¿Habría conseguido España aplicar una estrategia de país para reducir su dependencia del gas ruso?

Pasar de la teoría a la acción para transformar el modelo productivo es una de las obsesiones recientes en España, pero eso implica que los actores del ecosistema deben asumir una estrategia de país y las consecuencias que implica en términos de sacrificio, como han hecho diversos países para reducir su dependencia del gas natural ruso, ¿lo habríamos logrado nosotros?
Eugenio Mallol
1 de septiembre de 2024 | Compartir: Compartir en twitter Compartir en LinkedIn
¿Habría conseguido España aplicar una estrategia de país para reducir su dependencia del gas ruso?

Nos preguntamos cómo configurar esas estrategias de país que deben posicionarnos en las grandes corrientes de transformación tecnológica y convertir a España en un espacio atractivo para el talento y la inversión industrial. No será porque no hemos tenido oportunidades para demostrar que el sistema en el que debe producirse la epifanía joyceana de la innovación está vivo, con una comunicación productiva entre centros de conocimiento, empresas, Administración y sociedad civil.

¿Habríamos sido capaces de hacer frente al desafío de reducir la dependencia del gas ruso tal y como se ha puesto de manifiesto en otros países europeos? ¿Lo habríamos conseguido si hubiera supuesto un reto de país? La realidad hoy, a junio de 2024, es que España importó en el primer semestre (38.950 GWh) más que en todo 2021 (37.027 GWh), el año previo a la guerra.

Cierto, ese fue un ejercicio en el que el oligarca Vladímir Putin usó las restricciones de suministro de gas como estrategia prebélica para ablandar a Europa. También se ha importado en los primeros seis meses desde España más que en todo 2020 (38.081 GWh) y sólo un 30% menos que en todo 2022 (56.021 GWh). De hecho, la cuota de Rusia en las importaciones de gas natural era en junio pasado del 19,1%, superior a la del cierre de 2023 (18,3%).

El informe sobre “El futuro del gas ruso en la Unión Europea” del Real Instituto Elcano repasa en detalle los sacrificios que han tenido que realizar otros países para desligarse del gas natural de Putin. Polonia, Finlandia y los países bálticos, por ejemplo, tenían “unos sistemas energéticos diseñados durante la Guerra Fría y profundamente dependientes de Moscú”. Polonia puso en marcha en 2019 un plan de diversificación que incluyó la construcción de una nueva terminal regasificadora y la firma de acuerdos a largo plazo con EEUU y Qatar

En noviembre de 2022, obtuvo acceso a los yacimientos de gas natural en Noruega, operados por su empresa semipública Orlen, gracias a la finalización de la construcción del Gasoducto Báltico. La empresa polaca PGNiG se había negado a pagar el gas natural ruso en rublos ya en abril de ese año, que se cerró con la decisión del Gobierno de Varsovia de nacionalizar la participación de Gazprom en la sección polaca del gasoducto Yamal.

Finlandia puso en operación, también en 2022, su primera planta de GNL en Hamina y en 2023 una segunda terminal flotante de recepción de GNL conectada con Estonia, a través del Balticconnector (dañado casualmente por el ancla del portacontenedores chino Newnew Polar Bear en 2023). Como Polonia, Finalndia se negó también a pagar en rublos y su operador Gasum rescindió definitivamente el contrato de importación por gasoducto con Gazprom.

Lituania y Letonia se conectaron físicamente a la red europea en 2022 y obtuvieron acceso al gas natural noruego vía Polonia. La primera de ellas está barajando si sigue permitiendo el tránsito de gas de Gazprom hacia el enclave ruso de Kaliningrado, en virtud de un acuerdo contractual que expirará en 2025.

A partir de 2025, Gazprom sólo contará con el gasoducto TurkStream para exportar 15,75 bcm anuales a Europa, cantidad insuficiente para cumplir con sus contratos a largo plazo aún en vigor. Italia planea cesar las importaciones de gas ruso por tubería el próximo año, para lo cual baraja construir nuevas plantas regasificadoras e incrementar sus compras a Azerbaiyán y el norte de África.

En 2021, Alemania abastecía un 55% de su demanda de gas desde Rusia y ha tenido que hacer frente desde entonces al cierre de Yamal y Nord Stream. “Un invierno benigno, una reducción significativa del consumo doméstico, la construcción de nuevas terminales de suministro de GNL en tiempo récord e importaciones adicionales desde los Países Bajos, Bélgica y Noruega lograron evitar la hecatombe durante los primeros meses”, apunta el informe del Real Instituto Elcano.

Berlín nacionalizó las empresas Gazprom Germania6 y Uniper, para hacerse con el control de las principales infraestructuras gasistas del país, pero el daño causado en el Nord Stream impedirá que actúe como reexportador de gas natural a la Republica Checa, Dinamarca, Suiza, Bélgica y Francia

Como consecuencia de ello, la República Checa tuvo que reducir su dependencia del gas natural de Rusia. Ha pasado, en sólo 12 meses, de comprar un 97% en 2021 a menos de un 4%. Francia, Dinamarca, Bélgica y Suiza han seguido sus pasos incrementando las compras a Noruega y, sobre todo, de GNL para sustituir el gas ruso que importaban a través de Alemania.

La desconexión del gas ruso ha supuesto para muchos países la necesidad de adoptar estrategias nacionales, con sacrificio e impulso de la innovación. Conviene analizar lo sucedido en Europa, porque hay muchos componentes de ese paso de la teoría a la acción llevado a cabo en otros países que nos pueden valer en estos momentos en los que nos preguntamos cómo transformar efectivamente nuestro modelo productivo: la sensación de urgencia, la visión compartida, la capacidad de liderazgo, la asunción de las consecuencias, la integración de conocimiento, la colaboración.

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