El nuevo modelo económico de la zettaescala

La reflexión sobre el modo de gestionar el talento para la resolución de problemas en todas las esferas de la sociedad y la economía se topa con el cambio de paradigma que ha introducido la inversión en grandes infraestructuras de procesamiento la IA generativa en la producción de la innovación
Eugenio Mallol
22 de diciembre de 2024 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
El nuevo modelo económico de la zettaescala

“…y en el mundo del arte”. Cuando pronuncio estas palabras, Natacha Kucic, una de las ponentes estrella del New In Revive Valencia que acaba de celebrar Atlas Tecnológico, se revuelve en su asiento del restaurante donde hemos convocado la cena previa al evento. La apasionante conversación en la que participan también Sergio Martín y Javier G. Recuenco y su luminoso linóleo estoico (“cuadra de fulaneo siempre de guardia”, wasapea el tío), nos lleva a reflexionar sobre la igualdad, la verdad, la educación, la democracia, el poder, el sexo, lo inflexible y lo imprevisible en la cultura organizativa. En fin, lo que te toca si te sientas a cenar, vela, mantel y violines, en el punto de intersección de tres líneas de alta velocidad.

Hablamos, en suma, de esas estructuras concebidas para no cambiar, a escala individual, familiar, comunitaria, municipal, autonómica, estatal, europea y mundial. Dio para todo. Concluí la noche, antes de acompañar al inconmensurable Albrecht Beck a un paseo por el centro histórico de Valencia, un poco más rendido a Natacha, claro. Antes de despedirme le dejo caer que el problema al que nos enfrentamos las sociedades occidentales, y que no queremos mirar de frente, pero algún día nos tocará hacerlo, es la definición del bien. Los ODS son sólo un buen ejercicio de marketing.

Todo ello ilumina, no sé muy bien por qué, el rinconcito de mi cerebro en el que había aparcado el anuncio de Oracle de que pone en marcha los primeros clústeres de computación en la nube zettascala acelerados por la plataforma NVIDIA Blackwell. Un ingenio monstruoso, el mayor superordenador de inteligencia artificial (IA) en la nube. Una colmena de 131.072 GPU Blackwell de NVIDIA gestionada por Oracle Cloud Infrastructure (OCI) que ya está aceptando pedidos para procesar información.

Manejará una cifra sin precedentes de 2,4 zettaFLOPS de rendimiento máximo, más del triple de GPU que el superordenador Frontier y más de seis veces la de otros hiperescalares. Cuando se produjo el anuncio, Ian Buck, vicepresidente de Hyperscale y High Performance Computing de NVIDIA, afirmó que “a medida que las empresas, los investigadores y los países se apresuran a innovar utilizando la IA, el acceso a potentes clústeres de computación y software de IA es fundamental”. Ahí viene el primer pellizco.

La nueva plataforma “ofrecerá capacidades de computación de IA a una escala sin precedentes para avanzar en los esfuerzos de IA a nivel mundial, y ayudar a las organizaciones de todo el mundo a acelerar la investigación, el desarrollo y la implementación”. Oracle tiene en mente que necesitará sembrar el mundo con 2.000 nuevos data center los próximos años, el ritmo anual ronda los 150.

La concentración tecnológica asociada a la carrera de la IA generativa nos introduce en un nuevo modelo económico, alimenta un cambio de paradigma, certifica un desequilibrio casi insalvable en la gestión de la innovación. NVIDIA es un fabricante de chips que en muchos casos sólo se pueden utilizar contratando los entornos de trabajo (frameworks) que él mismo vende.

Podríamos estar asistiendo al mayor vendor lock-in de la historia de la tecnología, con la IA generativa como gran protagonista. Ha bastado que muchos de los nuevos LLM se pusieran al alcance de las empresas en modo de código libre para que se produjera una avalancha de peticiones de los productos de Jensen Huang y, por extensión, de las infraestructuras de los hiperescalares.

Unos pocos cerebros, en manos de unas pocas compañías, ubicados en la cúspide de la pirámide, y el resto de la economía repartiéndose sus estímulos nerviosos según algo así como un principio de subsidiariedad tecnológico. Acabamos de saber que en 2023 la inversión en I+D de la industria europea ha crecido por encima de la de EEUU y China, por primera vez en una década, según el Industrial R&D Investment Scoreboard, lo cual es una gran noticia. Pero si se pone en el contexto del flujo en cascada de la IA generativa las cosas se ven de otra forma.

Hace unos días le preguntaba a un alto directivo EMEA de una gran corporación tecnológica cómo preparaba esas reuniones, en su cuartel general central de Estados Unidos, en las que tenía que hablar del carajal regulatorio europeo. No había problema, se adaptaban a lo que había. ¿Qué importa verdad? Y si hacen falta nubes soberanas para que los datos no salgan de Europa, será por falta de racks.

Es quizás una cuestión de márgenes de maniobra. El espacio de actuación en el que se movía todo aquello de lo que hablábamos Natacha, Sergio, Javier y yo se está reconfigurando, como si de una sala con muros móviles se tratara. Se abren nuevos compartimentos, se amplían otros, se reducen algunos también, y procuramos que las organizaciones miren de cara su realidad y encuentren una salida integrando ortodoxia y heterodoxia sin miedo. Pero la sensación que queda es que los éxitos que obtengamos van a ser a partir de ahora condicionados, vivimos tecnológicamente de prestado, hemos dejado de ser dueños del lugar que ocupamos.

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