Las misiones de Mazzucato, el Mediterráneo de Kaplan y la realidad de la brecha tecnológica

La estrategia industrial no debe articularse a través de sectores, sino de misiones, como la lucha contra el cambio climático, según el Institute for Innovation and Public Purpose que dirige Mariana Mazzucato, un enfoque posibilista que ha dado enormes éxitos tecnológicos, pero que ha sido también refutado por la realidad en muchas ocasiones si no se compagina con la forma de transformar la sociedad que ha traído la revolución digital
Eugenio Mallol
11 de agosto de 2024 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
Las misiones de Mazzucato, el Mediterráneo de Kaplan y la realidad de la brecha tecnológica
Mariana Mazzucato en el Foro de Davos del World Economic Forum. / World Economic Forum / Christian Clavadetscher

Mariana Mazzucato estuvo recientemente en Valencia. Lo suyo fue un vini vidi vinci en toda regla: llegó, dio su ponencia y se marchó (compartimos ascensor, por cierto). Le había precedido otro conferenciante global, con predisposición al vaticinio (no siempre contrastado por la realidad), Robert Kaplan, para quien la clave del siglo XXI en lo que al Mediterráneo se refiere se resume en un dato: por cada persona que nazca en Europa, en África lo harán siete.

El fenómeno migratorio va a condicionar las próximas décadas probablemente, será una prueba de fuego para nuestros sectores públicos. El Mediterráneo está condenado a dejar de actuar como frontera geográfica, como ha venido sucediendo desde hace mucho tiempo, y a recuperar el estatus de Mare Nostrum de los clásicos, dice el gurú.

Era complicado compartir todos los análisis de Kaplan en materia geopolítica, pero tomé nota de una afirmación: la clase media es más exigente con sus democracias y si eso no se gestiona bien puede llegar a poner en riesgo su estabilidad. Paradójicamente puede convertirse una fuente de debilidad frente a las regiones en las que la clase media apenas existe.

En esencia, el discurso de Mazzucato recogía las grandes aportaciones del informe “Mission-Oriented Industrial Strategy” que acaba de publicar el Institute for Innovation and Public Purpose que fundó y del que es directora. En él propone un enfoque del crecimiento sostenible e inclusivo, basado en una estrategia industrial articulada no a través de sectores, sino de misiones.

“Una misión para lograr cero emisiones netas en un año determinado, por ejemplo, requeriría inversión, innovación y transformación en todos los sectores. Este objetivo no se limita a la energía renovable; debe incluir cambios en la forma en que nos movemos (movilidad sostenible), la forma en que construimos (infraestructura verde) y la forma en que comemos (alimentos sostenibles). En este sentido, este nuevo enfoque de la estrategia industrial no elige ganadores (sectores), sino que elige misiones que todos los sectores deben abordar”, dice el informe.

En su conferencia, Mazzucato puso el ejemplo de la NASA y la carrera espacial como una locomotora de la innovación en el sector privado promovida desde el sector público. Esto requiere un enfoque de gobierno en su conjunto: su núcleo impulsa la misión y facilita la coordinación interministerial para “establecer la dirección, medir el impacto (no los resultados) y construir redes de ejecución”.

Tiene problemas este enfoque. El mecanismo para impulsar la innovación consistente en gestionar un gran reto, es decir, lanzar una misión ambiciosa dotada de un enorme presupuesto y bajo un sistema de control unificado, tiene ejemplos magníficos de transformación del tejido productivo e innovación, pero no siempre funciona. La ESA no es la NASA.

Hay ocasiones en las que no se aterriza adecuadamente esa misión a planes de acción adecuados, no hay continuidad en el tiempo, se articula con instrumentos poco operativos, no es capaz de romper el statu quo, se ahoga el propósito en burocracia, en fin, qué os voy a contar. El ITER nació como un sueño pionero de Europa y ahí tenemos a Ambrogio Fasoli, nombrado a principios de año director de EUROfusion, desesperado al ver cómo Estados Unidos y China toman la delantera.

Si algo nos ha enseñado la revolución provocada por el estallido digital y desplegada durante las últimas tres décadas, es que el gran desafío de nuestra sociedad, y de la clase política como parte de ella, consiste en gestionar y escalar una multitud de problemas pequeños, de generación autónoma y presupuestos reducidos, y conseguir que contribuyan a mejorar la vida de los ciudadanos. El buen político debe ser capaz de ir por delante de los inversores.

Otro de los problemas del planteamiento de Mazzucato es su naturaleza posibilista. Da por sentada la racionalidad económica y social de las iniciativas que toma el sector público y de sus sistemas de asignación de los presupuestos. Ambas premisas han quedado refutadas por la realidad en numerosas ocasiones, basta ver el lamentable nivel de ejecución de los Perte en España. Cuando el sector público ha ejercido bien su función ha logrado impulsar a empresas innovadoras de éxito, pero eso no ocurre siempre.

Como continuación de su premisa, Mazzucato sostiene que los bancos públicos y los fondos de desarrollo pueden proporcionar capital a largo plazo y dirigido desde el lado de la oferta, mientras que las compras públicas estratégicas pueden moldear los mercados desde el lado de la demanda, creando nuevas oportunidades de mercado que se correspondan con los objetivos de la misión.

Para restablecer la relación entre los sectores público y privado propone diseñar condiciones adecuadas para el acceso a subvenciones, préstamos, inversiones de capital, garantías, contratos de adquisiciones, paquetes de rescate, beneficios fiscales y otros incentivos del sector público que prioricen los objetivos de la misión y compartan los riesgos y las recompensas. Esa es una de las grandes tesis de Mazzucato: el sector privado tiende a trasladar el riesgo al Estado y se ha quedado con las recompensas.

Sinceramente, no da la impresión hoy de que la clase política, al menos en España, esté en condiciones de liderar la innovación con el modelo de misiones que sugiere Mazzucato. Los segundos y terceros escalones de los ministerios, bien preparados técnicamente, agotan sus fuerzas chocando una y otra vez con la lógica del partidismo. Europa diseñó sus fantásticos programas Horizon, una parte sustancial de los cuales consigue avances deslumbrantes, pero acaba en forma de memorias justificativas en el cajón o en una carpeta del ordenador. Búscalos. Mientras tanto, su brecha tecnológica de Europa con los líderes deja de crecer.

Lanzar misiones es una estrategia necesaria, increíblemente útil, pero constituye la parte más sencilla de la solución. La más compleja, donde recae el mérito, es precisamente combinar ese impulso público con la capacidad para escuchar a las pequeñas iniciativas del mercado y la academia, darles mecanismos para crecer y escalar, hasta convertirse en actores globales. Por ejemplo, de nada vale lanzar misiones estupendas si no se cambia el desastre actual de la innovación en la Universidad. O sea.

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