The Collider, listo para el salto del modelo de factorías de startups al mundo ‘deep tech’

Surgida como un programa de la Fundación Mobile World Capital para fomentar la transferencia de tecnología, se ha convertido en uno de los principales impulsores de spin offs de proyectos científicos en nuestro país y en uno de los conectores entre el mundo de la empresa y el de la investigación, su siguiente paso es posicionarse en el ámbito de los 'deep tech venture builders'
Eugenio Mallol
16 de abril de 2022 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
The Collider, listo para el salto del modelo de factorías de startups al mundo ‘deep tech’
El director del programa The Collider de la Fundación Barcelona Mobile World Capital, Óscar Sala.

Hace 10 años, aprovechando que Cannes elegía a Barcelona como sede del Mobile World Congress (MWC) se creó la Fundación Barcelona Mobile World Capital “para que el evento fuera punta de lanza para construir historias de innovación y mejorar nuestra industria y sociedad los 365 días del año”, explica Óscar Sala, director de The Collider, el programa de transferencia tecnológica que acabaría promoviendo la entidad cinco años después, y colaborador de Atlas Tecnológico.

“Identificamos una oportunidad: la excelencia científica que tiene España y Europa no la aprovechábamos para que nuestra industria fuera más competitiva, para que estuviera más alineada con el conocimiento del país”. Cuando éste se transforma en spin offs, en España facturan de media unos 30.000 euros, frente a los 270.000 euros de Europa y los seis millones de Estados Unidos. Junto a ello, sólo el 5,5% de la I+D de las empresas se contrata a la universidad en nuestro país, y de todas las patentes europeas sólo el 5% generan valor.

“A los países que son capaces de transferir tecnología les va mejor, de modo que analizamos por qué sucedía esto”, señala Óscar Sala, y a continuación la Fundación decidió poner en marcha The Collider. Nada hacía presagiar, en aquel momento, que el Covid-19 evidenciaría la enorme oportunidad, porque “aquellos países del mundo a los que les va mejor, como China, el único que creció en 2020, Estados Unidos o Israel tienen en común que hacen una muy buena transferencia de tecnología y una conversación permanente entre ciencia y empresa”.

El ecosistema internacional de la Fundación permite hablar diferentes idiomas y ver la forma de establecer “sinergias para que una vez la ciencia madure se creen las condiciones para que el mercado la adopte”. Uno de los retos que se fijó The Collider fue mejorar la transferencia mediante la creación de spin offs, “porque muchas de las empresas que salen del laboratorio, en el Valle de la Muerte desaparecen, de modo que creamos una filial al 100% fundación que es un programa de creación de spin offs”, cuenta su director.

“Creamos un venture builder [una factoría de startups] en el que es el mercado el que manda, para que se implique, y separamos en el equipo de las compañías a las personas que hacen I+D de las que comercializan la tecnología, porque la inmensa mayoría de científicos no lo hacen bien como directores generales. El objetivo de The Collider es crear la base de emprendedores unidos a científicos para que trabajen juntos”, continúa Óscar Sala.

La clave ha sido conseguir, en efecto, que “construyan juntos, que hagan cocreación para iterar líneas de negocio. Este es el principal enfoque de The Collider, teníamos clara la metodología que sigue siendo la misma: no se trata de poner mentores a disposición de los investigadores, sino de una cocreación durante 15 semanas”. A lo largo de las cinco ediciones del programa se ha ido estandarizando la relación de transferencia de tecnología y todos los procesos de creación y los ratios “que hacen que creemos compañías que el mercado acoja desde el primer día”.

Otros cometidos

Asimismo, “nos hemos dado cuenta de que la creación de spin offs es solo uno de los ingredientes, pero no el único”, dice Óscar Sala. The Collider ha incorporado otros cometidos, como el de dar visibilidad a la ciencia, “creando un catálogo de proyectos para que el mercado lo conozca”, para lo que aplica la metodología i-corps creada en Stanford y Berkeley, cuyo creador, Jerome Engel, es habitual en sus acciones. El objetivo es «poner el market discovery mindset del gen emprendedor en los científicos y acompañarles para que valoricen con el mercado sus tecnologías».

“Hay que medirlo, porque una innovación que no mide el impacto es imaginación”, afirma el director de The Collider. “El ecosistema inversor español y europeo piensa aún mucho en modelos de negocio long pay, y el deep tech y el early stage aún transmiten mucho riesgo. A partir de ese programa de venture builder, junto a la industria, decidimos los proyectos que deben ir al mercado, porque vemos que reúnen los ingredientes necesarios, y luego creamos las condiciones, mediante una primera inversión directa que permita hacer los primeros pilotos”.

Esa es la parte de profitability: “estamos ayudando a cambiar el mindset respecto al deep tech en el sentido de que hay una gran oportunidad para invertir. El deep tech, sobre todo en etapas tempranas, requiere de otro tipo de acompañamiento. Hemos creado 18 spin offs, de las cuales 15 siguen vivas, con solo 50.000 euros de inversión directa en cada una de ellas, con lo cual hay que hacer magia, 700.000 euros en total. Hemos levantado casi siete millones y hemos creado compañías por valoración de casi 17 millones de euros. Le estamos diciendo al mercado de deep tech, que suele requerir más tiempo de maduración, que en tres años podemos estar ya en x32”.

La singularidad que tiene la startup invertida por The Collider es que cuenta con un acuerdo con la institución científica “para trasferir la patente y de provisión de servicios de I+D”, lo que la hace diferente “a cualquier modelo de negocio cuya ventaja competitiva se centre en la masa crítica”. El equipo de Óscar Sala valoriza del orden de 100 proyectos al año, hace más de 100 pilotos con la industria, recibe más de 200 proyectos de instituciones científicas para ese programa de venture builder, el 10% de ellos europeos, y al año crea dos o tres spin offs”. Además, The Collider ayuda a corporaciones de gran impacto a localizar proyectos científicos “e incluso a acelerar sus ideas de negocio, sus corporate ventures”.

Los obstáculos que ayuda a resolver el programa tienen que ver, a juicio de Óscar Sala, “con el cambio de mindset. A las corporaciones que son muy tácticas y piensan en el negocio de hoy les ayudamos a pensar en la innovación del mañana; y en el ámbito científico estamos intentando cambiar el modelo, que en España está pensado para dar visibilidad al conocimiento, a la publicación, el paper, la patente. Hay que introducir el impacto en el negocio, no en la ciencia básica, que funciona muy bien, sino en la ciencia orientada, que va avanzando de la mano del laboratorio y el mercado. Estamos ayudando en la Ley de la Ciencia, propiciando este nuevo modelo”.

Para el futuro vaticina un “cambio de modelo”, potenciado por la Comisión Europea, con programas orientados a acelerar startups y otro mindset orientado a “crear una mayor colaboración de la industria en proyectos científicos en fases muy tempranas”. En su opinión, es el momento de “pensar en cuál es el impacto que se está generando en cada uno de los centros de investigación, cuál es el centro que puede desempeñar un mejor papel, dejar de hacer cosas en las que no somos competitivos. Todo ello generará un círculo virtuoso”.

El futuro va de crear más espacios de colaboración, de encuentro, probablemente. ¿Cómo? Creando un gran catálogo de proyectos que puedan resolver retos de la industria europea. Es fundamental que una empresa sepa dónde se está investigando en el área en la que tiene una necesidad tecnológica concreta. Eso ahora no existe”, añade Óscar Sala. “La Comisión Europea debe potenciar programas orientados a una mayor cooperación entre la ciencia y la empresa, pero en las fases que toca, haciendo un itinerario real, considerando el Valle de la Muerte, las pruebas de concepto, el cambio de mindset en la corporación”.

Precisamente por eso, apunta, “percibo que programas como The Collider serán cada vez frecuentes. El siguiente paso es poner los venture builders en la ciencia, lo que se conoce como los deep tech venture builders, y lanzar programas de inversión y financiación reales, porque si no hay financiación las cosas no despegan. Europa tiene dos asignaturas pendientes: el early stage, potenciar todos esos espacios de colaboración ciencia-empresa, e instrumentos de inversión y financiación, estamos aún a uno o dos ceros frente a Estados Unidos o Singapur”.

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