«¡Están locos, van a morir!» De la dependencia a la servidumbre por renunciar a las patentes
Con las mismas publicaciones científicas que Francia, España solicita una décima parte de patentes, sigue siendo uno de los principales problemas de nuestro sistema de innovación, especialmente de las grandes corporaciones del Ibex que deberían funcionar como locomotora y entender que las compañías globales de hoy son también líderes en el conocimiento científico
Sede de la Oficina Europea de Patentes.
Por algún motivo, el tema de las patentes en España vuelve a estar presente en todas las conversaciones. El portugués afincado en Londres, Dinis Guarda, fundador de Ztudium, conferenciante, autor, youtuber y mucho más, me pregunta en Múnich por la situación de nuestro país. Le explico que patatín y patatán, y llego finalmente al tema de las grandes empresas del Ibex y su desdén por las patentes. Repsol y Telefónica apenas solicitan una docena al año en la Oficina Europea de Patentes. “¿Cómo? ¡Están locas! ¡Van a morir!”
El físico español Pablo Jarillo-Herrero, autor del descubrimiento del año en 2018 según la Sociedad Americana de Física, el grafeno de ángulo mágico, y director de un laboratorio que lleva el apellido de sus padres en el MIT (el Jarillo-Herrero Lab, qué mayor homenaje se puede hacer a quienes lo han dado todo por tu carrera, sin tener estudios superiores, la inteligencia va más allá del título), me comenta alucinado en la playa de la Malvarrosa el hecho de que una institución como el MIT, con apenas un millar de profesores, solicite más patentes que todas las universidades españolas juntas y que toda la Comunidad de Madrid. “Y en regiones como la valenciana van a recortar presupuesto público para la I+D+I, porque hay que potenciar el turismo”, le digo. No entiende nada.
Una tercera conversación sobre el tema tiene lugar en la Fundación Cañada Blanch, con el director de su cátedra en la London School of Economics, Andrés Rodríguez-Pose, que eleva el asunto a un plano territorial. En el caso de la innovación ecológica, la innovación verde, tres cuartas partes de las regiones europeas, incluidas la mayoría de las provincias españolas, no producen una solicitud de patentes al año, explica. Todo se concentra fundamentalmente en torno a París, en Milán, Turín, Grenoble y Lyon, partes de Alemania, Estocolmo y Gotemburgo. En nuestro país, la líder es Zaragoza.
Rodríguez-Pose llama la atención sobre un fenómeno que retrata muy bien el sinsentido en el que vive instalado nuestro país. En Europa, se ha reducido la distancia en publicaciones entre los líderes científicos con respecto a los países del sur y el Este. España hoy en día produce el mismo número de publicación científicas al año que un país como Francia.
El problema es que hay mucho menos innovación: las poco más de 1.000 solicitudes españolas de patentes al año, representan una décima parte de las de Francia y Alemania produce 36 veces más solicitudes de patentes por habitante. Con el agravante de que España hoy genera la mitad de las solicitudes de patentes que en el año 2013, en las profundidades de la crisis. No es que no estemos reduciendo la distancia con respecto al resto de Europa, sino que estamos aumentando la distancia con respecto a nosotros mismos en el pasado.
En un evento de la Oil and Gas Climate Initiative (OGCI) en Londres, tuve la oportunidad de entrevistar al CEO de Repsol, Josu Jon Imaz. Los ambiciosos objetivos de la OGCI, le dije, contrastan con la posición de sus integrantes en el ranking de patentes en Europa y Estados Unidos. Sólo Shell aparecía entre las 100 en cabeza en el primero (puesto 97), y entre las 300 del segundo sólo la acompañaba Total.
“La falta de patentes a veces tiene que ver con el sector en el que estás”, me respondió. “Muchas de las innovaciones tecnológicas que haces en una refinería son más difícilmente patentables que las de empresas que tienen producto. Las tenemos en la química, pero en los procesos de refino y en el gas son menos evidentes”.
Y aquí tocamos el fondo del asunto. En el Radar Atlas de esta semana aparece una investigación fabulosa que lidera Meta junto a una institución para nada vinculada a las redes sociales como el Georgia Institute of Technology. Se trata de una exploración de estructuras organometálicas (MOF) para captura directa de CO2 del aire. ¡Y lidera el trabajo Meta! ¿Lo querrá para sus centros de datos del futuro?
Las grandes corporaciones empresariales han protagonizado algunos de los grandes descubrimientos científicos de la última década, ese es uno de los signos de nuestra época. Uno de los mayores hitos del siglo XXI, AlphaFold, que predice el plegamiento de proteínas, lo ha protagonizado la empresa de inteligencia artificial Google DeepMind. Y como suele decir el científico Javier García, después de cada paper revolucionario están apareciendo startups de base tecnológica para aplicarlo, como pudimos ver en la vacuna del Covid.
De modo que liderar el conocimiento científico forma parte también de la tarea de las compañías que quieren ser globales, y no sólo ser el chollo al que todos halagan como cliente de las tecnológicas que sí innovan. El grado de dependencia, económica y estratégica, al que nos aboca nuestro desinterés por las patentes se convertirá pronto en una forma servidumbre. Al tiempo.