Sembrar España de silos de datos con dinero público
La adjudicación de los 83 millones de euros en ayudas a 90 proyectos para crear espacios de datos sectoriales beneficia a muchas iniciativas de universidades, fundaciones y centros de investigación y convendría que se hubiera pensado con visión estratégica, como un punto de partida para fomentar la coordinación y la creación de herramientas de información compartida, pero no ha sido así
Hay diferentes formas de enfocar el asunto del reparto de ayudas públicas para promover la transformación digital. ¿Es mejor apostar por grandes proyectos que articulen a todos los actores en un ecosistema, ejerzan un efecto tractor y sean realmente transformadores? ¿O la mejor opción es promover el desarrollo granular, ayudando a muchos para que crezcan por separado? Los motivos para defender un modelo u otro son válidos, lo lógico es apostar por que convivan. La clave es tomar la mejor decisión, en cada momento, con visión estratégica.
La Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial acaba de publicar la propuesta de resolución provisional de las ayudas destinadas a la creación de Espacios de Datos Sectoriales. En la convocatoria, ya se establecía que los proyectos a financiar debían situarse entre 300.000 y cinco millones de euros, es decir, se apostaba desde el principio por el modelo granular.
De modo es que eso es lo que tenemos en la propuesta provisional de resolución: un largo distado de adjudicatarios desconectados, con propuestas de demostradores y espacios de datos, en muchas ocasiones, aparentemente similares, pertenecientes a los sectores de salud, agroalimentación y movilidad sostenible. La mayoría son fundaciones públicas y universidades, también hay empresas de base tecnológica, algunas del ecosistema de Atlas. En total, se repartirán 83 millones de euros.
No se prevé, ni se exige, que vayan un paso más allá y caminen hacia la federación de datos, que es como realmente se saca el máximo partido a la información precisamente en esos tres sectores. Esa debería ser, en adelante, la decisión estratégica para promover que las iniciativas particulares acaben contribuyendo a conformar acciones a escala nacional. Pero eso queda a la libre elección de los adjudicatarios. Y, cuando sucede así, no resulta fácil que la colaboración surja por generación espontánea.
Esa es, de hecho, la reflexión que debemos hacer. ¿Estamos sentando las bases para la colaboración, para gestionar los datos con visión de país, o estamos sembrando nuestro territorio de silos? Si se financian propuestas como la de crear un “Espacio de datos para la música española”, de Artistas, Intérpretes o Ejecutantes, Sociedad de Gestión de España (AIE), es natural que salten las alertas.
Hay que celebrar que las universidades de Carlos III, Alicante, Politécnica de Catalunya, Politécnica de Madrid, Lleida, Valencia, Murcia, Málaga, Vigo y Córdoba desplieguen iniciativas de espacios de datos, siempre y cuando eso sirva de base para una posterior coordinación en proyectos de amplio alcance a nivel nacional. ¿De qué vale si no tenerlos aislados? Y lo mismo puede decirse de los proyectos que lideran fundaciones, institutos de investigación y asociaciones, hasta el Consorcio de la Zona Franca de Barcelona.
Distinta es la situación de las empresas que aparecen en el listado de concesión de ayudas, desde Cabify a Fersa Bearings, Lis Data, Libelium, Sacyr o Sarenet. En esos casos, el dinero público selecciona proyectos de generación de tecnología -ese es el factor diferencial- sobre la que desarrollar nuevas aplicaciones a partir de datos. El efecto tractor es distinto, la finalidad, distinta, y la granularidad está plenamente justificada.
En última instancia, si no controlamos nosotros la escala de los sistemas basados en datos, acabamos teniendo que converger en plataformas de terceros. Esa la tendencia natural en nuestro país y casi diría que en Europa. Preferimos encontrarnos en la nube de Amazon Web Services que compartir datos y abrir nuestros sistemas de información para construir herramientas basadas en la colaboración. La propia Administración tiene que estar vigilante para no fomentar los silos con sus modelos de ayudas.