Bravo Europa, un campo hastiado se cisca en lo que más necesita: digitalización y fertilizantes inteligentes
La agricultura española y europea necesitarían digitalización y fertilizantes inteligentes para ganar en eficiencia y competir con los terceros países si estos no se beneficiaran de prácticas que incumplen toda la normativa de la UE con el apoyo de grandes operadores comerciales, desde puertos a importadores, sobre todo esa es la realidad del fracaso en la tecnificación de un sector que rechaza hastiado lo que necesita
Las carreteras se llenan de tractores en España y en el resto de Europa porque los gestores políticos no están sabiendo conciliar las posibilidades de la tecnología con la realidad del sector agrario, por más que este se echaría en brazos de aquella para ganar eficiencia, reducir costes y competir con esos terceros países que inundan nuestros mercados… si pudiera enfrentarse a ellos en condiciones de igualdad.
No se puede exigir digitalización, ni fertilizantes inteligentes, sin detener en los puertos y en los almacenes el flagrante, escandaloso, alevoso, despreciable e insolidario incumplimiento de toda la normativa medioambiental, laboral, civil, penal, mercantil y fiscal europea por parte de los productores de esos terceros países y de los operadores comerciales (fundamentalmente del norte de Europa) que importan sus frutas y verduras.
El abandono continuado de explotaciones es una realidad en el campo español, aunque tiene un impacto más cualitativo que cuantitativo todavía. La situación se ha vuelto insoportable y las advertencias de que iba a producirse un estallido se han repetido insistentemente durante los últimos meses.
La polémica implantación del Cuaderno de Explotación Digital (CUE) no ha ayudado a evitarlo, sino todo lo contrario. España dio un paso adelante y se desmarcó del resto de socios europeos al imponer el cumplimiento de esa exigencia, prevista en la nueva Política Agrícola Común (PAC). Posteriormente, aceptó ampliar los plazos.
Tiene todo el sentido que Europa plantee en el CUE un sistema de monitorización en tiempo casi real de la situación del campo. Es la forma de generar datos con los que se pueden desplegar infinidad de aplicaciones para aumentar la productividad, aprovechar mejor los recursos o racionalizar gastos en pesticidas y nutrientes.
Nadie puede dudar hoy de la aportación potencial de la tecnología digital al sector primario. John May, presidente y CEO de John Deere, el fabricante de equipos y vehículos para la agricultura, presentó en Las Vegas una nueva tecnología de sensores y robótica, llamada ExactShot, que permite fertilizar las plantas conforme las semillas se ponen en el suelo, a una velocidad de 16 kilómetros por hora, y sólo donde han sido plantadas. Esto reduce la cantidad de fertilizante necesaria en más del 60%.
No obstante, digitalización y exigencias medioambientales han demostrado ser un cóctel difícil de combinar. Precisamente porque la regulación ha presentado la transformación digital del campo como un mecanismo de control y no como una palanca para ganar en agilidad y eficiencia. Cuando eso sucede, cuando no existe percepción del beneficio, no hay tecnologías habilitadoras, ni dispositivos, ni conectividad que valga. La respuesta es el conflicto.
Desde enero de 2013, cada explotación agraria debe mantener actualizado el registro de tratamientos fitosanitarios en su correspondiente cuaderno físico. La nueva PAC pasó en 2023 de un modelo basado en el cumplimiento de criterios de elegibilidad a otro basado en indicadores de rendimiento, lo que conlleva cambios importantes en los sistemas de gestión de las ayudas.
Disponer de un sistema adecuado de seguimiento y evaluación de los indicadores se volvió un imperativo, de ahí el protagonismo que han adquirido el Sistema de Información de Explotaciones Agrarias Agrícolas y Ganaderas y de la Producción Agraria (SIEX), el Registro Autonómico de Explotaciones Agrícolas (REA) y el CUE.
Multitud de agentes han visto la oportunidad y se han apresurado a acudir como mediadores para resolver los problemas de adaptación del campo a cargo de los fondos europeos del Kit Digital, la historia de siempre. El efecto resulta así aún más perverso, porque no sólo no mejora la situación, sino que además hay quien se enriquece haciendo como que ayuda.
En paralelo a todo esto, no hay que olvidar que el Pacto Verde Europeo y las estrategias De la Granja a la Mesa y Biodiversidad 2030 imponen una reducción del 50% en el uso de plaguicidas químicos y del 20% en abonos de síntesis, y un incremento del 25% de la superficie destinada a agricultura ecológica. Un auténtico mazazo para muchas explotaciones.
Se espera que el crecimiento anual de la demanda mundial de fertilizantes se mantenga en torno al 1% entre 2021/22 y 2025/26, cuando alcanzará los 208 millones de toneladas, pero el objetivo de la UE es invertir la dinámica. Para el año agrícola 2029/30 se estima ya que tendencia en el uso de nutrientes en el campo europeo debe ser ya descendente en todos los cultivos.
Para ello se ha decidido un endurecimiento de las normas ambientales, que reducirá el uso de nitrógeno en un -6% y en menor medida el de fosfato (-3,9%) y potasa (-1,4%). Y cuál es la alternativa. La innovación tecnológica nos habla de los fertilizantes inteligentes, cuya candidatura no parece real y atractiva para el campo: hace una década su uso representaba apenas entre el 0,2% y el 0,47% del total del consumo de fertilizantes en el mundo.
Las críticas más habituales a los fertilizantes inteligentes se refieren a la dificultad para ajustar exactamente la liberación del nutriente a las necesidades puntuales de cada cultivo. El coste por unidad de nitrógeno resulta también mayor en comparación con los fertilizantes convencionales, al igual que el riesgo de depósito de residuos de materiales sintéticos en el suelo derivado de su uso.
Además, los precios de los fertilizantes recubiertos de azufre pueden ser incluso dos veces más altos, mientras que los recubiertos de polímeros pueden ser hasta tres veces más caros que los convencionales. Eso explica que los fertilizantes SRF/CRF se utilicen principalmente en jardinería y para la fertilización de céspedes y plantas ornamentales en sus dos principales mercados de producción y venta, China y Estados Unidos, donde se compra el 94% de la producción mundial.
En su defensa, hay que decir que estos productos ya son rentables en cultivos de alto valor añadido y el coste no deja de disminuir gracias al crecimiento de la capacidad de producción de urea recubierta de azufre (SCU) en China y al desarrollo de nuevos fertilizantes de urea revestida por polímeros (PCU) en el mercado agrícola de EEUU, donde ya son rentables en cultivos extensivos como maíz, arroz, trigo y patatas. De hecho, el mercado norteamericano de CRFs (controlled-release fertilizers) es cerca de cinco veces más grande que el europeo y cerca de trece veces mayor que el japonés.
Europa tiene razones medioambientales y económicas para promover los fertilizantes inteligentes: depende en gran medida de las importaciones para la mayoría de los fertilizantes minerales y en circunstancias de inestabilidad geopolítica como las asociadas a la invasión de Ucrania por Rusia, uno de los principales suministradores de materias primas para fertilizantes, esa dependencia puede convertirse en una vía de debilidad.
En segundo lugar, porque necesita incrementar el rendimiento de sus hectáreas en explotación y se ha demostrado que los cereales fertilizados con SRF/CRF (slow-release/controlled-release fertilizers) tienen un mayor contenido de proteínas, mientras que los tubérculos exhiben un nivel más bajo de nitratos nocivos y un tamaño de tubérculo más grande.