El gran apagón de la resiliencia energética

Mientras Red Eléctrica y el Gobierno investigan lo ocurrido el 28 de abril, el suceso reabre un debate urgente: ¿está preparada nuestra red eléctrica para soportar el peso de la transición energética, el auge de la inteligencia artificial y el incremento exponencial de la demanda? La Agencia Internacional de la Energía acaba de defender en Londres una visión colaborativa de la seguridad de la red energética
María José Martínez
29 de abril de 2025 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
El gran apagón de la resiliencia energética

Red Eléctrica Española (la red de alta tensión que transporta la electricidad a través de 44.000 kilómetros de cables) y el Gobierno español buscan esclarecer las causas por las que 15 gigavatios se esfumaron a las 12:23 horas del lunes 28 de abril, en apenas cinco segundos. Todas las hipótesis se barajan, aunque desde la Comisión Europea, representada por su vicepresidenta ejecutiva Teresa Ribera, se asegura que no hay motivos para temer, de momento, «ningún tipo de boicot o cibearataque” como causa del apagón en la Península Ibérica, de acuerdo con la línea argumental de Red Eléctrica.

Mientras el estudio sobre qué pasó avanza, muchas voces comienzan a analizar el estado de una red eléctrica totalmente saturada en nuestro país. El paso hacia las renovables, la descentralización de la producción y el aumento de la demanda eléctrica (que va a ir en absoluto crescendo con la implantación de la IA y grandes retos asociados al abandono de los combustibles fósiles, como el vehículo eléctrico) requiere una actualización del sistema para evitar el colapso, y eso pasa por invertir en más kilómetros de red.

La Agencia Internacional de la Energía (IEA) calcula que se necesitarán 80 millones de kilómetros extra de líneas para hacer frente a estos desafíos. La electricidad está dando pasos agigantados en el transporte, la calefacción y la industria, entre otros. Y, a medida que se acelera la electrificación de más y más partes de la economía, la seguridad de las redes eléctricas se vuelve más difícil e importante.

Además, en un reciente estudio de la organización señala que se prevé que la demanda mundial de electricidad de los centros de datos se duplique con creces en los próximos cinco años. “Los centros de datos consumirán tanta electricidad para 2030 como lo hace todo Japón en la actualidad”, asegura el estudio. En Estados Unidos, los centros de datos están en camino de representar casi la mitad de crecimiento de la demanda de electricidad, y en Japón más de la mitad. Así, la IA podrá intensificar algunas tensiones sobre seguridad energética y ayudar a abordar otras. Un ejemplo ilustrativo es cómo la IA ha ayudado a triplicar en los últimos años los ciberataques a empresas energéticas, con técnicas más sofisticadas; y cómo la IA se ha convertido en una herramienta fundamental para que las mismas empresas se defiendan de estos ataques. “El sector energético da forma al futuro de la IA, y la IA da forma al futuro de la energía”, sentencia el informe.

Una visión holística

La pasada semana, la IEA trasladó, durante su Cumbre celebrada en Londres, la necesidad de abordar todos los retos sobre el futuro de la seguridad energética desde un punto de vista “holístico”. Esta visión debe tener en cuenta nuevas dimensiones como la ciberseguridad, los fenómenos meteorológicos extremos, la resiliencia de la cadena de suministro de minerales críticos y la integración de esos sistemas electrificados y descentralizados. En este sentido, los responsables políticos solicitaron marcos de políticas a largo plazo que anticipen las necesidades futuras del sistema, incluyendo la generación flexible, la respuesta del lado de la demanda de almacenamiento y la interconexión regional. “Sin una expansión y modernización estratégicas de la red, los esfuerzos por aumentar la energía limpia podrían verse socavados por cuellos de botella físicos y operativos”, señalaron.

Rachet Kyte, profesora de política climática en Oxford y ex vicepresidenta del Banco Mundial, incidió en la falta de resiliencia de los sistemas energéticos. “Debemos volver a la certeza: para una mejor planificación, un mejor intercambio de escenarios, para reducir el coste del capital, para generar confianza en el sector privado y entablar un diálogo a largo plazo sobre los sistemas energéticos resilientes. No podremos alcanzar la seguridad energética que todos deseamos en un mundo donde los desastres aumentarán en profundidad y frecuencia si trabajamos de forma aislada”.

Este aislamiento político es, en el caso de nuestro país, también físico. Las interconexiones eléctricas son limitadas debido a que el sistema está poco conectado con el resto del continente, lo que provoca una mayor vulnerabilidad a perturbaciones internas. Esto, unido a la limitada capacidad de almacenamiento, incrementan la debilidad de la red eléctrica.

En el tablero de análisis de lo que ha ocurrido el 28 de abril no debe obviarse esta falta de resiliencia y aislamiento de la red eléctrica española, de cómo no ha sido posible garantizar un suministro de energía estable y fiable ante un eventual apagón, cuya causa ni siquiera se ha sabido identificar un día después.

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