De un mundo fragmentado y en policrisis se sale con colaboración público-privada

Durísimo el mensaje de alerta del World Economic Forum de cara al Foro de Davos por la fragmentación que se percibe a nivel global y nacional y escalofriante el panorama que describe el Global Risks Report 2023 que acaba de presentarse en el que, según el autor, queda de manifiesto el papel dual que tendrá la tecnología, su previsible expansión para uso civil y militar, y la necesidad de que el sector público y el privado se alineen en los grandes objetivos a largo plazo
Eugenio Mallol
15 de enero de 2023 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
De un mundo fragmentado y en policrisis se sale con colaboración público-privada

El Foro de Davos ha elegido para este año el lema «Cooperación en un mundo fragmentado»… tanto a nivel global como nacional, advierte. Su receta es “reforzar la cooperación entre el gobierno y los sectores empresariales”, en palabras de Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial (WEF).

Quizás al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que hablará en un foro sin grandes nombres en la agenda (sí estarán el canceller alemán Olaf Scholz y el coreano Yoon Suk-yeol, pero ningún otro peso pesado europeo, norteamericano o asiático), le guste más la segunda parte de la idea de Schwab: “el desarrollo económico debe ser más resiliente, más sostenible y nadie debe quedarse atrás”. Pero una cosa probablemente ya no sea posible sin la otra. Ideologías, aparte.

Se ha convertido ya en un documento de trabajo habitual en el Foro de Davos el Informe Global de Riesgos (Global Risks Report 2023), que acaba de ser presentado y del que podría decir, como primera idea, que no ha sido escrito para temperamentos sensibles e insomnes. Hoy la crisis energética está en lo más alto del listado de riesgos, seguida por la crisis alimentaria y el coste de vida. Dentro de dos años, los expertos esperan que el coste de vida haya pasado a ser el riesgo número uno en la agenda global, y dentro de diez, seis de las 10 principales amenazas globales estarán relacionadas con el clima, el medio ambiente y los riesgos asociados a ellos, como la migración involuntaria a gran escala.

Según el informe, los líderes se enfrentan a múltiples crisis al mismo tiempo, lo que convierte al momento actual, esencialmente, en una policrisis. Y lo peor, a juicio de John Scott, jefe de riesgos de sostenibilidad de Zurich Insurance Group, es que “lo que es científicamente necesario y lo que es políticamente conveniente no coinciden”. Aunque él se refiere al cambio climático, la crisis de autoridad de la ciencia se hace evidente en esa afirmación.

Carolina Klint, líder de gestión de riesgos en Europa continental de Marsh, señala que “las presiones del coste de vida y la inseguridad alimentaria podrían provocar disturbios civiles e inestabilidad”, y coincide con John Scott en el peligro de centrarse en el corto plazo porque podría generar problemas mayores en el futuro. Propone, por eso “planificar para lo inesperado”, porque la mayoría de las cosas que nos preocupan ahora son “demasiado breves y modestas”. Hay que adoptar, dice, una visión holística y a largo plazo.

A la reaparición de riesgos “extrañamente familiares” y «antiguos» (inflación, crisis del coste de vida, guerras comerciales, salidas de capital de los mercados emergentes, malestar social generalizado, confrontación geopolítica y el espectro de la guerra nuclear), se suman otros comparativamente nuevos en el panorama global: niveles insostenibles de deuda, una nueva era de bajo crecimiento, baja inversión global y desglobalización, una disminución en el desarrollo humano después de décadas de progreso, impulso rápido y sin restricciones de tecnologías de uso dual (civil y militar), y la creciente presión del cambio climático el reducirse el margen para actuar. Juntos, estos vectores convergen para dar forma a una década “única, incierta y turbulenta”.

El informe advierte de que los gobiernos y los bancos centrales podrían soportar presiones inflacionarias sostenidas durante los próximos dos años, sobre todo dada la posibilidad de una guerra prolongada en Ucrania, a la que hay que añadir cuellos de botella continuos derivados de una pandemia que no acaba de superarse y una guerra económica que estimula el desacoplamiento de la cadena de suministro.

A nivel económico, una mala calibración entre las políticas monetaria y fiscal podría aumentar la probabilidad de shocks de liquidez, alargar la recesión y agravar los problemas de deuda. La inflación impulsada por la oferta podría conducir a una estanflación que, unida a la fragmentación económica mundial, las tensiones geopolíticas y una reestructuración más inestable, podrían contribuir a un sobreendeudamiento generalizado en los próximos 10 años.

Los efectos colaterales del final de la era de tipos de interés bajos se sentirán más agudamente en las partes más vulnerables de la sociedad y erosionarán los logros obtenidos por los hogares de ingresos medios, lo que provocará descontento y demandas de mejores protecciones sociales. La elección de líderes menos centristas, así como la polarización política entre las superpotencias económicas durante los próximos dos años, también pueden reducir aún más el espacio para la resolución colectiva de problemas.

Las políticas económicas se utilizarán a la defensiva, para construir la autosuficiencia y la soberanía de las potencias rivales, pero también se desplegarán cada vez más de manera ofensiva para limitar el ascenso de otros. A medida que la geopolítica triunfe sobre la economía, es más probable que se produzca un aumento a largo plazo de la producción ineficiente y el aumento de los precios.

El aumento en el gasto militar y la proliferación de nuevas tecnologías para una gama más amplia de actores podría impulsar una carrera armamentista mundial en tecnologías emergentes. El informe prevé conflictos multidominio y guerras asimétricas, con el despliegue selectivo de armamento nuevo en una escala potencialmente más destructiva que la vista en las últimas décadas.

En cierto modo, no serán malos tiempos para el sector tecnológico, que se beneficiará de políticas industriales más fuertes y de una mayor intervención estatal. Estimulada por la ayuda estatal y el gasto militar, así como por la inversión privada, la I+D en tecnologías emergentes continuará a buen ritmo durante la próxima década, produciendo avances en inteligencia artificial, computación cuántica y biotecnología, entre otras.

El problema es que la brecha entre países seguirá creciendo: para los que pueden permitírselo, estas tecnologías proporcionarán soluciones a una amplia variedad de crisis, pero en lo que se refiere a aquellos que no puedan, la desigualdad será mayor.

El WEF reivindica por eso la importancia de frenar la erosión de la confianza en los procesos multilaterales para prevenir y responder a las crisis transfronterizas emergentes. Además, “aprovechar la interconectividad entre los riesgos globales puede ampliar el impacto de las actividades de mitigación de riesgos: reforzar la resiliencia en un área puede tener un efecto multiplicador en la preparación general para otros riesgos relacionados”.

España tiene la paradójica capacidad de abanderar el internacionalismo mientras sucumbe a la fragmentación, entre sus territorios y en la relación entre el sector público y el privado. Esa bipolaridad ya no puede seguir sosteniéndose, en tiempos de policrisis y de recursos escasos. Un año electoral no es el mejor escenario para actuar con visión a largo plazo, pero es lo que hay. Las cosas no van a ser sencillas, hay que ejercer la responsabilidad.

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