Adaptarse o dejar de ser
Cómo el diálogo entre LEM y GED está transformando la forma en que entendemos la relación entre las empresas y la tecnología
Conocimos a los gemelos LEM y GED en nuestro anterior post. Hoy les encontramos juntos, tomando un daiquiri en una preciosa playa mientras buscan entenderse mejor. LEM es la empresa, y GED es su gemelo digital, por eso, entenderse bien es para ellos esencial en su futuro conjunto.
Oye, GED -pregunta LEM- me intriga una cosa sobre tu forma de ser. La verdad es que estás siempre dispuesto a abordar problemas, sean del tipo que sean. Tienes una versatilidad casi infinita. Sin embargo, cuando veo otras tecnologías que usamos en la empresa, lo que veo son productos muy rígidos. ¿Cómo diablos puedes ser tan flexible y adaptable?
Pues es una buena pregunta -contesta GED, dejando el daiquiri en la mesa y juntando sus dedos digitales pensativo – A ver si te lo puedo resumir de forma simple.
Te lo voy a contar siguiendo un argumento de Yuval Harari en el libro Sapiens: el argumento es: “las empresas no existen”. Tu empresa no se puede tocar, no es algo físico con entidad propia; no es, ni siquiera, la suma de los empleados y las oficinas; no es la anotación en el registro mercantil, ni la escritura de constitución. En suma, no existes, querido amigo -dijo GED, exhibiendo una socarrona sonrisa-
Ante tu cara de estupefacción déjame darte una pista que te hará recuperar tu confianza en el universo: lo que ocurre es que las empresas son “convenciones”. Los humanos convenimos, en algún momento de la historia, en que ante una serie de hechos ciertas afirmaciones son verdaderas. En tu caso concreto, si tienes una escritura válida en el registro mercantil, y una serie de cosas más, entonces tienes personalidad jurídica, pasas a ser algo “tangible”.
El hecho general -continuó GED- es que todo, absolutamente todo, en la esfera humana, son convenciones: las naciones, las leyes, los abogados, los matrimonios, el fútbol, la filosofía, los impuestos, el dinero, hasta las religiones. Todo son convenciones humanas, y las convenciones se acuerdan con palabras, se cuentan o se escriben; las palabras definen la realidad de los humanos, la construyen. Tu empresa se construye con palabras; todas lo hacen.
Y ahí vamos al pilar que me construye a mí. Resulta que para que yo sepa qué debo hacer, lo primero es que te tengo que preguntar: ¿cómo llevas adelante este proceso de negocio?”, “¿cómo tomas esta decisión?”, “qué reglas usas en este caso?” Como eres una persona muy amable, me lo explicas con palabras de forma exhaustiva, aunque no siempre correcta, he de decir, porque el lenguaje es ambiguo en general.
Así que ya tengo la materia prima para ser tu gemelo. No tengo tu constitución física pero sí sé lo que piensas y lo que quieres: tengo tu lenguaje, tu conocimiento, lo que quieres hacer. Y con eso es con lo que vivo yo: yo transformo lo que esperas en tecnología que hace exactamente eso, sea lo que sea. Pero aquí entramos en la salsa secreta: esa transformación la hago en tiempo real: ¿necesitas una pantalla? La tienes; ¿es un workflow? Aparece; ¿registro de datos? Ocurre; ¿un API? Se ejecuta; y así todo.
O sea, resumido todo esto en dos palabras. Mi motor no maneja productos químicos ni energía sino conocimiento y semántica. Me alimento de que lo tú sabes para hacer lo que tú necesitas, usando herramientas estándar basadas en lenguaje.
LEM está mirando a GED con ojos abiertos y fijos, concentrado y abstraído al mismo tiempo – Gracias, GED, creo que he entendido la explicación, aunque no sé si podría repetirla de nuevo. Pero déjame ir algo más allá. Esto quiere decir que cada vez que cambio las reglas de la pizarra, tú las reinterpretas y haces lo que espero; y que te da igual lo que ponga en la pizarra. ¿me equivoco?
No te equivocas LEM, -contesta GED apartando su ya vacío daiquiri- es justo eso. De ahí que yo sea una herramienta universal, da igual dónde me pongas, siempre podré resolver cualquier problema con interpretación semántica. Y dicho lo cual, LEM, ¿te apetece un baño? Acabo de ver unas virtualizaciones allí que me molan mucho. ¡Te echo una carrera!