Efecto inesperado de la IA: refuerza a las organizaciones cohesionadas y debilita a las fragmentadas

El informe del programa DORA de Google aporta datos previsibles sobre la relevancia que ha adquirido la inteligencia artificial en la actividad diaria de los programadores, pero va más allá y diferencia su impacto entre las organizaciones unidas y las divididas, lo cual sirve para repensar las empresas y hasta países enteros
Eugenio Mallol
12 de octubre de 2025 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
Efecto inesperado de la IA: refuerza a las organizaciones cohesionadas y debilita a las fragmentadas

En el mundo de los programadores y especialistas en tecnologías de la información se celebra mucho la publicación del informe sobre el Estado del Desarrollo de Software Asistido por IA (inteligencia artificial) que elabora el programa DORA de Google. Al menos el entusiasmo es perceptible entre los miembros del colectivo en Estados Unidos. DORA se presenta como “el programa de investigación más grande y de mayor trayectoria de su tipo, que busca comprender las capacidades que impulsan la entrega de software y el rendimiento operativo”, lo cual viniendo de Google no se debe tomar a broma.

El informe de este año “deja claro que la IA ya no es una novedad, sino una herramienta casi universal para los desarrolladores”. Recaba hallazgos tan “significativos” como que la adopción de la IA entre los profesionales del desarrollo de software se ha disparado al 90% y, de hecho, una mayoría significativa (65%) reconoce depender en gran medida de ella.

Más del 80% de los encuestados por DORA aseguran que la IA ha mejorado su productividad y una mayoría (59%) reconoce que la IA ejerce una influencia positiva en la calidad del código. No obstante, se está produciendo un fenómeno curioso, los autores lo describen como “una sorprendente paradoja de la confianza«: mientras el 24% de los encuestados declara confiar en la IA, el 30 % confía «poco” o «nada» en ella. Esto indicaría que los resultados de la IA se perciben como útiles y valiosos, pero la confianza en ella no es plena. De momento, no sustituye por completo, al criterio humano.

Más allá de estos “hallazgos” más o menos previsibles, y en todo caso concordantes con el zeitgeist que irradian otros estudios similares, me quedo con una reflexión del informe de DORA: “la IA puede actuar como un espejo y un multiplicador. En organizaciones cohesionadas, la IA impulsa la eficiencia. En las fragmentadas, resalta las debilidades”.

Entender el nuevo ciclo tecnológico en el que estamos entrando exige ir más allá de las simples métricas de rendimiento. Esta es la clave de fondo. En su búsqueda de los factores que impulsan el éxito en la adopción de la IA, aplicando “una visión más profunda y centrada en el ser humano”, los cerebros de Google identifican siete arquetipos de equipo distintos. Los describen con títulos tan coloristas como su logo: «altos triunfadores armoniosos» o equipos atrapados en un «cuello de botella heredado».

A raíz de un post en LinkedIn dedicado al sugerente dilema sobre si es peor escribir código o tatuarse la cara, del que nos hicimos eco en uno de nuestros Radar Atlas, la CEO de Tu Agencia de IA, Ana Guerra,escribe que “el programador tradicionalmente codifica, quien aplica la lógica de negocio y el análisis funcional es el analista”.

“Claro que hoy, con la tendencia del vibe-coding (la IA genera código a partir de descripciones realizadas en lenguaje natural)”, continúa Ana Guerra, “esos roles se están mezclando y reconvirtiendo en uno solo. No es necesariamente algo negativo, pero sí implica que el nuevo programador se convierte en un hombre orquesta por necesidad. Y justo ahí es donde los que realmente destacarán en este entorno serán quienes aprendan a pensar más allá del código”.

Conviene unir esta idea con la que proyecta el informe de DORA acerca del diferente impacto que tendrá la IA en las organizaciones cohesionadas y en las fragmentadas. Realmente, el análisis se puede llevar desde núcleos muy pequeños de personas hasta países y uniones de países enteros. La IA multiplicará la eficiencia de quienes sepan colaborar y acentuará las debilidades de quienes no resuelvan la división.

Empezando por lo más pequeño, esa nueva forma de pensar “más allá del código” que pedimos a los programadores, lleva implícita también, como contrapartida, la incorporación de empleados hasta ahora ajenos a la programación a la tarea de generar líneas de software con ayuda de la IA. Esa orquestación, de la que tendrán que hacerse cargo los nuevos directivos, será más fácil en las organizaciones cohesionadas que en las fragmentadas, las primeras obtendrán, en ese sentido, una ventaja competitiva por el hecho de estar unidas.

A nivel macro, el cambio de modelo y de articulación social que trae el nuevo ciclo de la IA puede funcionar como una cuña que agrave la fragmentación de mercados como el europeo, donde los países se niegan a hacer cesiones de soberanía para propiciar el mercado único. Eso no es bueno para la democracia. Nuestros líderes deben encontrar la fórmula para defenderla como modelo de convivencia y prosperidad por la vía de la cohesión. Si persiste la fragmentación serán los regímenes autoritarios los que saquen el mayor partido de la IA.

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