Un país que ha empezado a conocerse

La puesta en marcha de iniciativas para el fomento de la colaboración entre centros tecnológicos de diferentes comunidades autónomas, como el Programa Cervera, ha puesto de manifiesto, según el autor, la falta de conocimiento que existe entre los actores del ecosistema de I+D español, y sin saber las fortalezas de cada parte resulta complicado conectar
Eugenio Mallol
19 de febrero de 2023 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
Un país que ha empezado a conocerse
Asistentes a la última edición del Foro Transfiere en Málaga. / TRANSFIERE

Para elaborar un informe sobre el desarrollo de la primera convocatoria del Programa Cervera del CDTI, diseñado para fomentar la colaboración entre centros tecnológicos de diferentes comunidades autónomas, concerté un buen número de entrevistas. Me llamó poderosamente la atención que, según me explicaban los directivos de los centros, uno de los pasos iniciales que tuvieron que dar, una vez configurado el consorcio que iba a trabajar en un proyecto tecnológico, consistía en resolver un sencillo interrogante: ¿en qué es bueno cada uno?

Los objetivos abordados en los proyectos Cervera son variados desde el punto de vista tecnológico. Desde drones y aerotaxis para la movilidad del futuro a la fabricación aditiva eficiente de componentes eléctricos; desde gemelos digitales para crear fábricas virtuales a tecnologías de protección de la identidad digital. En uno de ellos, Tecnomifood, sobre tecnologías ómicas, resultó que cada centro participante era mejor que el resto en una parte del proceso de digestión alimentaria. No se puede pensar en una complementariedad mayor. Lo descubrieron al ponerse manos a la obra.

El Programa Cervera es una de las herramientas más potencialmente importantes de activación del espíritu colaborador en nuestro ecosistema de I+D. Pilar González Gotor, jefa del departamento de Promoción Institucional y Cooperación Territorial del CDTI, a quien pudimos saludar en la última edición del Foro Transfiere en Málaga, anunció hace unos meses en presencia de la nueva presidenta de la Federación Española de Centros Tecnológicos (Fedit), Laura Olcina, que a las líneas destinadas a fomentar la cooperación entre centros y la transferencia de éstos a las empresas se iba a sumar una nueva línea diseñada para conectar a las universidades y los organismos públicos de investigación (OPI).

Será interesante ver cómo entes de diferentes territorios y de naturalezas dispares se sientan a deliberar simplemente sobre las materias en las que es mejor cada uno de ellos. El impacto de un proceso de tan evidente utilidad, en un país en el que hay agencias regionales de innovación que sólo financian los transportes interurbanos a los investigadores si los traslados se producen dentro de su propia autonomía, puede ser muy beneficioso.

Quizás por eso ha tardado tanto en ponerse en marcha. La convocatoria de los Programas Cervera ya aparecía en el Plan Estatal 2013-2016 Programa Estatal de Generación de Conocimiento de Excelencia, y recibió un impulso cuando el entonces ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, anunció que iba en serio con la medida en 2018. Pero las primeras ayudas no se adjudicaron hasta finales de 2019.

No nos flagelemos con agonías administrativas. En última instancia, lo que se pone de manifiesto es que uno de los principales problemas del ecosistema de innovación español es la falta de conocimiento de lo que hacen sus principales actores y de su potencial. Y eso es grave, porque un primer requisito para conectar consiste en saber exactamente cuál es la longitud de onda de cada uno, qué tipo de puertos de entrada usa, cuáles son sus habilidades.

La sensación de entusiasmo que está produciendo el hecho de que centros de distintas comunidades autónomas tengan al fin un motivo para abrir las puertas a sus respectivos investigadores les ha llevado incluso, según me confesaban, a compartir información de naturaleza comercial. A ayudarse a conectar con empresas, incluso para hacerse la competencia entre ellos. En efecto, sorprendente.

Cuando se convive durante unos días en Transfiere, uno sabe que no acude a un foro pensado para difundir las grandes ideas, sino a un lugar para conectar, para conocerse. Esa es la cualidad que va convirtiendo a la cita de Málaga en un espacio cada vez más necesario. Al abandonar la idea de reunir a la oferta y la demanda de servicios tecnológicos y centrarse fundamentalmente en aglutinar a una de esas dos partes (la oferta), ha dado con la tecla de la necesidad satisfecha. Hasta la decisión de alargar su duración a tres días parece estar funcionando. Hacen falta conectores, sí.

En cierta ocasión una consultora recibió el encargo de una empresa de agroalimentación valenciana que le pedía un listado de los 10 mejores proveedores posibles a nivel mundial en una determinada tecnología. Después de hacer scouting por todo el mundo, presentaron ese decálogo y, para sorpresa de todos, el primer puesto lo ocupaba una empresa de Paterna. Ese es el tema.

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