¡Despierta! China lidera 57 de 64 campos tecnológicos y nos da ya lecciones de cómo innovar

En apenas una semana, tres conversaciones acerca de cómo el gigante asiático no sólo lidera desde el punto de vista científico-tecnológico, como acredita el Australian Strategic Policy Institute (en 24 campos como monopolio), sino que muestra una capacidad de reinvención (el barco Ro-Ro de BYD) y de adaptación y espera (la planta de humanoides de Zeekr), que Europa y EEUU hemos perdido
Eugenio Mallol
15 de junio de 2025 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
¡Despierta! China lidera 57 de 64 campos tecnológicos y nos da ya lecciones de cómo innovar
UBTECH

El barco diseñado por el fabricante de vehículos eléctricos y autónomos chino BYD manda un mensaje claro al mundo, me dice Hugo Giralt, fundador y CEO de Propelland, con sede en Nueva York y San Francisco, con casos de éxito espectaculares para compañías como Audi, Coca-Cola, Powerade, HP… y prácticamente todo el Ibex 35, y ponente estrella del próximo Collaborate de Murcia. China es un país dispuesto a replantearse cualquier modelo heredado, incluido el sistema de transporte marítimo mundial diseñado alrededor de estándares como los TEU (unidad de medida 20 pies para contenedores).

No sólo muestra una capacidad de adaptación y de apertura al cambio descomunal en su proceso de innovación, sino que actúa a una velocidad muy superior al de Europa, extenuante para Estados Unidos, que sigue el ritmo en muchos sectores a duras penas. Ahí tienes a los coches de BYD aparcados en el titánico barco con capacidad para 9.700 unidades.

Casualmente, comento poco después con Damien Sallé, coordinador de robótica de Tecnalia y del Basque Digital Innovation Hub, ese otro vídeo de la planta de Zeekr en Shenzhen (China), en la que supuestamente todos sus operarios son humanoides y funcionan con inteligencia artificial (IA). No hay tal, claro. Basta ver la velocidad a la que los robots ponen pegatinas en un dispositivo. Ningún fabricante europeo o americano admitiría operarios tan lentos. Se trata de algo a medio camino entre la implantación y la prueba piloto.

Damien Sallé le da, en efecto, un giro interesante al asunto. La clave está en que China tiene un modelo de pensar diferente al nuestro. Los robots realmente pueden estar en planta y la compañía puede aceptar que, en vez de 30 segundos de un operario humano, los robots dediquen seis minutos a una tarea. La empresa lo hace porque está convencida de que la tecnología va a mejorar, “es una filosofía también muy de China”. Es un modo de aprender, de meterse en el tema de los humanoides, porque saben que en la generación 2, o en la 4, o en la 5, habrán avanzado y mientras tanto pueden llevar a cabo esa dinámica de iteración. ¿Que al principio no funciona? No pasa nada, funcionará después. Esta filosofía no existe tampoco en Europa ni en EEUU.

Y mantengo la tercera conversación sobre la competitividad tecnológica china, en menos de una semana, con el científico y emprendedor Javier García, listo para viajar a Tianjin para el encuentro anual New Champions 2025 que organiza allí el Foro Económico Mundial. Se presentarán allí las 10 Tecnologías Emergentes del año, de las cuales él ha redactado dos.

Lo que me enseña es el último informe del Australian Strategic Policy Institute que analiza las 64 tecnologías clave en el mundo durante el periodo 2019 a 2023. En el lado izquierdo hay una columna titulada Riesgo de Monopolio Tecnológico, en los casos en los que aparece en rojo, ese riesgo resulta máximo. Sucede cuando el país líder participa en las 10 principales instituciones del mundo dedicadas a esa tecnología y sus publicaciones supera en más de un 10% a las del segundo clasificado.

El titular del informe sería que la clasificación ha dado un vuelco en las dos últimas décadas y hoy, en 57 de esas tecnologías, el país líder es China, con riesgo alto de monopolio en 24 de ellas. Estados Unidos sólo lidera ya siete campos tecnológicos, sin que en ningún caso tenga la posibilidad de ocupar una posición dominante.

Más allá del aspecto desafiante que implica esto desde el punto de vista geoestratégico (la dependencia tecnológica es un factor de seguridad nacional), la lectura acertada creo que consiste en combinar ese poderío científico-tecnológico con la fortaleza cultural y la adaptación al cambio. Y es posiblemente este último aspecto el que más nos deba preocupar. La batalla de las publicaciones y los científicos e ingenieros hay que darla por perdida, pero sucumbir en el liderazgo en mentalidad innovadora puede ser nuestra gran derrota. Hay que convertir este asunto en una cuestión de prioridad máxima.

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