Extremadura y la rebelión de los ‘lugares que [todavía] no importan’

La disposición a colaborar de un territorio constituye una fortaleza de tanto valor que puede superar las carencias en cuanto a capacidades científico-tecnológicas y a complejidad económica, territorios como Málaga y ahora Extremadura, que ha lanzado una Estrategia de Transformación Digital en la buena dirección, quieren basar su éxito en las alianzas: ¡tienen toda Europa a su disposición!
Eugenio Mallol
7 de julio de 2024 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
Extremadura y la rebelión de los ‘lugares que [todavía] no importan’
Un momento de la presentación de la Estrategia de Transformación Digital de Extremadura.

Como ejemplo de territorio europeo que reúne todas las condiciones para ser altamente innovador, porque cuenta con las capacidades científico-tecnológicas y con una economía diversificada e indudablemente compleja, Ron Boschma, profesor de Economía Regional de la Universidad de Utrecht, cita a París. Una isla dentro de un país que ofrece, sin embargo, un panorama menos halagüeño, caracterizado por altas capacidades en la mayoría de su territorio, pero baja diversificación.

En el extremo opuesto a París, Boschma, que reside en Amsterdam y con quien pude compartir un agradable almuerzo junto al resto de ponentes de la Fundación Cañada Blanch en Valencia, sitúa a las regiones que tienen bajas capacidades y bajo nivel de diversificación y complejidad. Son las que lo tiene más difícil para salir del estancamiento tecnológico e innovador en el que se encuentran.

Cita un ejemplo de región europea con bajas capacidades y baja complejidad: Extremadura. El diagnóstico para ellas es incluso peor, si no reaccionan, que el de las regiones afectadas por lo que los expertos llaman la “trampa del desarrollo” (la gran mayoría de las españolas), es decir, aquellas que no pueden avanzar porque sus costes salariales ya no son bajos, pero carecen del nivel tecnológico de las más desarrolladas.

Como moderador del evento, formulo la primera pregunta al urdidor del debate, el profesor de la London School of Economics Andrés Rodríguez Pose. “Andrés”, le digo, “¿es Valencia (la ciudad en la que estamos en ese momento) uno de esos lugares que no importan de los que hablas en tus papers [aquí puedes descargar el más conocido]?” Murmullos entre el público.

Lo que sucede a continuación resulta habitual en esta clase de conversaciones públicas. De pronto, tanto él como después hará Boschma en referencia a Extremadura, evolucionan su discurso hacia la identificación de las enormes posibilidades que tienen por delante estos territorios. Es un momento de oportunidades para ellos, coinciden. La clave está en la colaboración.

Tengo la fortuna de asistir a una doble cita en la monumental Cáceres invitado por la presidenta de Extremadura, María Guardiola. Por la noche, una cena con una decena de personas del mundo del periodismo, la consultoría, el turismo, la economía, la empresa e incluso el arte. Al día siguiente, presentación de la Estrategia de Transformación Digital de Extremadura, un documento bien trabajado, con profusa referencia a informes globales, algo no muy habitual en nuestro país, en el que se plantean una serie acciones para arrancar el motor digital de la región.

“¿En qué estaban pensando los de antes?”, le pregunto a María Guardiola. Menudo ejercicio de irresponsabilidad haber retrasado tantos años, al menos una década, la adopción de medidas indispensables para que un territorio hable el lenguaje de la innovación tecnológica. La política y sus mal calculados desatinos, esa ideología mal entendida, cuánto perjuicio pueden provocar a una socidad.

Le hablo de Jerome Samuels, excirujano general de Estados Unidos. Hace unos días, contaba en el Aspen Ideas Festival cómo, tras dejar el puesto, recibió numerosas ofertas profesionales. Se decantó por la de Purdue University, que curiosamente no cuenta con Facultad de Medicina, pero sí de veterinaria. El 80% de la salud se juega fuera de los centros sanitarios y los hospitales, especialmente en la mesa de comida. Samuels quiere fabricar los alimentos del futuro para cuidar la salud. Extremadura sabe de eso, Irlanda se ha convertido en una potencia mundial en biotecnología médica. Es la hora de conectar, conectar, conectar.

Para colaborar hacen falta mimbres como los que recoge la Estrategia de Transformación Digital de Extremadura, además de una alianza firme Administración-Universidad-Empresa. Si todo eso existe, y contando con una montaña repleta de litio a unos kilómetros de Cáceres, todo es posible. Guardiola habla de convertirse en la “Málaga del Suroeste de España”, palabras que seguro que gustan en el ecosistema de Atlas, pero que sobre todo ponen de manifiesto el éxito de un modelo de mano tendida.

La rebelión de los territorios que (todavía) no importan consiste precisamente en no obsesionarse en duplicar los equipos que ya existen en otras regiones, en no cometer el error del solapamiento estéril, en no copiar renunciando a las fortalezas propias. Sino en descubrir cuáles son sus fortalezas para la colaboración. Persistir en la redundancia mantendrá al resto en esa trampa del desarrollo de la que no consiguen salir. Boschma ve claro el brillante futuro de Extremadura: tiene en sus manos todo el potencial tecnológico de Europa para prosperar.

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