Aprender a vivir (y licitar) en activos digitales a gran escala

Uno de los factores limitantes clave para adoptar el enfoque sistémico en la planificación de infraestructuras en pleno proceso de integración, de las tecnologías digitales en el sector, incluida a la modularización, es el modelo de contratación público-privada, hacemos un repaso del debate acerca de la transformación necesaria del enfoque con el que se trataba en la actualidad
Eugenio Mallol
2 de febrero de 2024 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
Aprender a vivir (y licitar) en activos digitales a gran escala

El destino de las infraestructuras inteligentes es permitir que cada activo produzca datos susceptibles de ser entendidos por una única aplicación de software global, lo que en la práctica significará que puedan «comunicarse» efectivamente entre sí. Los sistemas de control de tráfico en las carreteras podrían servir de referencia, porque utilizan ya múltiples fuentes de datos, incluidos los de información meteorológica, para minimizar la congestión y gestionar emergencias. Sin embargo, como se pone de manifiesto cada vez más en el sector del automóvil, la imagen que tenemos hoy acerca del volumen de información en el sistema, la conectividad disponible y la capacidad de procesamiento resulta meramente aproximativa, lejos del tsunami que se avecina.

Las formas de trabajo establecidas desde hace mucho tiempo en el sector de la construcción deberán adaptarse y no sólo para incrementar la eficiencia. Generar activos digitales a gran escala implica una mayor exposición a riesgos como la pérdida de datos, la vulneración de la privacidad y la ciberseguridad. Las infraestructuras deben incorporar esas circunstancias desde el diseño. La tecnología compensará al sector con recortes en tiempo, costes y emisiones de CO2, y con la liberación de nuevas capacidades a partir de los activos existentes, lo que en definitiva puede traducirse nuevos modelos de negocio.

Una de las peculiaridades de las infraestructuras inteligentes es la incorporación de sensores con microprocesadores integrados y enlaces de comunicación inalámbricos. Están cambiando fundamentalmente la forma en que monitorizamos y mantenemos los activos, pero ni los sensores ni la tecnología inteligente son nuevos. El desafío actual, desde el punto de vista de la innovación, va más allá del mero recurso a ellos: es su integración a gran escala en la infraestructura civil, la capacidad de aprovechar todas las piezas para ayudar a gestionarla y mantenerla.

La tecnología aún está evolucionando para conseguir ese objetivo. En las primeras redes de sensores inalámbricos (WSN), existía la preocupación acerca de cómo garantizar la energía necesaria para alimentarlas, debido a las limitaciones de la batería. El problema se resolvió parcialmente con las tecnologías de recolección de energía que logran extender su vida útil y, recientemente, la nueva generación de WSN basadas en sensores autoalimentados ha cerrado la brecha entre la energía recolectada y la requerida para la detección, el cálculo, el almacenamiento y la comunicación. No obstante, hay margen de mejora y su utilización no es todavía generalizada.

En 2023, se cumplieron diez años desde el lanzamiento del programa Innovate18 de Crossrail en Reino Unido, uno de los primeros ejemplos de enfoque sistemático de innovación en un programa de infraestructuras. A los cuatro años, había recuperado con creces la inversión inicial de tres millones de libras, de modo que consiguió introducir la exigencia de que todos los grandes proyectos y programas de infraestructura tuvieran un programa de innovación.

Como explica el Cambridge Centre for Smart Infrastructure and Construction (CSIC), muchas de las innovaciones de Innovate18 se centraron en soluciones digitales, pero sobre todo dio lugar a la Plataforma de Innovación de la Industria de Infraestructuras i3P. Uno de sus descubrimientos fue, curiosamente, que el formato de los contratos en los proyectos de infraestructuras puede convertirse en uno de los factores que inhibe la innovación digital. Sencillamente, en muchos casos, pueden “no estar a la altura”, afirma el CSIC.

El llamado «transaccionalismo«, combinado con un enfoque implacable en los componentes, y no en los resultados, sigue siendo un obstáculo importante, porque “juega en contra del desarrollo de un propósito compartido entre las organizaciones involucradas”, añade el CSIC. En el otro extremo, se encontraría el pensamiento programático que vincula la conclusión del proyecto a la obtención de beneficios, incluidos el valor empresarial y social, y a las eficiencias asociadas a las aplicaciones de gemelos digitales y los entornos de datos comunes relacionados. No equivale, por tanto, únicamente a la finalización de la construcción.

El sector está cambiando hacia una mayor modularización, hacia la construcción fuera del sitio donde se implantarán los activos y hacia el incremento de productividad derivado de la aplicación de algunas de las lecciones de la industria manufacturera. Sin embargo, sigue siendo mostrando resultados pobres en cuanto a la integración vertical de la cadena de suministro y la mejora de las relaciones entre sus distintos ‘niveles’. Las empresas más pequeñas operan con márgenes muy reducidos y tienen poca capacidad para adoptar prácticas más avanzadas, de modo que piensan fundamentalmente a corto plazo.

En términos generales, la infraestructura inteligente integra tecnología digital y sensores inteligentes para proporcionar autocontrol y mejorar la toma de decisiones. Dicho de otro modo, utiliza la tecnología para impulsar los resultados, el bienestar y la calidad de vida. El coste de desarrollar tecnología para la construcción, el mantenimiento y el uso de infraestructura a menudo requiere de una escala y una experiencia que excede la de la mayoría de los organismos públicos municipales y estatales. Las soluciones de software como servicio (SaaS) podrían servir de referencia en ese sentido, según los expertos del Bloomberg Center for Cities de la Universidad de Harvard.

Su planteamiento es que los acuerdos de colaboración público-privada bien estructurados ofrecen la ventaja de optimizar la asignación de riesgos del proyecto a la parte mejor posicionada para gestionarlos. Pero cuando interviene el factor digital, se incorpora un conjunto nuevo de preocupaciones. Por eso hacen una serie de recomendaciones. La primera, utilizar el pensamiento sistémico en la definición del problema, implicando a todas las administraciones y recabando todos los puntos de vista para obtener, de ese modo, beneficios multilaterales. Definir el mejor valor no es fácil de medir, y ciertamente no sólo en términos de coste.

En segundo lugar, según el Bloomberg Center for Cities, la Administración debe ofrecer incentivos para que un socio privado invierta en I+D de soluciones tecnológicas y conserve el control de su propiedad intelectual. El sector público necesitará tener control sobre el acceso a ese software, incluidas las interfaces de programación de aplicaciones (API).

Conviene, en tercer lugar, incorporar normas relativas a la seguridad y privacidad de los datos. El proyecto Sidewalk Labs Quayside de Toronto, dotado de infraestructura digital, fracasó porque se desdibujaron las líneas entre lo público y lo privado. Según Michael Bennon, director general del Centro de Proyectos Globales de Stanford, “el socio público debe establecer barreras claras desde el principio”, y el Bloomberg Center sostiene que la propiedad y el uso de los datos deben estar claramente articulados y codificados legalmente en el acuerdo público-privado.

 Según una investigación publicada en el Rand Journal of Economics, “la relación a largo plazo inherente a una asociación público-privada puede crear un margen particular para que se desarrollen asimetrías de información entre el sector público y la entidad privada”. Por otra parte, aunque es posible que surja la oportunidad de reducir costes al permitir que el proveedor privado monetice la información del servicio, hay que garantizar la privacidad, incluso cuando esa información de los usuarios sea anónima. Por último, y debido al poder de un colaboración público-privada digital, el uso de tecnologías más nuevas para involucrar al público es particularmente útil.

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