De la Europa de las Regiones a la Europa de los Técnicos: prepárate para la era de la centralización en I+D
Desde su aparición, venimos advirtiendo de que el Informe Draghi iba mucho más allá de proponer una inversión anual en I+D de 800.000 millones de euros a escala europea. Plantea un cambio de paradigma en el sistema de ayudas públicas a la I+D y la innovación. La tesis del documento es que las distintas versiones del actual programa Horizon Europe han permitido llevar a cabo grandes avances, pero han llenado también infinidad de cajones con proyectos sin aplicación en el mercado. Incluso en los casos en los que se han traducido en patentes, ni siquiera el 10% están en explotación.
Mario Draghi propone en su informe contener la fragmentación del mercado único, reducir el poder local y potenciar una visión a escala europea, además de un apoyo más eficaz al emprendimiento de base científico-tecnológica. ¿El motivo del cambio de enfoque? “Las actividades de innovación de la UE se concentran principalmente en sectores con una intensidad de I+D media a baja”, lo que “podría empujar a la UE a una trampa de tecnología media”, afirma en un momento dado.
En el quicio de los años 2000, cuando la Unión Europea se ilusionaba con las posibilidades de la moneda única y los instrumentos de disciplina financiera de Maastricht; cuando se proponía alcanzar el liderazgo tecnológico en aquella tan maravillosamente bienintencionada como amarga en el recuerdo Estrategia de Lisboa 2000,vista su incapacidad para producir un verdadero cambio; años antes de que se retomara el impulso con la también infructuosa Estrategia 2020; en aquel punto de intersección entre los siglos XX y XXI, existía la convicción de que el futuro debía construirse apostando por la Europa de las Regiones.
Recuerdo conversaciones que mantuve entonces con dirigentes políticos y empresariales. La teoría era que para reforzar el sentido de pertenencia al proyecto europeo había que extender el principio de subsidiariedad hasta el extremo, también a las políticas de innovación, ciencia y tecnología, de modo que los ciudadanos se reconocieran como parte de Europa precisamente como una consecuencia indisociable de su propia identidad regional.
No lo veía claro en aquel momento y sigo sin verlo hoy, pese a que a valenciano no me gana nadie. Porque la gran debilidad de Europa es la fragmentación, la imposibilidad (ay, cada vez parece una realidad más lejana) de configurar un verdadero mercado único, con la cesión de soberanía nacional que eso implica. En mi opinión, la única forma de construir Europa es reivindicar Europa como una identidad autónoma, independiente, soberana y única. La opción por la Europa de las Regiones resultará válida siempre y cuando se module adecuadamente y con criterio y, sobre todo, siempre y cuando no se convierta en un obstáculo para construir Europa. Pero eso es lo que ha acabado sucediendo en las dos últimas décadas.
Uno de los especialistas que más sabe de todo esto, infinitamente más que yo, es el profesor de la London School of Economics, Andrés Rodríguez-Pose, a quien pudimos disfrutar hace un año en el New In Valencia. Acaba de publicar un paper a propósito de la aprobación, el 16 de julio, de la propuesta para el Marco Financiero Plurianual (MFP) 2028-2034 de la Comisión Europea.
En su estudio advierte de que la financiación de los Fondos de Cohesión, el programa de desarrollo insignia de la UE y la estrategia de desarrollo territorial más grande y emulada del mundo, se absorberá en un único megafondo junto con la agricultura, el desarrollo rural, la migración, el control de fronteras y más. “En la práctica, este movimiento equivale a una centralización con otro nombre. Los gobiernos nacionales y los funcionarios de la UE obtendrán mucho más control sobre cómo se gasta el dinero, y los ciudadanos y las autoridades locales mucho menos. Lo que solían ser programas regionales plurianuales separados podrían disolverse en una sola negociación entre Bruselas y cada capital nacional”, afirma. Es lógico que el cambio de paradigma se extienda a las ayudas al I+D.
El debate está servido. Como suele suceder en el confuso proyecto europeo, parece que se avecina un nuevo bandazo: de la Europa de las Regiones a la Europa de los Técnicos. Si se confirma, nos abocamos a otras dos décadas perdidas, en las que probablemente se acentuará la brecha entre los territorios que se sienten minusvalorados frente a las metrópolis que concentran los medios de producción de conocimiento, como viene alertando Rodríguez-Pose en sus trabajos de investigación. Eso suele conducir a posiciones radicales y al populismo, en las antípodas de la innovación.
La solución para Europa es el mercado único y la cesión de soberanía. La salida para Europa es más Europa. Una vez superado ese Cabo de Hornos, reducir la brecha entre territorios debe ser la siguiente prioridad para evitar la desilusión con el proyecto europeo, en paralelo al fomento de esos espacios de innovación de excelencia que promueve Mario Draghi. En la confluencia de visiones estará la prosperidad y la competitividad. Cualquiera de ellas, por separado, sólo conduce a la fragmentación. La inteligencia artificial derribará barreras en la nueva globalización, como la del idioma, pero no podrá con los muros culturales, tan vigentes, tan desafiantes todavía.

Eugenio Mallol

