Francisco José Gan: «Lo recomendable es que lo que se fabrique en China sea para China y el llamado Sur Global»
El teniente general en la reserva del Ejército y experto en geopolítica Francisco José Gan, que protagoniza una de las keynotes estrella del Collaborate Pamplona 2023, sobre el papel de la energía como catalizador del Nuevo Orden, repasa con el analista de innovación Eugenio Mallol los movimientos que se están produciendo a nivel mundial para determinar cuál será la potencia hegemónica en la segunda mitad del siglo XXI
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Eugenio Mallol.-El ruido, la confusión, se han convertido en arma de guerra. Se habla mucho de que nos encaminamos hacia un Nuevo Orden y la energía sería uno de los catalizadores de ese cambio.
Francisco José Gan.-En esta primera mitad del siglo XXI estamos viviendo un reequilibrio, una especie de redefinición de esferas de interés, zonas de actuación, socios, aliados, en lo que se viene a llamar una fase de competición estratégica entre grandes potencias. Desde que tuvimos acceso a los hidrocarburos como elemento potenciador de la soberanía, la energía ha ido indisociablemente ligada a la capacidad de proyección del poder, tanto económico como en aspectos de seguridad y defensa. Desde Gran Bretaña utilizando a Irán en su momento hasta las Seven Sisters, las compañías petrolíferas que crearon el monopolio que dio posteriormente origen a la OPEP. Los países funcionan, desde el punto de vista geopolítico, intentando maximizar los beneficios de su situación, de sus alianzas, porque tienen intereses permanentes. Para hacerlo establecen estrategias. La que está relacionada con la energía implica la accesibilidad, la disponibilidad cuando se requiere y la capacidad para almacenarla y gestionarla. En ese sentido, hay países productores, distribuidores, comercializadores y transformadores, hay alguno incluso que es capaz de hacerlo todo a la vez.
Eugenio Mallol.-La pandemia nos ha abierto los ojos acerca de la vinculación de muchos sectores económicos con la seguridad nacional e incluso con la soberanía. Nos dimos cuenta de que la disponibilidad de tecnología y el desarrollo de determinadas industrias acaba siendo un factor de seguridad.
Francisco José Gan.-El modelo de cuellos de botella y roturas de stocks que ha traído consigo la pandemia ha provocado una especie de lucha escocesa en la que los países se han dado cuenta de que la globalización tenía unos límites y la deslocalización había supuesto unas vulnerabilidades que en determinados sectores no eran admisibles, porque el concepto de seguridad nacional y soberanía quedaban seriamente perjudicados. De tal manera que, en la medida de lo posible, y teniendo en cuenta que en algunos aspectos no lo será nunca, se ha intentado relocalizar algunos elementos que se consideraban estratégicos, por ejemplo, la producción de semiconductores, el grabado de obleas de silicio o la fabricación de microchips. Aunque la inversión se esté haciendo ahora, los efectos se percibirán dentro de un tiempo.
Eugenio Mallol.-Esa dinámica de relocalización viene a consolidar la separación entre bloques. Es de alguna forma una dinámica pesimista en el sentido de que no vamos a volver ya definitivamente a la globalización, sino, como dice Mehlman Consulting, a la era de las “grandes distancias”.
Francisco José Gan.-No vamos a volver en la cantidad e intensidad en las que lo hacíamos anteriormente, pero hay algunos elementos de la globalización que ya no se van a poder desmontar. De hecho, estamos asistiendo a un conflicto abierto en el terreno económico entre China y Estados Unidos. El hecho de limitar el acceso a tecnologías de última generación está intentando ralentizar el proceso de crecimiento de China. Existe un paraguas de orden securitario que sería el de que se busca que no consiga construir armas de última generación. Esto lo que puede hacer es ralentizar el proceso de China, pero lo que no hará nunca es detenerlo. De momento, lo que estamos viendo es quién se va a posicionar en mejores condiciones para iniciar la segunda mitad del siglo XXI como potencia hegemónica. En la medida en que así sea percibido en el mundo, se generará una esfera de proximidad y de intereses compartidos. De manera que se está volviendo a producir una alineación por grandes bloques. Pero no todos los intereses de esos grandes bloques se van a poder gestionar de manera dividida, en algunos casos tendrá que ser compartida. Por eso habrá que ver hasta qué punto se llega en la competición o el enfrentamiento entre potencias.
Eugenio Mallol.-Estamos viendo a grandes corporaciones norteamericanas que relocalizan en EEUU o en otros países asiáticos afines. No es fácil decidir hoy qué estrategia seguir con China.
Francisco José Gan.-Lo que podemos anticipar es que el nivel de presión de EEUU hacia China será creciente, tanto desde el punto de vista tecnológico como de los intercambios, en el sentido de que en algunos aspectos vamos a volver a entornos proteccionistas, gravando por ejemplo los paneles solares hasta colocarlos en una situación que haga desechable la opción de comprarlos en China. Pero hay cosas que no se pueden hacer al margen de China, que es el principal productor de obleas de silicio, de células fotovoltaicas o una potencia en aerogeneración. Lo recomendable es que lo que se haga en China sea para China. Como su mercado interior y el de los países del llamado Sur Global son enormes, hay que procurar que el que quiera invertir lo haga sabiendo que, si lo hace con intención de salir a terceros que puedan no estar en el bloque chino, puede salir perjudicado.
Eugenio Mallol.-Un informe reciente de McKinsey sobre la situación de los sistemas de defensa de los países del bloque occidental pone de manifiesto la descoordinación: una enorme cantidad de modelos diferentes para el mismo activo militar y una industria desacostumbrada a vivir en tiempos de guerra y obligada a escalar rápidamente para atender las nuevas necesidades de suministro.
Francisco José Gan.-Más que falta de previsión y descoordinación es una política deliberada, aunque suene raro. Europa ha vivido los llamados dividendos de la paz, ha subrogado su seguridad en EEUU, que es el único país del bloque occidental que se cree que la fuerza militar es la capacidad de proyección del poder exterior y está sosteniendo el conflicto de Ucrania. La actitud de los demás países, actuando quizás de una forma autárquica, porque preferían producir ellos en primer término a asociarse a otros, o asociarse a pocos antes que hacerlo en planos más extendidos, ha llevado a que las industrias de armamento europeas tengan una tecnología muy aceptable, pero sean muy pequeñas y no compatibles en muchos aspectos. El concepto de seguridad europeo como tal no existe, y lo más parecido es el pilar atlántico de la OTAN, entendiendo que todos los países europeos incluidos en él tienen capacidad para, desde una misma estructura de mando y control, reaccionar. Pero no pueden hacerlo de la misma manera porque no tienen los mismos sistemas, algunos son compatibles y otros no. Lo que va a ocurrir en Ucrania es un ejemplo clarísimo: le vamos a mandar hasta 10 sistemas distintos de plataformas terrestres y sistemas de defensa antiaérea, eso no se puede ni sostener en el tiempo ni mantener adecuadamente.
Eugenio Mallol.-Esta descoordinación europea está presente en muchos sectores. En el ámbito de las telecomunicaciones hay problemas para implantar estándares y extender redes. Quizás este imperativo de coordinarnos de una vez en defensa pueda llegar en cascada a otras industrias.
Francisco José Gan.-Mi percepción es que Europa no tiene asumido su papel de autonomía estratégica. Lo que describes es esa capacidad. No vamos a optar por un sistema propio, incluso en 5G y 6G vamos a acabar en una especie de vasallaje tecnológico porque no hemos sido capaces de presentar una postura unificada. Seguimos teniendo el concepto de Estado Nación por encima del de Unión Europea. Lo que primero se dirime es la soberanía, el interés y la seguridad y defensa nacionales, porque no hemos sido capaces de agregarlo a un nivel más elevado. Para todos esos estándares que dices necesitaríamos tener una dirección política unificada que no tememos. La única forma de conseguir que haya una convergencia real en el mundo tecnológico es imponiéndola.
Eugenio Mallol.-En casos como el de la federación de nubes europea, por ejemplo, la situación es desesperante. No hay forma de colaborar de verdad.
Francisco José Gan.-Si este conflicto acaba como parece, sin una derrota absoluta de Rusia ni una pérdida notable por parte de Ucrania, sino congelado con un alto el fuego y una mesa de negociación, Europa seguirá viviendo de la misma manera. Cuando no decides tener una postura estratégica autónoma diferenciada de las otras dos grandes potencias que ya están consolidadas, no es posible que te acepten para jugar en la misma liga. ¿Qué capacidad tenemos para influir en los despliegues de redes de quinta y sexta generación más allá de si aceptamos o no a Huawei? ¡Pero porque nos está presionando EEUU para que no lo hagamos! Porque nos dice que tiene puertas traseras que pueden generar problemas de seguridad en los sistemas nacionales. Si tuviéramos una capacidad autónoma y fuéramos capaces de decidir estratégicamente qué postura adoptamos, que en algunos casos sería equidistante, no claramente alineada, nos obligaríamos a tener las capacidades en todos y cada uno de los planos necesarios: seguridad, tecnología, telecomunicaciones, poder militar, que es de lo que se trata. Cuando hablamos de energía nos referimos a quién es capaz de controlar los shock points del mundo en un momento determinado para estrangular el flujo que todavía sigue siendo el principal, el del gas y el petróleo. Al final, nos concentramos en muy pocas cosas, pero muy importantes: ¿queremos ir solos? ¿queremos ser segundos?
Eugenio Mallol.-A pesar de todo, y pese a poner de manifiesto las fragilidades de Europa, da la impresión de que Occidente ha actuado de una forma relativamente cohesionada, con implicación del sector empresarial incluso saliendo de Rusia.
Francisco José Gan.-Me ha sorprendido agradablemente la velocidad. Se podía haber hecho más despacio. Pero no me engaño, sé que el catalizador de la velocidad ha sido EEUU y la presión que ha ejercido directamente. Más del 70% de todo lo que está recibiendo Ucrania, en todos los planos, económico, seguridad, información, procede de EEUU. Las guerras nunca se trata de cómo empiezan, sino de cómo terminan, y existe el día después: Rusia seguirá en el mismo sitio, Ucrania y Europa también, y China y EEUU, y habrá que resolver cómo seguimos conviviendo en esta situación para que no sea un problema de carácter permanente que de forma recidiva nos vaya afectando. El modelo de transición que se preconiza ya vamos aceptando que no es viable en los plazos en los que se determina, sabemos que hay que utilizar durante bastante tiempo la energía nuclear y ahora mismo el 70% de las centrales nucleares en construcción utilizan tecnología rusa, y el 25% restante china, sólo un 3% es con tecnología estadounidense y francesa.
Eugenio Mallol.-Quizás sea porque la mayoría de las centrales nucleares se están construyendo en China.
Francisco José Gan.-Pero no sólo, también en Turquía, en Irán, en países árabes. Ellos están preparando un modelo de transición que será viable. La moratoria Kioto la impuso China unilateralmente y luego India, y están alargando la descarbonización a 2060 y 2070 respectivamente. Ese va a ser el equivalente en la economía real: qué se va a poder hacer, no lo que se quisiera hacer o lo que se debiera, y quién va a poder hacerlo. Y todo esto que estamos viviendo va a contribuir a abrir la brecha entre el Sur global y el modelo occidental, porque la velocidad a la que nosotros queremos producir la descarbonización va a perjudicar notablemente a todos esos países que no son capaces de seguir ese ritmo. Eso hace que, de forma totalmente indeseada, se alineen todavía más con aquel bloque que llamamos autocracias, aunque no todas lo son. Hay que ser extraordinariamente prudentes no sólo en los ritmos que imponemos, sino en los que esperamos que alcancen los demás, siendo conscientes de que a ellos les va a costar mucho más y parte de ese coste lo tendremos que asumir nosotros.
Eugenio Mallol.-Qué tecnología te está pareciendo más definitiva en el conflicto de Ucrania.
Francisco José Gan.-Lo más definitivo ha sido la capacidad de proporcionar inteligencia en tiempo real o casi real, es decir, el transformar la adquisición de información, elaborarla y proporcionársela al que tiene que tomar decisiones para que prácticamente en tiempo real decida qué se abate, por dónde se avanza o se retrocede. Te concede una ventaja operacional extraordinaria. Eso va unido siempre a la seguridad de las comunicaciones: una empresa particular, Starlink, le ha proporcionado enlace vía satélite a un país entero que llega hasta una pequeña unidad con una antena de plato equivalente a la tapa de un portátil.
Eugenio Mallol.-La información como arma, su weaponización, es una de las cosas de las que quizás somos menos conscientes. Descríbeme la atmósfera informativa en la que nos movemos.
Francisco José Gan.-Intoxicada. Estamos intoxicados de información. Particularmente, sobre el conflicto de Ucrania, de un solo lado de la colina. Estamos recibiendo comunicación en planos distintos. La stratcom, comunicación estratégica que se produce en las jefaturas de los Estados, en los niveles más elevados, en los gobiernos, genera un relato y lo extiende por todos los medios posibles de difusión, con la intención de que la gente se alinee con la postura propia y considere la opción de antagonista a todo lo que no lo haga. En la guerra de la información de todos los días estamos recibiendo imágenes, vídeos, en los que se exageran los méritos de unos y se demonizan o minimizan los de los otros. Eso es intoxicación, desinformación. Para paliarlo, hay que intentar buscar el mayor número de fuentes, aunque nosotros deliberadamente hemos cercenado las del otro lado, cosa que me parece asombrosa, porque, aunque sólo sea por lo que te cuentan, aprendes lo que no están haciendo. Parece que hemos cedido en ese ámbito. Pero este mundo de la información es tan ingobernable… hay canales, como Telegram, con miles de entradas en las que recibes información de todos, de todo, y lo único que tienes que hacer es filtrar lo relevante y lo mínimamente plausible para formarte criterio.
Eugenio Mallol.-En el libro El arte de mandar bien, que lanzaste a finales del pasado año, hablas de las nuevas habilidades del líder. En el sector tecnológico empieza a ser una realidad que las figuras superespecializadas y con capacidad para producir mucho código en poco tiempo, aislados, serán cada vez menos importantes, y los tecnólogos tendrán que asumir las soft skills para mejorar su capacidad de relación, de jugar en equipo, de coinnovación.
Francisco José Gan.-Es la visión del liderazgo humanista. La especialización alcanzará un límite, que es el óptimo paretiano. A partir de ahí, nos especializaremos tan rápido que no seremos capaces de incorporar todo lo nuevo, tendremos que ser capaces de transformarnos y aprender cosas nuevas, desaprender algunas e incorporarnos a otras. La única forma de hacerlo es desde el punto de vista de la humanidad, desde el tecnológico es imposible, porque chocaríamos con especialistas, sabríamos de casi todo casi nada. Y tenemos que gestionar capacidades, es decir, la voluntad de las personas de desear hacer lo que deben hacer y hacerlo entusiasmados, pensando que el fin es común, superior y moralmente bueno, sintiéndose felices e integrados con lo que hacen. Si no, conseguiremos empresas que acabarán colapsando hacia dentro.
Eugenio Mallol.-A veces el problema es que las organizaciones también deben estar adaptadas para premiar y alentar este tipo de capacidades.
Francisco José Gan.-Le ponemos nombre a esto, es la gestión del talento. Las organizaciones son capaces de crecer en la medida en que atraen talento, lo fidelizan dándole la posibilidad de que se desarrolle y concediéndole iniciativa, no considerando jamás el error como un problema, fomentándolo dentro, dándole capacidad para que se extienda y capte más talento. A mí no me gusta el término de retener el talento, no se le retiene, lo que hace es desarrollarse y si llega a un límite en esa unidad de negocio va más allá. Eso no es malo para una empresa, porque si es capaz de producir y exportar talento es una empresa muy atractiva. Va a tener cola por la parte de los insumos.