
Las sedes intangibles

Román Orús es una sede. El cofundador y director científico de Multiverse Computing consigue atraer talento internacional a su compañía de algoritmia cuántica, profesionales que podrían recibir probablemente sueldos mucho mayores en la Bahía de San Francisco, pero prefieren venir a España a trabajar con él.
Alejandro López Bezanilla, el español que investiga en quantum annealing en el mítico Laboratorio de Los Alamos fundado por Oppenheimer, es también una sede en sí mismo. Una sede intangible. La diferencia con sus homólogos en los centros de investigación de nuestro país es triple: en primer lugar, cuando surge la posibilidad de desarrollar una línea de trabajo novedosa y potencialmente arrebatadora, Alejandro puede acudir a los grupos de trabajo de su centro y del resto de los que componen el complejo y siempre consigue reunir a una decena de colaboradores motivados.
En segundo lugar, mientras se desempeñe con excelencia y cumpla los objetivos, contará con apoyo para seguir adelante. Y, por último, en el espacio en el que se encuentra están sucediendo cosas interesantes continuamente, ya sea una conferencia, la visita de un personaje destacado de la ciencia, reuniones con empresas tecnológicas…
Algo similar sucede con otra sede intangible, Pablo Jarillo-Herrero, que cuenta con un laboratorio con su nombre en el MIT. El talento y el capital le seguirán allí donde esté, después de sobresaltar a la comunidad física internacional con el descubrimiento del ángulo mágico del grafeno. Y a Bernardo Quintero en Málaga, y a José Capmany en Valencia… desde antes del Liceo de Aristóteles y la Academia de Platón se viene repitiendo el patrón de las sedes intangibles. Silicon Valley se estableció en un Valle de Santa Clara eminentemente agrícola, pero su sede intangible fue en un principio Frederik Terman, aquel visionario imprescindible de la Universidad de Stanford.
El experto en gestión del agua y zonas áridas Fernando Maestre es también una sede intangible. Premio Nacional de Investigación y miembro de ese 1% de científicos más citados del mundo, la Universidad del Rey Abdulaziz (KAU), el principal campus de Arabia Saudí, se lo arrebató a la Universidad de Alicante, cuya rectora, Amparo Navarro, le despidió con cajas destempladas en un artículo publicado en prensa unos días después del anuncio de su marcha.
Cuidar las sedes intangibles es una cuestión cultural, más que puramente crematística. Debemos reconocer el talento único que hay en España, rodearlo de equipos motivados y hablar de los grandes temas. Eso es ser sede de sedes.