Cristina Del Campo (Ainia): «La pandemia ha sido un acelerador para la nutrición de precisión»
La CEO del centro tecnológico AINIA, Cristina Del Campo, conversa con Eugenio Mallol acerca del proceso de reinvención del sector agroalimentario, que debe responder al triple desafío de garantizar la alimentación y hacerlo de forma saludable para las personas y sostenible para el planeta. La tecnología y la innovación serán claves para conseguirlo
Eugenio Mallol.-Hablemos de las lecciones de la pandemia. Después de lo vivido tendremos que revisar tanto la forma en la que generamos innovación y la transferimos al mercado, como los propios objetivos del sector alimentario, que ha entrado en un proceso de reinvención a nivel global.
Cristina Del Campo.-En lo referente a la forma de innovar destacaría dos grandes aprendizajes del Covid-19: el primero, la idea de que la ciencia no es un lujo. Los profesionales más vinculados al mundo de la I+D lo teníamos muy claro, pero quizás no era un mantra que estuviera en la opinión pública. Por eso no son buenas noticias saber que somos el país del entorno de la OCDE que en los últimos 10 años más ha retrocedido en inversión en I+D. La segunda idea es la importancia de reforzar la política industrial y los sectores estratégicos. Y uno de ellos es la agroalimentación, no sólo por lo que aporta al PIB, sino por lo bien que se ha comportado durante la pandemia. La demanda creció de media un 20-30%, en casos como la harina hasta un 200%, y el sector ha sido capaz de responder de manera eficiente y responsable. No se ha roto el stock ni siquiera en las peores semanas en España, hemos sido el primer país de Europa en garantizar el suministro. Esa capacidad de respuesta ha sido posible porque llevamos décadas invirtiendo en innovación y aplicando conocimiento y tecnología desde el sector primario por todos los eslabones de la cadena hasta la logística y la gran distribución.
Eugenio Mallol.-En muchos aspectos, el sector agroalimentario no es el mismo, en efecto, que antes de la pandemia y no lo volverá a ser. Es el momento de reflexionar acerca de cuáles de sus respuestas al cambio vivido este último año y medio han venido para quedarse.
Cristina Del Campo.-En primer lugar, el consumidor se ha volcado hacia lo asequible en términos económicos, lo que ha traído un auge de productos más básicos y una caída del segmento más premium. Otro eje sobre el que ha actuado el Covid-19 tiene que ver con la seguridad, es decir, se demandan productos envasados, de mayor vida útil, menos venta a granel, y relacionado con esto la salud. En marzo, la agencia de inteligencia de mercado Mintel decía que las búsquedas en Google que combinaban los términos “alimento” y “sistema inmunológico” se habían disparado. El Covid ha sido un acelerador del concepto de nutrición personalizada y con funcionalidad, lo que se viene a llamar la nutrición de precisión. También de la transición verde. La sostenibilidad no es una moda y junto a la economía circular son ideas han venido para quedarse. Y, por último, la transformación digital: está claro que el Covid ha sido el acelerador de la digitalización por excelencia de personas, organizaciones y países.
Eugenio Mallol.-Muchos proveedores de infraestructuras y soluciones TIC, de hardware, de dispositivos de monitorización e IoT venían mostrando sus desarrollos para el campo. Hemos visitado explotaciones agrarias con tecnología de Intel, Ericsson, Vodafone, SAP, Bosch, Bayer o Vmware, marcas que buscaban asociarse a las de empresas agroalimentarias. La cuestión es saber si el mundo digital está comprendiendo bien las necesidades del sector, si les ofrece los productos y las respuestas adecuadas.
Cristina Del Campo.-El sector TIC puede profundizar más en su relación con la agroalimentación. Es verdad que tiene sus peculiaridades, porque su producto es muy específico, cambia con las condiciones, evoluciona y se puede degradar, y la atomización del sector aporta una cierta singularidad. Ahí hay una cierta distancia que se puede subsanar. En Ainia tenemos un departamento muy potente que trabaja no en la parte generalista de soluciones TIC, sino con el sector TIC y con empresas usuarias de la alimentación para ayudar a que se comprenda mejor esa idiosincrasia, a que haya un mejor conocimiento del contexto de lo que es el producto y se acorte la distancia. Con la visión de que la tecnología se debe crear desde el problema y debe llegar con capilaridad al sector. Porque hay posiciones diferentes según las empresas, algunas tienen un mayor nivel de digitalización y otras avanzan a un ritmo diferente.
Eugenio Mallol.-Incides mucho en que debemos ir hacia la industria alimentaria inteligente y personalización. Pero si lo analizamos con realismo, y teniendo en cuenta esto que comentas, el agroalimentario es un sector con partes de la cadena muy desarrolladas en este sentido y otras que se están quedando atrás. Conseguir que todo evolucione de forma armónica hacia una gran industria agroalimentaria inteligente dependerá de que acertemos con los pasos a dar.
Cristina Del Campo.-La alimentación personalizada por individuo posiblemente es una utopía en un sector que, al mismo tiempo, tiene que garantizar alimentos para toda la población. Pero el concepto de una alimentación que se adapte a requerimientos por grupos poblacionales es una realidad que ya está en buena medida en los lineales, en las empresas y, desde luego, en las agendas, y que va a ir evolucionando a más. Todo el nuevo campo de las tecnologías ómicas, la peptidómica, la proteómica, va a tener mucho que decir en la funcionalización de los alimentos. No apostaría nada a que algo es imposible. Se está trabajando mucho en las nuevas fuentes de proteínas, alternativas a las de origen animal, en algas, microalgas y macroalgas, y no sólo insectos. Todo debe contribuir a construir sistemas agroalimentarios sostenibles que puedan alimentar de forma saludable a una población casi en explosión, a dar respuesta a los desafíos que tenemos encima de la mesa: entorno sociodemográfico, crecimiento de la población mundial, envejecimiento, crecimiento de clases medias en los países emergentes que cada vez quieren comer más carne… Y considerando a un nuevo consumidor que busca precio, bienestar y compra de proximidad.
Eugenio Mallol.-La cuestión es cómo conseguir esos objetivos en un sector primario con una enorme cantidad de productores a los que les cuesta conectarse y en una industria alimentaria de pequeño tamaño, con un ‘legacy’ muy importante a la que la digitalización le pilla lejos.
Cristina Del Campo.-Es uno de los retos del sector en España, porque es un sector de pymes, atomizado. Hemos de escuchar al mercado, nos tenemos que apoyar en la tecnología y la innovación. En ese ‘que no se quede nadie fuera’ centros tecnológicos como AINIA, que somos un engranaje para facilitar que empresas menos grandes puedan hacer I+D compartiendo riesgos, tenemos un papel importante que desempeñar. ¿De los grandes eslabones dónde hay que poner las prioridades? Hay que mirar la cadena completa y definir un nuevo modelo, porque el sector de la agricultura o es sostenible desde las tres perspectivas: medioambiental, social y económica, o no será. Este sector está en ebullición, hay mucha competición por la «cuota de estómago».
Eugenio Mallol.-2020 fue el año en el que más se invirtió en empresas de tecnología agroalimentaria en el mundo y esas inversiones se produjeron, por primera vez en ocho años, más cerca del campo que del entorno del consumidor final. Se han disparado en ámbitos como la logística, las nuevas proteínas, la biotecnología, los alimentos innovadores… De todo este mapa de posibilidades que dibujas para el sector agroalimentario, que coincide exactamente con lo que está sucediendo a nivel de inversión, ¿dónde está la oportunidad de España?
Cristina Del Campo.-Hay que mirar la cadena completa. En España tenemos la suerte de tener en esos tres eslabones, empresas muy potentes y condiciones para hacerlas crecer aún más. Es un sector que tiene algo que trasciende al propio sector y forma parte de la Marca España, que vincula incluso con el turismo. Actúa farm to fork, desde el campo a la mesa tiene que ser estratégico. Hay oportunidades en todos los eslabones de la cadena de valor que pasan por innovar, por la transformación digital y la transformación verde. Muchos de los ODS de la ONU se van a responder, de hecho, desde el sector.
Eugenio Mallol.-Una de las grandes líneas de innovación tiene que ver con la unión del mundo de la alimentación y el healthy. La hibridación de conceptos no es una dinámica nueva, pero es que están borrándose fronteras enteras entre sectores. AINIA se creó como un centro tecnológico del sector agroalimentario y ya toca una enorme diversidad de asuntos. Disponéis de un equipo de prospectiva potente, dime qué veis.
Cristina Del Campo.-AINIA nace en 1987 con la visión vertical de apoyar la competitividad del sector agroalimentario, pero con el transcurso del tiempo nos especializamos en tecnologías, pensando en la utilidad para las empresas. Desde transformación digital a microencapsulación, biotecnología o uso de fluidos supercríticos para separar componentes. Pero la tecnología si algo tiene es que es transversal y es nuestra obligación intentar sacarle el máximo rendimiento y que se beneficien de ese conocimiento cuantas más empresas mejor. Muchas siguen estando en el sector agroalimentario, pero en nuestro último plan estratégico se vio que uno de los ejes tenía que ser la diversificación hacia sectores adyacentes.
Eugenio Mallol.-La diversificación viene acompañada de una de las grandes transformaciones del momento: la gran convergencia de negocios. Un gigante del retail y un fabricante de ordenadores compitiendo por liderar la industria del entretenimiento mundial. En qué se pueden convertir las empresas del sector agroalimentario en el futuro.
Cristina Del Campo.-En realidad, no es algo nuevo. El camino lo hacemos mirando al que han seguido muchas de las empresas con las que trabajamos, que desde la alimentación han ido al sector de la salud o al cosmético. Una mayonesa y una pasta de dientes comparten desde el punto de vista tecnológico muchas propiedades, ambas son emulsiones y la misma tecnología que sirve para separar la cafeína del café, si usamos fluidos supercríticos, sirve para obtener aceites esenciales que usamos en cosmética. Estamos ofreciendo soluciones de innovación a sectores que van desde la agroalimentación al sector primario, el químico, el cosmético, el farma, salud, el packaging, porque para nosotros el alimento y su envase siempre han sido un binomio indisociable. Incluso dentro del sector se está compitiendo de manera diferente por esa «cuota de estómago».
Eugenio Mallol.-La tecnología ha acabado situando a la alimentación en el centro de los grandes desafíos.
Cristina Del Campo.-La alimentación es una de las palancas más potentes que tenemos para optimizar la salud humana y trabajar en la sostenibilidad ambiental. El gran reto es alimentar de manera saludable y sostenible a esa población creciente, pero vemos en el mundo muchas paradojas: pese a que el nivel de producción de calorías ha ido creciendo con el tiempo, 820 millones de personas no tienen alimentos suficientes y muchos más consumen dietas de muy baja calidad. El primer reto es erradicar el hambre en el mundo. La otra cara de la moneda está en los países desarrollados, donde tenemos una epidemia de obesidad, con un 40% de adultos con sobrepeso, en España un 60%, y un 21% de obesos. Estamos más lejos de la dieta mediterránea de lo que quisiéramos. Y una tercera paradoja: un tercio de la comida que se produce acaba en la basura, y la gestión de esos residuos es responsable de alrededor del 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Todo esto tiene que guiar la acción de centros como el nuestro y de muchas empresas.
Eugenio Mallol.-Ainia ha tenido siempre una fuerte proyección internacional, cuéntame para terminar cuáles son vuestras previsiones de expansión.
Cristina Del Campo.-Nuestro elemento diferencial es que a nivel internacional ya estamos trabajando en todas nuestras unidades de negocio. No sólo hacemos proyectos de I+D de carácter público, sino que trabajamos con empresas en I+D, en asistencia tecnológica, en formación y en servicios analíticos de laboratorio. El último año hemos trabajado en 25 países y no sólo en los que presentan niveles de desarrollo inferior al nuestro, sino también con Canadá, Estados Unidos, Japón o Singapur. Es prueba de que en algunas de nuestras tecnologías somos referencia internacional. Hemos creado una nueva unidad de innovación que quiere fomentar nuestro crecimiento y mejorar nuestro posicionamiento a nivel de grandes consorcios europeos. Hemos perdido el complejo y competimos por servicios privados. En 2020 fueron más de 2,5 millones de euros de ingresos internacionales sobre un presupuesto total de 16,4. Es representativo, va a haber muchas oportunidades en Europa, a ver cómo se gestionan los fondos Next Generation, con muchas preguntas todavía sin respuesta, y vamos a esperar para España que salga bien, es la oportunidad de mejorar el modelo productivo.