
Materiales de vida eterna para conseguir la autonomía europea

Cada año, la población mundial utiliza más de 100.000 millones de toneladas de materias primas, de las cuales más del 90% se desperdicia. En Europa, se producen más de 2.000 millones de toneladas de residuos al año, principalmente en los sectores de la construcción, la minería y la industria. El 45 % de esos desechos acabaron en Turquía en 2021.
Desde 2010, la cantidad de residuos peligrosos generados en la UE aumentó una media del 2,25 % anual, mientras que los residuos no peligrosos prácticamente se mantuvieron estables. La industria ha tenido un comportamiento ejemplar, en ese sentido: ha generado en ese periodo 3,6 y 15,15 millones toneladas menos respectivamente.
Los residuos industriales per cápita en el mundo son de aproximadamente 1,74 toneladas por año. Experimentan una tendencia de rápido crecimiento en los países en desarrollo como China, mientras que se estabilizan o incluso descienden lentamente en los países desarrollados, entre ellos España. Los desechos industriales se distinguen de otros residuos sólidos por sus cantidades relativamente altas de componentes metálicos. Eso les convierte en candidatos potenciales para la producción de biocarbón.
Las industrias del acero, el aluminio y el cobre de la UE producen más de 100 millones de toneladas de chatarra al año. Los hornos de arco eléctrico ya convierten más del 80% de esa chatarra en acero nuevo, y las tasas de reciclaje de aluminio rondan el 65%. No obstante, aproximadamente el 20% de la chatarra sigue exportándose fuera de Europa, a menudo a mercados con controles ambientales menos rigurosos.
Los lodos químicos, los suelos contaminados, los disolventes usados y otros subproductos peligrosos suman aproximadamente 119 millones de toneladas anuales en la UE. Solo alrededor del 36% de estos flujos se recupera, habitualmente mediante incineración a alta temperatura con recuperación de energía o separación de materiales, el resto se trata como residuo. El dato inquietante es que alrededor del 21% de los residuos peligrosos permanece sin monitorizar.
El consumo de electrónica se ha disparado, pero Europa solo recupera cinco millones de toneladas de residuos electrónicos de los 14 millones de toneladas de equipos comercializados. Cada tonelada de placas de circuitos desechadas puede contener cientos de gramos de oro, plata y tierras raras esenciales, pero la fragmentación. La miniaturización dificultan una recuperación eficiente y las tasas actuales de recolección se sitúan de media en el 40%.

Se recupera menos del 1% de las tierras raras, hay una enorme cantidad de recursos valiosos sin reciclar. La minería urbana no deja de incrementar su atractivo, cada batería o placa de circuito desechada puede transformarse en una fuente de litio, cobalto u oro, garantizando así la independencia europea.
Mención aparte merecen las baterías. La demanda mundial está aumentando rápidamente y se prevé que se multiplique por 14 en 2030, con la UE como origen del 17% de dicha demanda. Más de la mitad de la producción mundial de algunas materias primas está destinada a aplicaciones de pilas o baterías. Por ejemplo, más del 50% del cobalto y más del 60% del litio que se compran en el planeta se destinan a ellas. En menor porcentaje, alrededor del 8% de la producción mundial de grafito natural y del 6% de la producción mundial de níquel también se utilizan para fabricar pilas o baterías.
Solo hay un número reducido de países que suministren las materias primas usadas en la fabricación de pilas y baterías, y la extracción y el refinado de cobalto y níquel están asociados a un gran número de problemas sociales y medioambientales. La UE quiere dar un giro al asunto y ha marcado un objetivo de recogida de residuos de baterías para medios de transporte ligeros del 51% a 31 de diciembre de 2028 y del 61% a 31 de diciembre de 2031, y un objetivo de recogida de residuos de baterías para medios de transporte ligeros del 79% a 31 de diciembre de 2028 y del 85% a 31 de diciembre de 2031.
Después de la digestión de la descomunal enmienda a la totalidad que supuso para el modelo económico vigente la aprobación del Pacto Verde Europeo en 2020, la Comisión ha vuelto a sacudir el mercado con el Pacto Industrial Limpio (CID), publicado el pasado mes de diciembre. En él ambiciona convertir a la UE en un líder mundial en la economía circular en 2030. Como plato fuerte, anuncia una Ley de Economía Circular (CEA) en 2026, dirigida a duplicar la tasa de uso de materiales circulares (CMUR) del 12% actual al 24% en 2030.
Mientras entidades como Zero Waste Europe advierten de para aplicar se necesitará incentivos económicos sólidos que impulsen el uso de materias primas secundarias en lugar de vírgenes, como la Responsabilidad Ampliada del Productor (REP), desde el mundo empresarial se piensa ya en cómo usar las tecnologías digitales para favorecer su implantación.
La visión que subyace tras el CID es integrar la circularidad en la estrategia de descarbonización europea. La OCDE coincide en el análisis y en un informe asegura que, en 2024, alrededor del 60% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) fueron generadas por materiales como el hierro y el acero, el cemento y el plástico.
La fórmula consiste en optimizar el uso de los recursos limitados y reducir la dependencia excesiva de proveedores de materias primas de terceros países. Oportunidad de negocio a la vista: Bruselas prevé que el mercado europeo de remanufactura crezca de 31.000 millones de euros a 100.000 millones en 2030 y genere 500.000 nuevos empleos.
En paralelo, promueve una iniciativa para agregar toda la demanda industrial de materias primas críticas, e impulsa nada menos que la creación de una central de compras de materiales a nivel continental, además de incentivos para reciclar dentro de la UE en lugar de exportar los residuos críticos. Los Pasaportes Digitales de Productos facilitarán la reparación y reciclaje, así como el seguimiento a lo largo de la cadena de suministro.
La realidad es que la UE tiene trabajo por delante, porque la tasa de uso circular de materiales de la UE se ha estancado, como se ha dicho, por debajo del 12%, mientras que el consumo total ha crecido un 6% la última década. De cara a 2030, se proyecta que los residuos electrónicos aumenten de cinco a siete millones de toneladas; los textiles se incrementarán de 7,5 a 9 millones de toneladas, impulsados por la moda rápida; las actualizaciones en la clasificación de residuos peligrosos impulsarán un aumento de 119 a 143 millones de toneladas; y el flujo de chatarra metálica, impulsado por la demanda de acero verde y el reciclaje de baterías, pasará de 105 a 125 millones de toneladas.
