de protección de datos. Pero si quieres instalarte Thread, la alternativa creada por Meta para competir con Twitter, tendrás que seguir alguno de los tutoriales para descargarte el archivo en formato APK que están apareciendo en la red.

La profesora de la Columbia Law School Anu Bradford acuñó el conocido término Efecto Bruselas en 2012 para referirse a la capacidad de Unión Europea de transformar el mundo actuando como pionera en la regulación de determinados ámbitos, haciendo valer de ese modo los ideales que defiende y exportándolos al resto de países.

Pero la transformación tecnológica avanza a tal velocidad que es necesario preguntarse si es posible conciliar esa visión con el lento ritmo de maduración de los proyectos legislativos en la Unión Europea. Hasta entonces, la decisión de las big tech de dejar a los Estados miembro fuera de cobertura puede convertirse en un lastre para la competitividad de las empresas.

El propio MIT Technology Review se mofaba elegantemente del entusiasmo europeo al aprobarse el nuevo borrador de reglas para la Ley de la IA. El proceso que se abre ahora es tedioso: el Parlamento Europeo, el Consejo de la Unión Europea y la Comisión Europea iniciarán una negociación sobre el contenido del texto normativo. Habrá tres borradores distintos de las tres instituciones implicadas y probablemente no se comenzará a implementar la nueva ley antes de dos años.

El artículo pone de relieve también la ambigüedad de muchos postulados del borrador de Ley de la IA que se diría que han sido adoptados. Por ejemplo, se plantea la prohibición del reconocimiento de emociones de las personas por parte de la policía, en las escuelas y en los lugares de trabajo. Pero esa herramienta ha demostrado ser útil para saber si los estudiantes están entendiendo las lecciones o si el conductor de un automóvil se ha dormido.

Se quiere prohibir la biometría en tiempo real y la vigilancia predictiva en espacios públicos, contra el criterio de la policía en determinados escenarios. Y también la puntuación social, que utilizan ya el sector financiero, el asegurador y el publicitario. Hemos conocido los últimos meses la intención de diversos países, incluido España, de analizar la actividad de la IA Generativa, en especial su posible impacto en la desinformación y el uso de contenidos protegidos por copyright. Y el borrador asigna la consideración de «alto riesgo» a los sistemas de recomendación en las plataformas de redes sociales. Esto podría hacer a las empresas de tecnología más responsables del contenido que generan los usuarios.

En su análisis para Brookings, Alex Engler, sostiene que la idea de un efecto Bruselas de la nueva Ley de IA “tiene implicaciones importantes más allá de la simple influencia fuera de las fronteras de la UE: implica específicamente que la UE puede establecer unilateralmente reglas que se conviertan en estándares mundiales, no a través de la coerción, sino a través del atractivo de su fuerte mercado de consumidores de 450 millones”.

Engler cita un informe reciente del Centro de Estudios de Políticas Europeas según el cual Europa puede perder su ventaja competitiva en la gobernanza digital si otros países invierten en capacidad regulatoria y toman la delantera. “Otra investigación académica sostiene que las condiciones subyacentes del mercado de la IA, como los altos costes de trasladar empresas de IA a la UE y la dificultad de medir el impacto de la regulación de la IA, significa que hay menos valor en la competencia regulatoria, cuyo objetivo es atraer empresas a través de regulaciones claras y efectivas”, añade. Es previsible, en fin, un impacto global más modesto.

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