Culturas celestiales

Para facilitar la colaboración entre los componentes de las organizaciones, base fundamental e imperativa de la innovación en instrumentos complejos, hay que adoptar una herramienta digital que acompañe y soporte la cultura de toma de decisiones de ese universo humano que conforma una compañía, según el autor, para quien el producto resultante no puede depender de la casualidad
Carlos Cosials
24 de agosto de 2023 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
Culturas celestiales
GREG RAZOKY / UNSPLASH

¿Cómo implantar una cultura de la colaboración?

Vaya por delante un disclaimer para anticipar que este artículo no tiene ninguna relación con la industria espacial. Surge de una serie de inquietudes que, últimamente, se han ido labrando en mi interior. Una de las más significativas acontece a raíz de la asistencia al reciente evento anual de AMEC. El asunto “colaboración” era el protagonista temático y, al albur del cual, surgió una discusión sobre si la colaboración era, o no, voluntarista.

Me encontré que la mayoría opinaba que sí, basándose en que era disposición/actitud de las personas. Sorpresa para mí, pues, desde mis inicios laborales, he tenido que convivir en culturas empresariales donde la colaboración era/es obligatoria. Es la que aplica en los equipos de personas que deben concebir “instrumentos complejos” como, por ejemplo, un avión, un tren o un coche, con el condicionante de una híperegulación en su actuación.

En esa tipología de equipos acontece que el Producto (el “instrumento complejo”) resultante es todo menos el resultado de la casualidad o la mera voluntad de colaborar de sus equipos. Las normativas, tanto externas como internas, son muy estrictas y el margen de creatividad es muy bajo, por lo que el artista no está bien considerado. Ni siquiera los diseñadores que, por ejemplo, en el ámbito del automóvil, trazan las líneas maestras de vehículo.

Pero, ¿cuál fue el detonante inspirador de mi inquietud? En una de estas despejadas noches de agosto de 2023, observando un despejado cielo nocturno, plagado de estrellas, con un grupo de amigos, me planteé si existía una App, que me/nos ayudara a interpretar todos esos inconexos puntos de luz lejana. Efectivamente, encontré una[1] y, tras un rato de jugar con ella, “descubrí” lo nada evidente (salvo el “Carro” y su Osa Mayor), pero, trasteando, me fijé que la App tiene una sección, denominada “cultura del cielo”  (“Sky Culture”) que, a modo de filtro, te muestra las diferentes interpretaciones que una serie de pueblos/culturas han considerado[2].

Ese detonante me llevo a la reflexión sobre cuáles son los vínculos entre colaboración (AMEC) y cultura (SKY), que quiero compartir aquí, para vuestra consideración. Ambos términos resuenan cercanos, pues están relacionados con el ámbito del comportamiento humano y ambos aplican en la organización de las compañías[3] y su propósito, sea con ánimo de lucro o no.

Si escudriñamos, el verbo colaborar[4] vemos que se compone de laborar conjuntamente, mientas que el sustantivo cultura[5], atiende al propósito del cultivo[6], desde una mirada conjunta, de las relaciones y las señas de identidad, por lo que, en una organización con “propósito”, esos “vectores” señalan el camino que las personas deben cursar. Ahora bien, ¿cómo se establecen esas reglas de juego?

Aquí surge la dificultad pues, como mínimo, habría dos perspectivas que considerar: la (a) racional/científica, que se fundamenta en lo empírico y la (b) humanista, que se basa en la comprensión del ser humano, atendiendo más a su fuero interno y no tanto a su capacidad productiva o sus actos/hechos. Por eso vemos que, al desentrañar qué hay dentro/detrás de la transformación digital de las empresas/compañías/organizaciones, mi aseveración es que lo que acontece es la transformación [cultural de las empresas, gracias o debido a la adopción de la tecnología] digital. Es decir, la adopción de unos instrumentos racionales adapta el comportamiento de las personas que conforman la compañía/empresa. Lo cual parece un contrasentido, pues pareciera que, en el propósito de mejorar el comportamiento (¿rendimiento?), se hubieran adoptado las herramientas más adecuadas, al humano. En cambio, lo que parece observarse es que la implantación (suena coercitivo, ¿no?) de la tecnología digital genera rechazo o aversión, pues deshumaniza a la persona o, cuando mínimo, la considera mecanicista y con poco libre albedrío.

Esta problemática, si cabe, es aún más crítica cuando atendemos al Producto como una de las partes esenciales de una empresa (de las tres que la conforman, a saber: Producto[s], Proceso[s] y Venta), donde las personas involucradas deben “gestar” (concebir, crear, diseñar, desarrollar, especificar, probar y validar, entre otras acciones/verbos) el Producto, de forma obligatoriamente colaborativa, pues es imposible que el desempeño resida en una sola persona o pequeño colectivo, junto al hecho de que debe realizarse formalmente, pues las exigencias son muchas (piénsese en la creciente demanda sobre la sostenibilidad) y las responsabilidades deben quedar bien establecidas.

Todo lo anterior emerge ineludiblemente cuando se pretende desplegar un sistema de información (SI) PLM (o Product Lifecycle Management). Éste suele ser el tercero en discordia, de acuerdo con la tripleta antes mencionada, de forma que el PLM atiende al Producto, el ERP/SCM al Proceso y el CRM a la Venta. A diferencia de los otros SSII, un PLM debe facilitar la co-laboración, entendida como co-creación, mientras que los otros deben cubrir la co-fabricación (ERP/SCM) y la con-versación[7] (CRM).

Ante este panorama, lo recomendable es aplicar el siempre sufrido Pareto y aplicar, en los procesos de cambio (entendidos como la base de actuación en la gestación/concepción de un Producto), un 80% de formalidad, para “liberar”, el restante 20% de las actuaciones, a acciones “peregrinas”, que puedan madurar a conocimiento adquirido. De hecho, observando el evolutivo de los catálogos de Producto de las empresas industriales, se percibe que la progresión ha sido en base a pequeñas, pero sistemáticas, introducciones en las características que los conforman, fruto de ese 20% peregrino, pero que queda establecido como un futuro 80% a considerar en las siguientes versiones.

En cualquier caso, sean los procesos de cambio formales (decisiones, acordes a procedimientos prestablecidos) o informales (conversaciones, fuera de las rutas/sendas conocidas y expresadas en los procesos anteriores), las evidencias de las consideraciones y acuerdos deben quedar reflejadas, de forma que el conocimiento colectivo alcanzado quede radicado en el PLM interior de la compañía. En conclusión, ¿cómo facilitar la colaboración? Adoptando una herramienta digital (un SI PLM) que acompañe y soporte la cultura [de la toma de decisiones] celestial del universo humano que conforma una compañía.


[1] Stellarium Mobile (https://stellarium-labs.com/stellarium-mobile-plus/)

[2] considerar: https://etimologias.dechile.net/?considerar

[3] compañía: https://etimologias.dechile.net/?compan.i.a

[4] colaborar: https://etimologias.dechile.net/?colaborar

[5] cultura: https://etimologias.dechile.net/?cultura

[6] cultivar: https://etimologias.dechile.net/?cultivar

[7] Aquí el cliente es “con-” (por externo) y no “co-“ (por interno a la empresa)

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