Si quieres cobrar pensión, empieza a mirar de otro modo a la ciencia y la tecnología

En el análisis del Banco de España sobre la sostenibilidad del sistema de las pensiones se echa en falta algo más de optimismo en la capacidad de nuestro país para transformar su tejido productivo hacia actividades de más valor añadido, con más peso de la digitalización y la innovación, que suelen ir acompañadas de salarios más altos y, por consiguiente, de mayores cotizaciones sociales
Eugenio Mallol
5 de mayo de 2024 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
Si quieres cobrar pensión, empieza a mirar de otro modo a la ciencia y la tecnología

Como las fiestas se conocen por sus vísperas, un día antes del Día del Trabajo el Banco de España publicaba su Informe Anual de 2023, en el que dedica una enorme atención al preocupante asunto de la sostenibilidad del sistema de pensiones. En su presentación, Ángel Gavilán, el director general de Economía y Estadística del ente en su día emisor, se apuntaba el titular del día al asegurar que en los próximos 30 años harán falta 24 millones de trabajadores migrantes para mantener la relación entre empleados y pensionistas.

El Banco de España insiste en varias ocasiones en el documento en que, según las proyecciones de la AIReF, el gasto en pensiones escalará desde el 13,6% del PIB en 2021 hasta el 16,2% en 2050, porcentaje que el Informe de Envejecimiento 2024 de la Comisión Europea eleva al 17,3%. El problema queda profusamente descrito. Es en el apartado de análisis de las soluciones en el que el ente que todavía gobierna Pablo Hernández de Cos manifiesta un preocupante desdén por las posibilidades de la innovación y la tecnología para revertir la situación.

El informe centra su análisis en el impacto sobre las pensiones de medidas como el alargamiento de la vida laboral, la subida de las cotizaciones o el equilibrio demográfico. Pero no contempla cómo podría beneficiarse España de una posible reindustrialización y una transformación del tejido productivo hacia actividades de mayor valor añadido, que atraigan salarios más altos y retengan empleo de calidad que hoy está emigrando a otros países. En ese sentido, el Banco de España trasluce un pesimismo alarmante sobre nuestra capacidad de mejora.

La Encuesta de Estructura Salarial del INE es clarificadora en este sentido: los sectores en los que los salarios medios son superiores a la media nacional son suministro de energía eléctrica, gas y aire acondicionado; actividades financieras y de seguros; información y comunicaciones (probablemente haya avanzado puestos desde la encuesta de 2021); industrias extractivas; Administración; actividades profesionales, científicas y técnicas; suministro de agua y saneamiento; salud y servicios sociales; industria; y educación.

Por debajo de la media se encuentran transporte, agentes inmobiliarios, construcción, comercio al por menor, actividades artísticas y de entretenimiento; y, en último lugar, hostelería. La cotización a la Seguridad Social de un profesional TIC triplica y, en muchos casos, quintuplica, la de un profesional de la restauración. Esa es la realidad.

El débil comportamiento de la productividad, unido a la subida de los salarios, han impulsado los costes laborales unitarios (CLU) por encima de los observados en el resto de los países de la UEM, explica el Banco de España. Una afirmación que aparentemente se contradice con la de que “el avance de la productividad aparente del trabajo durante el período 1990-2019 fue mayor que el crecimiento observado en los salarios reales medios”, y nuestro país “figura entre los países donde esta brecha es mayor”.

La explicación podría encontrarse en la “deriva salarial”: la diferencia entre el crecimiento de los salarios y el avance de las tarifas salariales pactadas y del salario mínimo. Tradicionalmente, esta brecha ha sido negativa en la economía española en las fases expansivas de la actividad y positiva en los episodios recesivos. Sin embargo, “en los últimos años, en los que el PIB de la economía española se ha expandido con un considerable vigor, la deriva salarial ha sido positiva”, un fenómeno “novedoso en España”.

Nada resulta más útil para desprenderse de la imagen romántica que suele acompañar a la celebración del 1 de Mayo que ser invitado a una mariscada, con posterior copa y puro, en el reservado de uno de los mejores restaurantes de la ciudad, por un alto cargo sindical y hablar de sus andanzas nocturnas por Madrid con una delegación de empresarios.

Hace cinco años, la patronal TIC española AMETIC presentaba junto a CCOO y UGT el “Manifiesto por el liderazgo de la transformación digital de la economía española mediante el desarrollo del talento”. Por entonces, las centrales sindicales mayoritarias abogaban por someter la digitalización a impuestos e incorporar un componente social en su implantación. Su posición no ha variado significativamente, insisten en que la transformación digital debe realizarse a través del diálogo social.

¿Por qué no se plantea en el debate público la innovación, el diálogo ciencia-empresa, la digitalización, como una vía para afrontar el grave problema del sostenimiento de las pensiones? Bienvenida la mano de obra de otros países, por supuesto, pero por mucho que crezcan sus salarios en puestos de baja cualificación profesional resultará complicado deshacer el nudo gordiano sólo con sus cotizaciones. Por pragmatismo, casi por supervivencia, la apuesta por la inmigración debe ir de la mano de un verdadero cambio de modelo productivo. Pero de verdad.

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