El nuevo dilema social: o ideología, o personas y robots
Debemos decidir de qué forma vamos a responder al reto: o lo solucionamos con personas y robots, o lo tendremos que hacer sólo con robots, la tercera opción es echar a perder la industria, ya sea físicamente, ya porque acabe siendo fagocitada su propiedad por inversores procedentes de las economías más competitivas
Asistentes al Collaborate Velocity Zaragoza 2024 en el cóctel networking final.
Uno de los factores clave para convertir a Japón y Suiza en líderes mundiales en robótica fue la común aversión a dejar en manos de personas de otros países tareas tradicionalmente asignadas a la mujer en sus sociedades, esas funciones que se quedaban sin cubrir conforme que se producía su masiva incorporación al mercado laboral. Entre inmigrantes y robots, prefirieron apostar por los segundos.
En el Collaborate Velocity Zaragoza se ha puesto de manifiesto que el gran desafío siempre aplazado de nuestra economía, el de la productividad, es hoy una cuestión de vida o muerte. Es la velocidad de los ciclos tecnológicos y la capacidad de adaptación a ritmo vertiginoso de otras regiones, especialmente Asia, lo que nos ha conducido a este punto crucial, en el que debemos decidir de qué forma vamos a responder al reto: o lo solucionamos con personas y robots, o lo tendremos que hacer sólo con robots. La tercera opción es echar a perder la industria, ya sea físicamente, ya porque acabe siendo fagocitada su propiedad por inversores procedentes de las economías más competitivas.
Es un dilema social porque implica un cambio en las condiciones en las que todos hemos venido desempeñando nuestra tarea profesional durante las últimas tres décadas y eso incluye a la Administración (no ha salido bien parada del Collaborate, todo sea dicho) y a los agentes sociales. La ideología imperante hoy en las relaciones del mercado laboral necesita actualizarse para no descartar lamentablemente a las personas de la ecuación. Llamativamente, las posturas maximalistas en favor del inmovilismo suelen proliferar en las cúpulas de las grandes centrales sindicales, los comités de empresa suelen actuar con mucho más pragmatismo.
Es cuestión de “actitud”, decía un experto del Atlas Industrial Trends. España y Europa se encaminan hacia un nuevo ecosistema de personas y robots capaces de actualizarse a ritmo de horas y no de días, hacia la sustitución de la mano de obra humana por robots o hacia la desindustrialización. Una apuesta arriesgada. Forzar la pérdida de industria por no ser capaces de evolucionar la ideología podría poner en riesgo el mantenimiento de nuestro actual nivel de vida. La defensa a ultranza del modelo actual es el mayor peligro para la subsistencia de los principales beneficios que aporta a la sociedad. Si no evoluciona, la ideología nos aboca a ser meros aparcaderos de industrias ajenas, y mantiene para la mano de obra, con suerte, la vía de la terciarización.
Lo angustioso del actual dilema social, que no percibimos todavía en toda su intensidad por el espejismo de competitividad que producen los fondos europeos, es que la decisión se toma tanto si actuamos como si no. Las consecuencias las percibiremos en cualquier caso.